Casi cinco
meses ya sin escribir nada en el blog… otro agujero negro que rellenar de
cualquier manera.
Todo empezó cuando a principios de abril, y después de llevar muchísimo
tiempo contemplando la posibilidad, empecé a entrenar en una pista de atletismo
bajo la supervisión de un ex-velocista. Se trataba de intentar quitarme la
espinita de no haber corrido nunca los 100m lisos, y ver qué tiempo podría
haber hecho.
De niño
había sido muy rápido, y aunque llegué a tontear un poco con el atletismo, los
pocos recursos que había entonces en mi pueblo, el no ser tampoco un fuera de
serie (todo hay que decirlo) y el no poder compaginar el fútbol con el
atletismo, acabaron haciendo que tomara, creo yo una mala decisión, y dejara el
atletismo para dedicarme sólo al fútbol (en el que incluso tenía peores
cualidades).
Al
final, y después de haber estado 3 ó 4 años en los que casi no jugué por culpa
de lesiones varias, también acabé dejando el fútbol, con sólo 19 años.
Fue
entonces cuando me compré la Pinarello y empecé a dar mis primeras
pedaladas en el mundo de la bici de montaña. Pasados un par de años me desvié totalmente del
camino y hasta 15 años después no volví a encontrarlo. Y así hasta hoy en día,
que voy haciendo lo que las ganas y el físico me van dejando.
El caso es que durante todos estos años nunca
se me fue de la cabeza el no haberlo intentado en serio con el atletismo, y parece
ser que al llegar a los cuarenta y tantos te entran las ganas de intentar hacer
todo aquello que dejaste en el tintero.
Así fue
como acabé corriendo por una pista de atletismo a punto de cumplir 45 años, con la idea de,
pasado un largo tiempo de entrenamiento, cronometrarme corriendo los 100 metros
lisos a toda la velocidad que mi cuerpo fuera capaz de desarrollar.
Pisando el tartán treinta y dos años después. |
Yo
sabía, y así se lo expliqué al principio al entrenador, que tarde o temprano
acabaría por lesionarme. Si me lesioné varias veces siendo adolescente, cuando
mi cuerpo estaba acostumbrado a correr a toda velocidad, cómo no me iba a
lesionar con 45 años, treinta años después de la última vez que había
hecho un sprint real.
Pero lo
que no quería era no haberlo ni siquiera intentado, y que pasaran otros 15 ó 20
años y siguiera pensando en qué habría pasado si por lo menos lo hubiera
intentado.
Pues ocurrió
que al tercer entrenamiento ya sufrí una sobrecarga muscular, que me hizo faltar
a dos entrenamientos y hacer otro a medio régimen. Eso, y la sensación de no
poder hablar con el entrenador, por falta suya de interés o de tiempo, hizo que
finalmente, y tras una profunda reflexión personal, acabara por dejar de ir.
Es muy
bonito aquello de perseguir tus sueños creyendo que aunque parece que han
quedado atrás no es tarde para intentarlo. Pero la realidad es que hay un
tiempo para todo, y cuando ha pasado ese tiempo… bueno, puedes intentar hacer algo parecido,
pero desde luego muy lejos de lo que tú creías que podrías hacer.
O
quizás no, quién sabe.
Lo que
es seguro es que “de momento” he dejado aparcada esa idea de correr los 100
metros a toda velocidad.
En
principio mi idea era dejar pasar unos meses, mientras me dedicaba
más de lleno a la bici aprovechando que llegaba el calorcito (aunque tampoco es que haya hecho gran cosa), y luego, y
por mi cuenta, empezar a hacer entrenamientos de cara a preparar mi cuerpo,
poco a poco y con cabeza, para volver a intentar un asalto a ese sueño u
obsesión que tengo por cronometrarme corriendo los 100 metros a toda velocidad.
Me vuelva a romper o no. Ya veremos.
En
cualquier caso, durante aquellos días de abril volví a disfrutar muchísimo
corriendo y viviendo de cerca lo que es mundillo del atletismo. La sensación de
estar corriendo en sprint, aunque no fuera al 100% de mis posibilidades fue
realmente indescriptible.
Pero por
otro lado, el haberme lesionado a las primeras de cambio, y el constatar la imposibilidad
de volver a correr de la manera que una vez lo hice (aunque ya sabía que iba a
ser así, y que como mucho podría llegar a correr todo lo rápido que mis años me
permitieran), me dejó con una muy mala sensación de derrota que me tuvo un par
de semanas con los ánimos por los suelos, y sin ganas de hacer nada.
Finalmente
acaba uno por medio aceptar las cosas y sigue tirando para adelante con lo que
puede.
Así que
a ver si me animo y escribo un par de crónicas sobre las tres o cuatro
salidillas que he ido haciendo con la bici de montaña, que la verdad es que
cada vez que salgo disfruto muchísimo.
Por lo
menos he escrito estas líneas, que creo que el no haberlo hecho en su momento me
había dejado el blog bloqueado. Y es que en aquellos días hubo uno en el que
estuve a punto de ponerme a escribir, pero no quise hacerlo porque todo lo que
salía de mi mente eran palabras negativas y me habría quedado una entrada
totalmente pesimista.
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