Sin metas pero con objetivos, sigo disfrutando de las bicis y de otras actividades. Intento aprender continuamente para mejorar como persona, física y mentalmente. Este blog sigue siendo una especie de diario personal en cuanto a lo ciclístico, pero va siendo hora de ir añadiéndole algunas cosas más que también captan mi atención...

domingo, 25 de octubre de 2015

11 de septiembre. ENTRE REPECHO Y ESPALDA


Dos años habían pasado desde la última vez que me juntara con Xavi o Carlos para salir en bici.

Ellos sí han seguido saliendo juntos, pero yo me había dejado un poco. Así que las expectativas sobre el reencuentro eran altas, pues ganas teníamos los tres. Tanto ellos de volver a salir conmigo, como yo de volver a salir con ellos.

Yo no estaba (ni estoy) en un gran momento precisamente, y la verdad es que un poco de apuro sí me daba juntarme con esas dos bestias, ¡jajajaja!

Carlos no le da tanto a los pedales como en otras épocas, pero el que tuvo retuvo, y muy mal tendría que estar para no lanzarse a prepararnos una buena ruta en la que pasar un buen rato juntos.

Y Xavi... Xavi está muy fuerte, creo yo que como nunca ha estado, hablando en términos ciclísticos. Es él el que da miedo ahora.

Y para completar la jugada, ambos han cambiado de montura en los últimos tiempos. Ahora me da la sensación de que los seis años de mi Lapierre empiezan a ser muchos. Pero como siempre se ha dicho, no pesan los años, pesan los kilos... los míos, que la bici no ha engordado, ¡jajajajaja!

Carlos nos preparó una ruta muy chula y entretenida, que partía de Martorell y nos llevaría hasta Collserola, donde haríamos unos cuantos senderos. Decía él que era una ruta suave que sólo tenía unos cuantos repechos, y que con la caña que me había metido en agosto no tendría problemas para hacerla...

Salimos de Martorell a las ocho de la mañana, y enseguida nos dirigimos al río Llobregat, por cuya ribera derecha rodaríamos un ratillo hasta llegar a la riera de Rubí. Primeros minutos de charla y gracias entre nosotros, mientras calentábamos las piernas en un tramo que no es muy bonito pero que sirve precisamente para eso, para calentar.

Llegados a la riera de Rubí tocaba jugársela un poco, pues las últimas lluvias habían dejado esa zona con un caudal de agua mayor de lo normal.

La expectación era máxima...

... pero no les di el gustazo.



Pasada la primera dificultad del día, nos adentramos ya en el Parc de Collserola por la Serra de Roques Blanques, para pasar súbitamente de llanear por el río a subir duras cuestas por una zona de bonitos senderos, algunos de llaneo o de bajada, por suerte, mientras nos dirigíamos hacia Valldoreix y La Floresta.

Primeras subidas y ya me quedo atrás...

Mala foto para una zona guapísima

Puedo hacer el mismo comentario...



Con Xavi abriendo camino como si fuera en moto en lugar de en bici, Carlos siguiéndole el ritmo bastante bien, y yo por detrás haciendo lo que podía, en esta salida volví a la cruda realidad de la bici de montaña.

Los 400 kilómetros hechos en agosto con la Espe me habían ido muy bien para ganar fondo y aguante en las largas subidas que había hecho por carretera, en las que me marcaba un ritmo más o menos constante para, gracias también al 11-32 que le puse, las cosas como son, poder superar esos grandes desniveles a los que me he enfrentado.

Pero a la hora de volver a adentrarme en la montaña se ha hecho evidente que me falta potencia y aguante para hacer los típicos esfuerzos cortos pero de gran intensidad que suponen las cortas pero muy empinadas subidas que te encuentras en cualquier ruta de "montanbaic".

Pequeños repechos, decía Carlos.

Quedaba claro que, aunque no estoy fatal, me falta mucho para ponerme a un nivel de forma medianamente decente. Para muestra, un botón...

Ahí vengo, dándolo todo...

... pero no ha sido suficiente.

Xavi estaba tan fuerte que en casi todas las subidas tenía tiempo para hacernos unas fotos



Menos mal que también había zonas de bajada que me permitían recuperar el resuello y dar un poco de descanso a las piernas, que estaban sufriendo lo suyo.

La verdad es que toda la zona que hicimos por Collserola era muy bonita y divertida. Además, el día húmedo y nublado hacía que la sensación rodando por entre la vegetación fuera aún más intensa.

Una vez rodeado Valldoreix y La Floresta nos dirigimos hacia La Rierada, siguiendo el curso de la riera de Vallvidriera, disfrutando mucho de pequeños pasos por la riera y de zonas realmente divertidas para hacer en bici.

Ahí están, esperando a que yo aparezca...



Pero todo lo bueno se acaba, y al final dejamos Collserola y llegamos a Molins de Rei, desde donde volvimos a coger el camino del río Llobregat, esta vez por su ribera izquierda, para hacer el camino de vuelta a Martorell.

Y claro, no lo hicimos de paseo precisamente... Con Xavi en cabeza, marcando un ritmo "ligero", y Carlos y yo detrás siguiendo su estela. Bueno, yo más que siguiendo la estela, lo que hacía era chupar rueda todo lo que podía, y si era de Xavi mejor, que con lo grande que es si te pones a rebufo te tapa todo el aire y más.

Pero oye, ni con esas fui capaz de aguantarles el ritmo mucho rato, y al final me fui descolgando poco a poco. Lo cierto es que ese tramo, con todo lo feo que es, fue bastante divertido, y por lo menos yo lo di todo para que lleváramos una velocidad bastante decente, que se hacía tarde y Xavi aún tenía por delante unos cuantos kilómetros más que nosotros.

Pero no se habían acabado todavía las sorpresas de Carlos en forma de "repechos", y como somos así de masocas (todo hay que decirlo), nos dirigimos hacia la Torre Fossada previo paso por una tremenda subida cementada, de sólo 600 metros, pero casi toda al 18-20% más o menos, y que va a dar a la urbanización Costablanca.

Creo que ahí acabé definitivamente con todos los depósitos de glucógeno que tenía en las piernas.

En el Turó de les Forques, descansando un poco después de hacer el bestia



Después de pasar por la Torre Fossada, en la que ni paramos, seguimos hacia Martorell cruzando por el Pont del Diable, cuyos escalones fue capaz de superar subido en la bici y dando pedales el peazo de bestia de Xavi. ¡Qué fuerte está el tío!

No estuve al caso y no me dio tiempo de grabarle ni de hacerle una foto siquiera. Una lástima, porque es realmente espectacular verle subir por allí.

Bueno, en principio la ruta acababa en Martorell, pero Carlos quería enseñarle a Xavi un camino que le permitiría ir a Sant Esteve Sesrovires evitando la carretera, y aunque yo ya iba bastante justito de fuerzas tenía que dejar el pabellón bien alto y no podía decir que no, así que bajé la cabeza y seguí dando pedales...

No influyó para nada el hecho de que Carlos me dijera que si le acompañaba me invitaba a una cerveza cuando acabáramos la ruta, ¡jajajaja!

Total, que para Sant Esteve nos dirigimos, haciendo una zona de senderos muy chula por la zona del Torrent de Llops, y subiendo aún un par de repechos que me hicieron temer lo peor, pues las dos piernas me dieron varios avisos de calambres que por suerte conseguí aplacar.

En Sant Esteve nos despedimos de Xavi, que siguió sólo hasta su pueblo, y Carlos y yo volvimos a Martorell por la carretera de Piera, malísima para ir en bici.

Y claro, una vez en Martorell, y después de haber lavado las bicis, Carlos no podía faltar a su palabra...

De las contadísimas ocasiones en que yo acabo así una ruta. Pero el reencuentro tras dos años lo merecía.



De todas maneras, el desgaste provocado por los 60 kilómetros y 1000 metros de ascenso acumulado en 4 horas y 3/4 de pedaleo, bien valía un par de cervezas y un plato de morro de cerdo...

Si ya lo dijo Carlos, "son sólo unos repechillos"...



En definitiva, una ruta muy guapa, en la que nos lo pasamos muy bien, tanto por el recorrido que nos había preparado Carlos, como por el hecho de volver a rodar juntos. Está claro que tenemos que repetirlo, pero también está muy claro que yo me tengo que poner las pilas, porque aunque esta vez me esperaron con agrado, no me gusta hacer esperar, y mucho menos tener la sensación de que estoy fatal de forma física.

Y cuando vas con gente que está fuerte, pues se nota mucho más...








sábado, 24 de octubre de 2015

30 de agosto de 2015. EL PORT DEL COMTE, MEJOR OTRO DÍA


Había vuelto ya de Zamora, y llevaba semana y media sin dar palo al agua. Pero no podía acabar las vacaciones sin hacer una última salida "importante" que sirviera como colofón a un agosto bastante productivo.

Se trataba de repetir otra de mis rutas de carretera hechas con la bici de montaña allá por el año 2010, cuando estaba en mi mejor época ciclista. Cuando era capaz de hacer 100 kilómetros y 3000 metros de ascensión por carretera y con ruedas de tacos... algo totalmente inconcebible hoy en día.

La ruta en cuestión partía de Sant Llorenç de Morunys, bordeando el pantano de La Llosa del Cavall en dirección a Solsona, para desde allí subir hasta la estación de esquí del Port del Comte previo paso por el Coll de Jou.
Desde la estación de esquí del Port del Comte la ruta sigue hasta la estación de esquí nórdico de Tuixent-La Vansa, pasando por el Coll de Port, y finalmente, baja ya de vuelta a Sant Llorenç de Morunys por la carretera de La Coma i La Pedra.

Una ruta muy guapa, y con un kilometraje y desnivel apreciable, que me veía totalmente capacitado para realizar, aunque sabía que fácil no me iba a resultar. De tal manera que ya antes de hacerla decidí que el tramo entre las estaciones de esquí del Port del Comte y de Tuixent-La Vansa no lo haría, con lo que me quitaría de encima unos cuantos kilómetros y unos cuantos metros de ascensión durillos.

Total, que allí estaba yo a las diez y media de la mañana del último día de vacaciones dispuesto a darlo todo encima de la bici. Sólo faltaba poner en la posición correcta el sillín que me habían dejado para probar, buscando un metro para hacer las medidas... acabé en uno de los hoteles del pueblo usando uno de madera que me dejaron allí...

Bueno, que el día era perfecto para ir en bici, con sol, sin previsión de lluvia ni de viento ni de nada parecido, y contento por haber roto la mala dinámica de pereza deportiva total en la que había estado durante la última semana y media...

¿Encontraré la luz al final del túnel...?



Primeros kilómetros de la ruta perfectos para ir acoplándome a la bici y desentumeciendo los acomodados músculos de las piernas.

Primeras vistas del pantano de La Llosa del Cavall y el Port del Comte



Las vistas iban a ser espectaculares durante toda la ruta. Es lo bueno de coger el coche y hacer unos cuantos kilómetros para alejarse un poco de casa y rodar por carreteras más motivantes.

Es curioso como por Huesca me encontré con formaciones rocosas idénticas

La Mola de Lord, y su santuario en la cima



Estaba claro que fotos podía hacer chorrocientas, pero tampoco podía ir todo el camino con la cámara en la mano, que al final ni coges ritmo ni estás por la labor. Así que cámara al bolsillo y a pedalear con ganas.

A quién quiero engañar...

Si es que así no hay manera de dar pedales en condiciones...

La zona merece una visita ex profeso sólo para hacer fotos

Suerte que ya no usamos carrete...

Que se vea quién está detrás de la cámara

Allí abajo, el Cardener siguiendo su camino después de su paso por la presa



Bueno, ahora sí, era ya el momento de dejar la cámara guardada y de ponerse manos a la obra en serio, que a ese paso no iba a llegar nunca a mi destino.

Los siguientes kilómetros continuarían con la tónica de bajada casi continua salpicada por algunos repechones y algún falso llano, hasta llegar a Solsona, donde haría cambio de carretera y de paisaje para encarar ya en dirección al Coll de Jou.

Durante un buen rato no pararon de pasar grandes motos, a toda pastilla, haciendo mucho ruido, y haciéndome sentir realmente incómodo e inseguro por una carretera que en condiciones normales no te da esa sensación, a pesar de que es una carretera rápida. Y es que los pocos coches que me pasaron no "me dieron ningún problema", pues la situación era bastante normal, pero cada vez que venía una moto, tanto de frente como por detrás mío, la tensión que me invadía me hacía pasar realmente un mal rato.

Al parecer se habían puesto todos de acuerdo para ir a hacer unos tramitos por aquella carretera.
Es lo malo de salir los domingos. Aunque pensé que por aquellas carreteras no habría casi tráfico a pesar de ser domingo. Bueno realmente así fue, sólo me encontré con más movimiento del deseable en aquellos pocos kilómetros.

Es "curioso" como los motoristas, que en principio tendrían que ponerse en nuestra piel pues ellos van también sobre dos ruedas y son más vulnerables que los coches, resulta que fueron los que me hicieron pasar algo de miedo en algún momento, pues algunos de ellos me pasaron más cerca incluso que los coches. ¡Pero si tienes toda la carretera para ti, capullo!

En fin, que desde Sant Llorenç de Morunys fueron casi 24 kilómetros recorridos en una hora, con tendencia de bajada (500 metros acumulados), pero con algo más de subida de lo que podría parecer (250m de ascenso), sobretodo en los últimos diez kilómetros.

Aunque se podría decir que habían sido de calentamiento, pues es a partir de Solsona cuando la cosa se va a poner seria de verdad, ya que me esperan, sin duda, los kilómetros más duros de la jornada.

Encima, para poner la cosa más difícil, justo el kilómetro más duro de esa carretera (creo que la pendiente era del 14-16% más o menos) resulta que estaba en obras, y me toca pararme en un semáforo de regulación de paso alternativo y hacer caravana con no sé cuántos coches.

Así que cuando se puso en verde y pude seguir me tocó meterle caña para molestar lo menos posible (el paso no era muy ancho) hasta que pude meterme en el lado que ya estaba arreglado y pedalear más tranquilo.

Bueno, lo más duro había pasado, pero aún me quedaban unos cuantos kilómetros de subida.

A mi ritmo, intentando regular las fuerzas, que no eran muchas precisamente, y disfrutando del paisaje y de la carretera, que aunque lo estaba pasando un poco mal, aquellas carreteras te hacen disfrutar incluso cuando no vas sobrado.

Pero sí que es verdad que estaba teniendo ya la sensación de que no iba a ser capaz de completar la ruta tal y como la había planeado. La semana aletargada que había pasado estaba claro que no le había hecho ningún bien a mis piernas, y a pesar de haber hecho unas buenas rutas durante las vacaciones, eso no bastaba para vivir de rentas en recorridos exigentes como este.

Nada que ver la tranquilidad de esta carretera con lo de kilómetros atrás...

Panorámica forzada de los paisajes que iba dejando atrás

Vistos desde otra perspectiva (¡vaya careto, por cierto!)



De todas maneras, me iba acercando a mi primer objetivo, que era el Coll de Jou, y aún yendo mal de fuerzas y de sensaciones en las piernas, no acababa yo de estar convencido de no poder hacer toda la ruta.

Además, después de casi 20 kilómetros seguidos subiendo, hay un tramo de dos kilómetros de bajada y uno de falso llano que te hacen volver a creer en ti y en tus posibilidades, aunque sea sólo por unos breves momentos, ¡jajajaja!

Según me viera al llegar al Coll decidiría qué hacer.

Poco a poco me iba acercando a mi objetivo

Ya va quedando menos...

Visto así parece fácil

Las vistas ayudan a olvidarse un poco del sufrimiento

¡Por fin!

Parada obligada en la Font del Coll de Jou



Bueno, pues dos horas y casi 23 kilómetros seguidos de subida después de haber pasado por Solsona, llegué por fin al Coll de Jou. Los últimos tres kilómetros se me hicieron bastante duros, y es que ya llevaba unos cuántos acumulados y las piernas no daban para mucho más.

Me estuve allí un rato, comiendo, bebiendo, haciendo fotos, enviando fotos y ubicación, reflexionando... y llegué a la conclusión de que por esta vez ya estaba bien. No estaba en condiciones, ni había necesidad, de seguir adelante y meterme 6 kilómetros más de subida hasta la estación de esquí del Port del Comte. ¿Que habría llegado? Sí, pero petado, y no tenía ganas.

Más o menos me había quitado esa espinita, y cinco años después de haberla hecho con la bici de montaña, por fin había hecho esta ruta con una bici de carretera. Mucho más duro. Con la de montaña, si tienes fondo, pones el molinillo y subes lo que haga falta. Con la de carretera, si no tienes fuerza, no subes.

Además, en aquella época estaba muchísimo más en forma que ahora. No hay color.

Bueno, una vez me autoconvencí de que no era un fracaso no llegar hasta el Port del Comte, si no que era un gran logro haber llegado hasta el Coll de Jou, ya sólo faltaba hacer los 9 kilómetros y 500 metros de descenso hasta Sant Llorenç de Morunys para marcharme contento a casa.

Punto final de la ruta


Una panorámica de lo que se ve bajando por esa carretera. De frente...
... y hacia un lado.

Algo así se puede ver en persona



Finalmente, 55 kilómetros en 3 horas y cuarto de pedaleo, con 1200 metros de ascenso acumulado, casi 1000 del tirón. Son pocos kilómetros, ya lo sé, pero son durillos. Además, si te vas satisfecho, nunca es corto el recorrido.

Un perfil muy sencillo, para una ruta no tanto





Y además, con la ruta en sí a lo mejor no, pero si miro los datos de todo agosto me quedo muy satisfecho de lo que he hecho, pues en 6 salidas con la bici de carretera he recorrido 400 kilómetros con casi 8000 metros de ascensión.

Me parece que para mi nivel está muy pero que muy bien.

Eso sí, no me puedo quedar ahí, tengo que seguir mejorando.


martes, 13 de octubre de 2015

19 de agosto de 2015. "LLANEANDO" POR ZAMORA


Una vez finalizada mi estancia en tierras oscenses me dirigí rumbo a Zamora para pasar allí unos días con parte de la familia.

De camino aproveché para hacer una breve escala en La Rioja para hacer en coche otra de esas ascensiones que llevaba medio planeadas de casa. Se trataba de subir el puerto de Peña Hincada, para conocer el terreno y preparar un posible futuro viaje.

Pero de eso también hablaré en una crónica a parte...

Volviendo al tema... después de que hubieran pasado tres días de descanso desde mi ruta al Castillo de Loarre, me decidí a darme una vuelta por los alrededores de Zamora, conocedor de que aquellas tierras tienen poca montaña y podría hacer una ruta más rodadora que las que había estado haciendo en lo que llevabámos de agosto. Que me gusta subir, pero también me apetece hacer salidas más relajadas.

Así que con la ayuda de los mapas "guguelienses" me preparé un recorrido por carreteras que sabía que no eran muy transitadas, y me guardé varios pantallazos del móvil con las diferentes partes de la ruta.

A las once y cuarto de la mañana, que a primera hora aún hacía fresquito y no me apetecía, salí de casa de mi tío Vicente dispuesto a hacer unos 60 kilómetros visitando tierras cercanas a la capital, en lo que debía de ser una ruta para "estirar las piernas".

De Zamora a La Hiniesta, pasando luego por Andavías y Palacios del Pan, cruzando el Embalse de Ricobayo por primera vez por el puente de Manzanal, llegando enseguida a Manzanal del Barco, y después a Carbajales de Alba.

Segundo paso por el embalse de Ricobayo, para desviarme hacia Castillo de Aba, dar media vuelta y dirigirme a Videmala y seguir más adelante para cruzar por tercera vez el embalse de Ricobayo entre Villanueva de los Corchos y Villaflor.

De ahí a Ricobayo de Alba, pueblo que da nombre al embalse que cruzo por cuarta vez al salir de éste, y antes de pasar por Muelas del Pan, desde donde sigo camino hacia Villaseco del Pan y luego paso por al lado de Almaraz de Duero, para ya encarar camino hacia Zamora capital.

Un poquito más y llego a Portugal



Muchas ganas de disfrutar, una carretera con buen asfalto y poco tráfico, y un día espléndido que permitía disfrutar de los paisajes característicos de la zona, eran las primeras impresiones que estaba teniendo de esta salida zamorana.

Primeros kilómetros, y primeros repechillos...

Campos de cultivo a un lado...

... y a otro.

Imágenes típicas de aquellas carreteras



A los veinte kilómetros de salir de Zamora, y después de haber cruzado ya un par de puentecillos en alguno de sus múltiples recovecos, llego ya de lleno al embalse de Ricobayo, donde me meto por la antigua carretera que lo cruzaba y me paro a hacer un avituallamiento y unas pocas fotos.

Buenos recuerdos de la infancia, de cuando mi padre nos llevaba a pasar la mañana haciendo planear piedras en las aguas de la orilla...

En el puente de Manzanal, antes de dar la vuelta para coger la carretera vieja

El puente nuevo...

... y el puente viejo.

Un poco feo sí queda



Justo antes de seguir adelante me vuelvo a parar a fotografiar a un grupo de aves rapaces que sobrevolaban cerca mío, y continúo mi camino, ahora en dirección a Manzanal del Barco.

¿Me estarían esperando?



Las sensaciones sobre la bici, buenas, rodando sin problemas, y dejándome llevar por los ligeros vaivenes que me iba presentando la carretera en forma de pequeños repechillos que superaba sin mayores complicaciones.

Después de dejar atrás Manzanal del Barco llego a Carbajales de Alba y, por asegurarme, le pregunto a un lugareño si voy en buena dirección para ir hasta Videmala. Me dice que sí, pero que más adelante la carretera está cortada porque andan en obras de mejora de la calzada.
Pero bueno, tanto él como yo creemos que los operarios se apiadarán de mí y me dejaran pasar, que si no tendré que dar una vuelta enorme para retomar la ruta.

Enseguida ya veo las señales correspondientes y sigo adelante, con precaución, pero con cierta sensación de tranquilidad y emoción por estar rodando por una carretera recién asfaltada y cortada al tráfico. ¡La carretera perfecta para ir en bici!

Al poco me encuentro a los operarios que estaban poniendo los fatídicos "quitamiedos", y me paro a cruzar unas palabras con ellos. Sólo he de tener cuidado, me dicen, con no encontrarme con algún coche, que de vez en cuando alguno se mete aunque esté cortada la carretera. Pues vale, la verdad es que sí me crucé con uno.

Estrenando la carretera

Panorámica de esta parte del embalse



Poco rato después llego de nuevo al embalse de Ricobayo, que cruzaré por segunda vez.

Cruzando por el puente de Carbajales

Asfalto nuevo sobre un puente viejo


Justo pasado el puente sobre el embalse la carretera pasa a ser la "original", y el asfalto deja de ser tan y tan cómodo y liso como había sido durante unos pocos kilómetros, a la vez que empieza un bonito tramo de subida.

Asfalto feo para una subida guapa



La verdad es que tenía ganas de encontrarme con una subidita con algo más de gracia, que hasta ahora todo habían sido repechos de esos de subirlos con un poco de inercia y unas cuantas pedaladas fuertes extra.

El día acompañaba, y después de unos primeros kilómetros con algo de fresco, llevaba ahora ya un rato disfrutando de un solazo bueno que me estaba haciendo sudar un poco.

Ese solecito bueno...



Después de disfrutar de la corta subida (bueno, fueron tres kilómetros, pero comparada con las de días atrás...), encaro otro tramo típico de por allí, y aunque no lo tenía previsto, decido acercarme a visitar Castillo de Alba, que ya que estaba allí por qué no iba a hacerlo.

Panorámica desde el Alto de la Mamposta

Las ruinas del Castillo de Alba



Para llegar hasta el castillo había que hacer kilómetro y pico por camino de tierra y sendero asalvajado, y ya que voy equipado con zapatillas todo terreno, si hay que salir del asfalto y patear un poco, pues se hace, que no soy un profesional de la carretera...

Sterrato zamorano

Un poco asalvajado sí que estaba...

Haciendo un poco de ciclocross 

Menos mal que ya llego...



Pero bueno, aunque un poco de treking hace gracia, al cabo de unos metros acabas por desear llegar ya al final del camino...

El río Aliste, embalsado, a pie del castillo

Aún me quedaba escalar un poco...

Ahora ya sí estaba en el castillo



Después de hacer una visita relámpago al castillo y de dejar atrás a una familia poco simpática, la verdad, salgo del pueblo por donde había entrado, lo que suponía hacer un par de kilómetros por una buena subidita hasta el cruce donde me había desviado de la ruta planeada. Unos metros con buena pendiente, y luego ya más suave.

Siguiente destino, Videmala, donde me paro a preguntarle a un chico si iba en buena dirección, y allí estuvimos un rato, mirando la ruta en el en el móvil, y charlando sobre la bici.

Al rato llego a Villanueva de los Corchos, justo antes de cruzar por tercera vez el embalse y llegar a Villaflor, pueblo situado a pie del embalse, y del que me costó salir, pues la subida que venía después del puente tenía una pendiente considerable que me hizo apretar con fuerza los pedales.

Desde las afueras de Villanueva de los Corchos, con Villaflor al fondo

A punto de cruzar por tercera vez el embalse, ahora por el puente de Villanueva



La verdad es que estaba empezando a pensar que la salida no estaba siendo tan rodadora como pensaba en un principio, pues ya me había encontrado varias subidas cortas pero con pendientes de alto porcentaje, y lo cierto es que estaba empezando a notar la acumulación de kilómetros y desnivel.

Después de la corta y dura subida de salida de Villaflor llego a la N-122, por la que ruedo durante tres kilómetros para salirme en Ricobayo de Alba, y cruzar el río Esla (el embalse de Ricobayo por cuarta vez) por el Salto de Ricobayo.

El salto de Ricobayo

En la presa de Ricobayo, el río Esla apresado en su camino hacia el Duero.



Salgo de la presa por una pequeña subida (bueno, fueron dos kilómetros...) que rodea el pueblo de Muelas del Pan, y me alegro al ver cerca el final de la ruta, porque, está mal decirlo, pero empezaba a estar un poco cansado ya de subiditas, ¡jajajajajaja!

Menos mal, en una hora o así estaré en casa...



Lo malo fue que ese cartel indicaba los kilómetros que quedaban si hubiera ido por la carretera nacional, pero como yo iba por carreteras secundarias...

Empieza ahora mi particular calvario por tierras zamoranas, recorriendo una carretera que no entrañaba ninguna dificultad, pero que se me hizo algo costosa de recorrer, y que me llevó a Villaseco del Pan, pueblo cuyo nombre hacía honor a lo que había por los alrededores, no por lo del pan, sino por lo de seco...

Eran ya más de las cuatro y media de la tarde, el sol que tanto me gusta estaba haciendo algo de mella en mi estado físico, tenía muy poca agua en los bidones, y bastante hambre y ganas de comerme la última barrita que me quedaba, pero por no tener casi agua para tragarla no quería comerla.

"De repente" llego a un cruce de carreteras, en el que me doy cuenta de que podía haberme ahorrado un buen trecho si hubiera cogido un desvío unos cuantos kilómetros atrás.
Pero bueno, para una vez que salía por aquellas tierras tampoco me iba a ir de unos cuantos kilómetros más o menos...

Por suerte, en el mismo cruce veo que, cual oasis en el desierto, hay una especie de pequeño complejo deportivo, en el que me paro a comprar una botella de agua fresca y por fin poder comerme la tan ansiada barrita, que iba ya un poco famélico.

Era la zona deportiva de Almaraz de Duero, pueblo que quedaba un par de kilómetros a la derecha de la carretera que llevaba yo.

El complejo deportivo de Almaraz de Duero

Una vez medio recuperado, y dispuesto a rematar la ruta



El chico del bar de la piscina que había allí (que envidia me dieron) me comentó que aún me quedaban 20 ó 25 kilómetros hasta Zamora, por una carretera que él llamó "carretera de los infiernos"...

Pues nada, se trataba de aguantar unos pocos kilómetros más, que por lo que me dijo este chico, iban a ser un poco rompepiernas. Pero bueno, eso era lo que me había ido encontrando durante todo el recorrido, y además, no me quedaba otra.

Aunque la carretera empezó siendo un poco infernal en su paisaje...

Al lado izquierdo...

... y al derecho.



... lo que para mí resultó más infernal fue el estado del asfalto, completamente bacheado, y que durante un buen rato consiguió hacer que cualquier pequeña protuberancia repercutiera brutalmente en mi ya cansado y dolorido cuerpo.

Menos mal que el paisaje empezaba a cambiar



Estaba ahora rodando paralelo al río Duero en su aproximación a Zamora, a la que no me debían quedar ya muchos kilómetros, pero que debido a estos últimos "repechitos" de la ruta se me estaban haciendo interminables.

Un poco más serio de la cuenta

Las Pesqueras de Charquitos

En la antepenúltima subida de la jornada, bordeando el Duero



Pasada esta zona aún me quedaba hacer la enésima subidita de la ruta, de tres kilómetros suaves pero a estas alturas no tanto, y encarar ya una bajada hacia el pequeño núcleo de casas de Valcabadino, llanear un poco, y entrar por fin en Zamora.

Los únicos aficionados que me apoyaron...

¡Por fin!



A pesar de haber ido durante toda la ruta enviando fotos y ubicaciones de satélite a la familia para que estuvieran informados de por dónde andaba, ya entrando en Zamora recibí una llamada de preocupación porque no había llegado todavía a casa... y es que había dicho que tardaría dos o tres horas, y hacía ya ¡más de seis horas que había salido de casa!

Justo antes de llegar a casa me fijo en el gps y veo que me quedan sólo tres kilómetros para alcanzar una cifra redonda, así que ni corto ni perezoso paso de largo y apuro mis ya mermadísimas fuerzas alargando la ruta lo suficiente, y haciendo el tonto dando varias vueltas en una rotonda, para poder conseguir llegar a una cifra que quedara para el recuerdo...

Mi récord con la Espe

Foto tonta como colofón de una gran ruta



Pues al final, después de haber imaginado una ruta rodadora de unos 60 kilómetros (no sé cómo hice las cuentas para pensar que me saldrían esos kilómetros), acabé haciendo una ruta rompepiernas de 100 kilómetros, con un desnivel acumulado de casi 1400 metros, y que aunque es verdad que disfruté muchísimo, también es verdad que sufrí bastante en su segunda mitad.

¿"Llaneando por Zamora?



En fin, que me lo pasé pipa, que decíamos antes, ¡jajajaja!

Para ver la ruta en wikiloc...