Sin metas pero con objetivos, sigo disfrutando de las bicis y de otras actividades. Intento aprender continuamente para mejorar como persona, física y mentalmente. Este blog sigue siendo una especie de diario personal en cuanto a lo ciclístico, pero va siendo hora de ir añadiéndole algunas cosas más que también captan mi atención...

sábado, 25 de junio de 2011

OTRA VEZ "LA RUTA"


A última hora del miércoles quedábamos Carlos y yo para hacer al día siguiente una salidita por mi zona. Vendría con su primo Jorge, que después de haber participado hace unos días en la marcha cicloturista de la Quebrantahuesos tenía ganas de hacer una rutilla con la bici de montaña. Hay que darle a Jorge la enhorabuena por haber completado con éxito esa gran marcha.

Quedamos en mi casa a una hora prudencial para que a ellos les diera tiempo de venir en bici hasta aquí sin tener que levantarse excesivamente pronto. Un poco antes de las nueve menos cuarto de la mañana llegaban a la puerta de mi casa. Mi primera impresión al ver a Jorge, al que hacía tiempo que no veía vestido de ciclista, fue que estaba muy fino, y que llegaba sobrado de fuerzas. Se nota que este año se ha preparado a conciencia tanto para la Quebrantahuesos como para otras marchas que ha hecho.

Carlos, que lleva una temporada un tanto “atípica”, llegaba resoplando y sudando a mares. Parecía que acabara de salir de una piscina. Si estuve a punto de hacerle una foto y todo. Hay que decir que ya llevaban una hora y pico pedaleando, ya que venían desde L’Hospitalet, y seguro que no habían ido de paseo.

Una vez hechos los saludos y recuperado el resuello, nos dispusimos a empezar nuestra ruta que, para no faltar a la costumbre de las últimas semanas, iba a ser casi idéntica a la que habíamos hecho sólo unos días antes Carlos, Ramón y yo. Carlos tenía ganas de enseñarle a su primo esos senderos por los que le he llevado ya un par de veces.

Además, el domingo pasado, mis hermanas y hermano, primos, primas, y unos amigos, me dieron una sorpresa y re-celebramos mi cumpleaños... que fue hace dos meses. ¡Una auténtica sorpresa!
El caso es que tuvieron el detallazo de regalarme una cámara de vídeo para la bici. Y qué mejor día para estrenarla que este jueves, haciendo con Carlos y Jorge esa ruta de senderos y zarzas que ya he hecho varias veces últimamente.

De momento no voy a poner ningún vídeo, que ya sólo me faltaba eso. Si ya me tiro un montón de rato (horas) para hacer las entradas “normales”, ahora encima ponte a editar vídeos y colgarlos en “algún sitio”. Ya veremos si más adelante lo hago...

Pues nada, que salimos de mi casa en dirección a Corbera Alta para hacer la primera parte de la ruta, que consiste en hacer un par de senderillos por la zona de Les Parretes, para luego bajar desde Can Lluís a Can Planes también por un sendero, éste un poco más complicado (un poco sólo).

Una vez hecho el calentamiento, que también se trataba de que Jorge fuera readaptándose a la bici de montaña, tomamos el Camí Ral para subir hasta La Creu Aregall. Rápidamente veo que a mí me va a costar más de lo esperado seguir el ritmillo que iban a imponer ellos dos. Carlos, que aunque no está muy bien de forma (mucho mejor que yo, sí), ya se conoce esos caminos y se pone delante a marcar ritmo, y Jorge, que este año está muy fuerte con tanto entreno para la “Quebranta”, se debatía entre seguir a su primo o acompañarme a mí.

Suerte que a media subida Carlos tuvo que parar a reparar un pinchazo. A mí me vino muy bien para recuperar un poco. Eso sí, yo creo que en realidad Carlos se pinchó él mismo la rueda para así tener una excusa para pararse. No veas cómo sudaba el tío...

Parada inesperada. A mí no me importó...

En la sombra no sudaba tanto


Una vez solucionado el problema seguimos subiendo, con Carlos delante, y Jorge muy amablemente acompañándome en mi ritmo cansino.

Como no, subimos hasta la cruz, donde paramos a comer un poco y prepararnos para la bajada senderil hasta Castellví. Carlos y yo nos pusimos los manguitos, incluso yo me puse unos guantes largos comprados para la ocasión. Jorge, que venía “desprevenido” iba con maillot megacorto (hombros al descubierto). Que no le pase ná, pensé.

Empezamos a bajar, conmigo marcando el ritmo, mientras aprovechaba para ir grabando el recorrido.Después de los primeros senderos dejé que Carlos se pusiera delante y así saliera él en la grabación. Mala decisión. ¿Qué pasa cuando hay cámaras grabando? Pues que te “flipas” más de la cuenta. Derrapada, pie fuera, rueda en un reguero... tortazo. Menos mal que dentro de lo que cabe no se hizo mucho daño. Eso sí, pilló por todos lados: muñeca, codo, hombro, cadera...

Bueeeno, no ha pasado naaaada. Después de quitarse el polvo, y comprobar que estaba bien (un poco dolorido, eso sí), reemprendimos la marcha, otra vez conmigo delante, que iba yo pensando que a lo mejor no se habría caído de no haber ido yo detrás grabándole.

El resto de la bajada, como las otras veces, rápida pero con cuidado, y divirtiéndonos de lo lindo, que una pequeña caída no nos va a cortar el rollo. Esta vez parece que había menos zarzas que en nuestro anterior paso por allí (no me extraña, nos las debimos de llevar por delante todas aquel día), de tal manera que al llegar a la carretera y pararnos a comentar la jugada, constatamos que Jorge no iba casi arañado. ¡Qué suerte!

Carretera ahora hasta Gelida, con Jorge liderando el grupo, y algunos relevos de Carlos, que no sabía cómo coger el manillar de lo dolorido que iba. En algún momento me quise poner yo delante, pero estaba claro que ralentizaba el ritmo (es lo que intentaba) y enseguida me volvían a adelantar. ¡Vaya dos con los que me he ido a juntar!

En Gelida cogemos el camino de la Font Freda y empezamos a subir, ahora ya sí, conmigo totalmente descolgado de mis compañeros. -“Bruno, paramos en la fuente.” ­- “Vale, vale, yo ya llegaré...”

La parada en la fuente era obligada, pues Carlos se deshidrataba por momentos, y claro, con un bidoncillo de nada toca parar a rellenar cada poco. Ya era la segunda vez que rellenaba el bidón, que en Corbera fue la primera. Es lo que pasa en verano, que se suda más de lo normal.

Agua, agua...

Jorge hablando con su asesor de bolsa

El otro día "se me olvidó comentar" que me había cortado el pelo...


Seguimos adelante, y decidimos pasarnos por el Mirador de Can Voltà (el otro día pensé que era de Can Migrat), para que Jorge admirara las vistas, y yo hiciera más grabación de vídeo.

Al poco continuamos con la subida, y aprovecho para hacernos unas últimas fotos juntos antes de que ellos dos me dejen completamente descolgado, que me encontraba muy justo de fuerzas. Tampoco quise quedarme muy atrás, así que forcé un poquito y conseguí tenerlos siempre a la vista, gracias también a que ellos seguro que iban esperándome.

Esa era la vista que solía tener yo

Un pequeño sprint y consigo hacer la última foto


Ya arriba nos reagrupamos, y sin parar nos metemos por la trialera de Can Armengol para bajar hasta Can Planes. Como en todas las bajadas, y en algunas subidas, puse la cámara a grabar, que siendo el primer día de llevarla iba casi más pendiente de grabar que de pedalear.

Después de pasar por L’Amunt venía el tramo de senderos “campo a través” en el que el otro día, tanto Carlos como yo, acabamos tumbados encima de las plantas. Parece que ese tramo estaba igual o peor que el sábado, y lo más difícil era no engancharse con alguna zarza o alguna rama de las muchas plantas que tapaban el camino.

Se ve que Carlos no había tenido bastante con la caída de un rato antes, y decidió que allí era un buen sitio para volver a tirarse al suelo. Esta vez fue una caída mucho más suave, y que "por desgracia” no pude grabar porque iba yo delante. Creo que se enganchó con alguna planta y salió por delante del manillar. Sin comentarios.

Sin más percances acabamos llegando a la riera, donde decidimos que por cuestiones de horario lo mejor era ir acabando ya la rutilla. Ellos aún tenían que volver hasta su casa dando pedales, y les quedaban por lo menos 25 kilómetros todavía. Así que nos dirijimos hacia el camino de Can Casildo para desde allí coger unos senderos que hay por la zona de la Font de la Mata, y acabar saliendo a Corbera Baja.

Carlos aprovechó para volver a rellenar el bidón de agua, y ya nos despedimos. Ellos marcharon en dirección Molins de Rei para luego ir por el río hasta su casa, y yo subí por el campo de fútbol para ir hasta la mía.

A mí me acabaron saliendo 34 kilómetros y casi 1000 metros de ascensión, en 2 horas y 45 minutos de pedaleo. Una ruta realmente corta, pero que me pareció muchísimo más larga, pues fui durante todo el camino con menos fuerzas de las que yo esperaba, y acabé llegando a casa tan cansado que parecía que había hecho 80 kilómetros en lugar de 30.

Es lo que pasa cuando llevas tres días durmiendo dos o tres horas por las noches y un par más por las tardes. Menos mal que la semana que viene vuelvo a tener horario de tardes en el trabajo, que al de mañanas cada vez me cuesta más adaptarme.

A ellos sí les acabarían saliendo 80 kilómetros. Vaya dos.


En definitiva, una mañana de jueves pre-verbena muy bien aprovechada, haciendo una ruta que no deja insatisfecho a nadie, en muy buena compañía, y disfrutando y sufriendo casi a partes iguales.

Grabé unos cuantos vídeos e hice muchísimas menos fotos de lo que es normal en mí, pero es que no podía hacerlo todo. Eso sí, los vídeos de momento se van a quedar en el ordenador, que no tengo ganas de pasar más tiempo haciendo la crónica, que bastante pierdo ya. Tanto como el que tardo en hacer las salidas.


Bruno

lunes, 20 de junio de 2011

SÁBADO DE PENITENCIA


Buen día de diversión y sufrimiento, casi a partes iguales, tuvimos este sábado Ramón, Carlos y yo. Hacía tiempo que no nos juntábamos los tres para hacer una salidita con las bicis, y con lo del sábado ya tenemos para un tiempo más.

Les había preparado una ruta casi totalmente conocida ya por Carlos, y casi totalmente desconocida para Ramón. Esa ruta típica que ya he hecho varias veces en las últimas semanas: salida desde mi casa, subida a La Creu Aregall, bajada a Castellví de Rossanes, paso por Gelida, subida a la falda del Puig d’agulles, y bajada a Corbera. Todo ello alternando senderos y  trialeras, caminos y asfalto.

Una ruta que cada uno afrontábamos con diferentes expectativas. Carlos, un mes sin tocar la bici, a ver qué tal se encontraba. Ramón, poco a poco recuperando la forma después de haber estado parado hace un tiempo. Y yo, esperando que se lo pasaran lo mejor posible, y a verlas venir también.

Salimos a las ocho y algo de la mañana. Ni temprano, ni tarde. El día estaba nubladillo, con lo cual parecía que íbamos a pasar menos calor del que nos imáginabamos el día antes. Mejor, porque de haberse repetido el calorazo que hizo el viernes lo habríamos pasado bastante mal.

Nada más salir de Corbera, unos senderillos por la zona de Las Parretas para ir habriendo boca. No llevamos ni quince minutos y ya me noto las piernas cargadas, jajaja. Bueno, ya irán entrando en calor.

Bajada por un sendero-trialera que ninguno de ellos conocía, desde Can Lluís a Can Planes, y volvemos a subir hacia la carretera, para meternos ya en materia subiendo por el Camí Ral hacia La Creu Aregall. Carlos, que tiene un mono de bici tremendo, y que ya se conoce ese tramo, se marcha a su ritmo mientras Ramón y yo subimos a uno más pausado, que aún quedan kilómetros.

Al final del camino nos está esperando, y ya hacemos el tramo de asfalto hasta la Creu de l’Aregall los tres juntos. Ramón no había estado nunca allí, así que era destino ineludible.

Recuperando fuerzas en la Creu de l'Aregall


Después de recargar energía, hacer unas fotillos y admirar el paisaje, retomamos la ruta, ahora en dirección a Castellví de Rossanes bajando por ese tramo tan guapo de senderos que ha sido uno de los descubrimientos del año. Antes de marchar de La Creu, cada uno se protege lo que cree conveniente, o lo que puede protegerse con la indumentaria que lleva en la mochila. Carlos, con los manguitos; Ramón, con los guantes largos; yo, con el cortavientos.

Bajada espectacular la que hicimos. Del tirón, sin parar en ningún momento, dando pedales cuando la pendiente disminuía, disfrutando muchísimo de esos senderos y caminos. Y sufriendo mucho también, pues como ya había constatado yo hace unos días, las lluvias de las últimas semanas han hecho crecer mucho la vegetación, sobretodo los zarzales, y claro, tampoco se trataba de ir parándose cada dos por tres para apartar las zarzas... Así que nada, cogiendo con fuerza el manillar y apretando los dientes, así bajamos los tres, fustigando nuestros brazos y piernas mientras arrastrábamos a nuestro paso toda zarza que se cruzó en nuestro camino. Alguno estuvo a punto de quedarse “clavado” y todo, ¡jajaja!

Al llegar al final de la bajada, exclamaciones y risas comentando lo burros que habíamos sido. Pero es que realmente nos lo habíamos pasado de fábula. ¿Qué importaban “unos cuantos arañazos”...?

Como niños...


Bueeeeno, media ruta hecha, y hasta el momento el disfrute estaba siendo mayúsculo. No podíamos pedir nada más. Tocaba ahora hacer unos pocos minutos de carretera hasta pasar Gelida y coger el camino de La Font Freda, que nos llevaría hasta la falda del Puig d’Agulles, en la que iba a ser la segunda subida propiamente dicha del día.

Camino de Gelida


Después de subir las primeras rampas, y antes de afrontar el resto de la subida, parada técnica en la Font Freda a rellenar bidones, y también para que Ramón y Carlos conocieran ese paraje tan bonito.

En la Font Freda

Posando


Tras una parada bastante larga reemprendimos la marcha, intentando coger un ritmo que no nos machacara demasiado.

Pasando por Can Voltà


Según subimos les comento de hacer una breve parada en el Mirador de Can Migrat, que ellos dos no conocían, y al que valía la pena asomarse. Era el día de disfrutar también de las paradas “turísticas”.

Ramón, señalando Gelida

Carlos, oteando el horizonte


Ahora ya sí tocaba subir de una vez hasta la falda del Puig d’Agulles. Carlos fue cogiendo su propio ritmo y poco a poco se fue alejando. Mientras, Ramón, reservándose más que en otras ocasiones se marcaba un ritmo un poco más lento que le permitiera acabar bien toda la ruta. Y yo, allí en medio de una encrucijada. ¿Intentaba seguir el ritmo de Carlos o me quedaba haciendo “grupeta” con Ramón? La respuesta me la acabaron dando mis piernas...

Reagrupamiento al llegar arriba (a la falda de la montaña, que a la bola aún no me atrevo a subir, jajaja), y sin parar, trialerilla en dirección a Can Armengol, y de allí camino hasta L’Amunt.

Empezaba ahora el segundo tramo salvaje de la jornada. Y digo salvaje, no porque lo hiciéramos a lo bestia, sino porque el sendero había desaparecido bajo la vegetación, y lo tuvimos que hacer casi a ciegas por encima de ésta. Suerte que yo he pasado ya varias veces por allí y me conozco la trazada...

Bueno, conocerla, conocerla, me la conozco, pero eso no impidió que en un momento de descontrol total de mi trayectoria acabara tumbado en un blandito lecho de plantas varias. Una caída tonta de esas que metros antes ya la ves venir. Me la voy a pegar, me la voy a pegar... me la pegué. ¡Jajajajajajá! Creo que nunca me había reído tanto estando tirado en el suelo. ¡Ojalá todas las caídas que tenga sean así de “inofensivas”!

Lo que nos llegamos a reír...

Pues no estaba yo a gusto ahí tumbado...


Claro, sí es que casi no se veía por dónde había que meter la rueda. Comentaba Ramón, que iba detrás mío, que él seguía mi rueda porque daba por supuesto que yo sabía por dónde nos metíamos, pero que si no se habría parado porque realmente la vegetación impedía dar por sentado que allí había un sendero.

- Vaya unos sitios por los que nos mete este Bruno... Mira cómo me he puesto la pierna...
- Sí, ya le vale. Yo creo que me he clavado un pincho en un dedo...


Pues nada, después de un buen rato de risas y de hacer unas fotos del momento, seguimos con la bajadita, que aún quedaba un pequeño tramo por hacer. Una zona ya un poco más despejada, igualmente divertida, y después de pasar un pequeño tobagancillo me avisa Ramón de que Carlos se ha caído.

¡Jajajajajajá! Resulta que al avisar a Carlos de una piedra que había justo después de pasar el tobogancillo, se frenó por precaución buscando la citada piedra, y se enganchó con las ramas de la espesa planta que tapaba el paso por esa zona. Resultado:

Ramón le tuvo que ayudar a desengancharse el pie del pedal


Por suerte también fue una caída de esas en las que la única consecuencia son unas buenas risas y alguna que otra foto. Bueno, ya sólo faltaba Ramón... pero por suerte no tuvimos ninguna caída más.

Una vez acabamos ese tramo, ya en la confluencia de la Riera de Can Planes con la de Rafamans, y viendo que íbamos bien de tiempo, decidimos hacer unos cuantos minutos más. Así que nos metimos por el camino del Cau de la Guineu, para acabar haciendo un sendero-trialerilla que normalmente suelo hacer de bajada, pero que un par de semanas atrás había hecho de subida, y me pareció que era una buena idea hacerlo así. Carlos puso la directa, me adelantó como una moto y lo subió del tirón. A Ramón y a mí nos resultó durísimo, y tuvimos que echar el pie a tierra a media subida.

Después de ese, ¿porqué no hacer aquel otro sendero que va a parar al Pou dels Crestats? Ya que estábamos, aunque ese sendero es bastante duro en su parte de subida, ya no ibamos a rajarnos. Total, después de eso ya tiraríamos para casa.

Acabando la subida del sendero


Pues nada, ya cogimos camino hacia Sant Ponç, y desde allí, los últimos 5 ó 6 kilómetros por asfalto hasta mi casa.

Finalmente nos salió una ruta de casi 40 kilómetros y unos 1100 metros de desnivel acumulado, en 3 horas y cuarto de pedaleo, con casi 1 hora y media de paradas.

Un perfil casi repetido en las últimas salidas


Fue una mañana de sábado muy divertida. Una ruta muy guapa, muy buena compañía, y muchas risas. Creo que los tres nos lo pasamos realmente bien.

Y cada uno de nosotros sufrió su particular penitencia, que quien más quien menos tiene pecados por los que pagar... ¡Jajajajajajá!


Bruno

miércoles, 15 de junio de 2011

VISITA AL CASTELL DE SUBIRATS


Lunes festivo, y tras dos días de tele y sofá tenía que salir con la bici. Los últimos días de lluvias me habían quitado las ganas de hacer tierra, pero en cambio me las habían dado de hacer asfalto. Además, tanto Giro y tanta “Dufiné” me habían metido el gusanillo en el cuerpo. Así que decidido, haría la otras veces pospuesta visita al Castell de Subirats.

La idea es subir el puerto del Ordal desde el principio, que no recuerdo si alguna vez lo hice en mis tiempos jóvenes. Ahora, en mi segunda juventud (jajaja), me veo muchísimo más preparado para hacerlo (ni que fuera una subida difícil). El recorrido seguirá por la Nacional-340 hasta pasado El Pago, donde me desviaré hacia Sant Sadurní d’Anoia. Por esa carretera cogeré el camino que me lleve al castillo, y daré la vuelta para volver por Gelida y subir el puerto de La Creu Aregall.

Me levanté temprano el lunes, pero esperé a estar bien “mentalizado” para salir. A las nueve y media ya estaba bajando por la carretera en dirección Molins de Rei. Quince minutitos de estática bastaban para calentar un poquito, que como el recorrido lo empezaba en bajada tampoco era prioritario un calentamiento más exhaustivo.

En diez minutos me planto en la N-340 e inicio la subida al puerto del Ordal. El plan es ir totalmente de paseo durante toda la ascensión. Llevo ocho días sin coger la bici y no quiero quemarme en los primeros kilómetros. Aunque había hecho un par de horas de estática entre semana, no estaba totalmente convencido de aguantar bien todo el trayecto.

Pues sí que empiezo pronto con las fotitos...


Los primeros kilómetros son los más fáciles. Es el tramo entre Cervelló y Vallirana, con unas pendientes que van rondando el 3-4%, combinadas con varios tramos llanos. Voy tranquilamente, aprovechando el escaso tráfico que me estoy encontrando. Admirando las montañas que bordean la carretera, y esas paredes de roca que cuando vas en coche no tienes la oportunidad de mirar. Alguna foto me quedo con ganas de hacer, pero prefiero no andar sacando la cámara e ir con las dos manos en el manillar.

Pasado Vallirana empieza la ascensión propiamente dicha. La pendiente aumenta un poco aunque no llega a pasar del 6%. Ya tengo las piernas calientes y subo a un ritmo tranquilo pero algo más ligero que antes. Si hasta entonces no había llegado a las 160 pulsaciones por minuto, ahora ya me muevo constantemente por encima de esa cifra. Las vistas siguen siendo buenas, ahora ya sin tanto edificio que interfiera mi visión, y aunque alguna foto pude haber hecho prefiero estar sólo pendiente de pedalear.

Pasada la urbanización de Can Julià, la pendiente llega a su máximo porcentaje, 8-9%. Es el tramo antes de llegar al Pont del Lledoner.
Un tramo que he hecho en innumerables ocasiones, y que hago a un ritmo constante y un poco más vivo que antes. El día está nublado, pero hace algo de calor. Subiendo este último tramo consigo ya sudar en condiciones, y las pulsaciones ya sobrepasaban las 170.

Al llegar a la gasolinera del Lledoner hago algo que ya tenía planeado, y que es subir por el tramo que queda de la antigua carretera N-340 hasta la Creu d’Ordal, en lo que en su día fue el Puerto del Ordal.
No tiene nada que ver subir al Puerto del Ordal “nuevo” con hacer este último tramo de la vieja carretera. Tiene un encanto totalmente diferente, superior. El tramo “nuevo” es una carretera casi recta, de tres carriles, anchos, que parece una autovía. El tramo viejo es la típica carretera de montaña, de esas que ya quedan pocas. Estrecha, con curvas, flanqueada por árboles. Si todavía existe es porque es paso obligado para los camiones que van a una de las canteras que hay allí arriba.

El encanto de las viejas carreteras de montaña


Al llegar al final del antiguo puerto le doy al “lap” del gps: 57 minutos para hacer los 12 km de ascensión. Los números ya sé que no son para sacar pecho, pero, sobretodo, he disfrutado mucho durante toda la subida. Aprovecho para descansar un poco y estirar las piernas, que aunque la ascensión es bastante tendida y se hace con relativa facilidad, no deja de ser casi una hora seguida dando pedales, y la verdad es que un poco agarrotado sí que voy. Bebida, plátano, barrita, y fotos.

En la Creu d'Ordal, primer alto en el camino


Después de estar allí unos cuantos minutos empiezo a coger frío.
El día cada vez está más nublado y hace algo de viento, así que me pongo el cortavientos para seguir con la ruta. En principio iba a seguir por la carretera vieja, que aunque se corta al poco de empezar a bajar hay un punto en el que se puede uno reincorporar al trazado de la N-340 “verdadera”. Pero en lugar de hacer eso prefiero volver hacia atrás hasta la gasolinera del Lledoner y desde allí incorporarme a la nacional para así poder hacer la foto pasando por el puerto.

"Peazo" puerto


Ahora ya bajada hasta el pueblo de Ordal, y desde allí esa larga recta hasta hacer el segundo tramo de bajada, el que lleva hasta El Pago. Aprovecho estas dos bajadas y el tramo llano para ir reacondicionando las piernas, que después de la parada en el puerto se han quedado un poco dormidas. Una vez pasado El Pago, primer desvío a la derecha, en dirección a Sant Sadurní d’Anoia.

Es un tramo de quizás un kilómetro de ligera subida, que atraviesa campos de cultivo, mayoritariamente viñedos, y que ya llegando arriba bordea una pequeña zona boscosa. Ya lo había hecho en otra ocasión, y aunque es un tramo corto, tiene su gracia y su encanto.

Empezando el repechillo

Qué poco ha durado

¿Control de avituallamiento?


Al llegar al final de la subida hay un tramo llano desde el que ya se divisa el castillo, así como también otras zonas de la comarca. Justo antes de empezar a bajar me paro a echar unas fotos más.

Si se fija uno bien, se aprecia el castillo (en el centro, un poco a la izquierda)


Ahora ya toca bajar hasta Els Casots, pequeño pueblo en el que me paro un momento a fotografiar la curiosa capilla que tienen allí. Aunque la construyeron en 1960, lo hicieron con estilo románico.
No pongo foto, que no vale la pena. 

Justo salir del pueblecillo aparece el desvío hacia el Castillo de Subirats. Es una carreterilla estrecha, de bajada, con una pendiente remarcable que me hace pensar en cómo se me dará subirla a la vuelta. Aunque no es muy larga, después de bajar, claro, toca subir, que el castillo está en lo alto de una cima. Estamos en un pequeño valle flanqueado por unas paredes de roca famosas en el mundillo de la escalada. La verdad es que el entorno es muy bonito.

¿Se ve el escalador?


Podía haberme “marcado” una subida a plato mediano y poniéndome de pie, pero preferí tirar de molinillo y aprovechar para hacer unas fotos en marcha. Trabajo me costó, que subir a una mano e intentando hacer fotos con la otra tiene su dificultad.

Una subida cortita pero durilla

Ya queda menos

Un descansillo para el último tramo


Bueeeeno, se acaba la subida y llego al castillo. A lo que queda de él, casi nada. En realidad lo más remarcable son las edificaciones del santuario que hay allí (Santuari de La Font Santa), que gracias a que nunca dejaron de estar habitadas están en perfecto estado. Inspeccioné los alrededores del recinto y ya me metí dentro con la bici para hacer una visita rápida.

Casi todo lo que queda del castillo, datado de finales del siglo IX

Parte trasera del santuario

Desde allí hay unas buenas vistas de la comarca de L'Anoia

Más santuario

Al fondo, Els Casots

Desde un mirador que hay allí


Pues ya estaba hecha la primera mitad de la ruta. Eran las doce de la mañana y llevaba treinta y poco kilómetros en un par de horas y media de pedaleo. Muy contento hasta el momento, con la ruta y con mi estado físico. Realmente pensaba que a esas alturas del recorrido iba a haber estado peor. Ahora tocaba volver hacia la carretera y tirar en dirección a Gelida.

Saliendo del recinto

La última antes de irme. Ahora sí se le ve bien. Con un par.


El caso es que desde el parking del recinto salía un camino asfaltado que más adelante se convertía en pista forestal, y que parecía podía ir en dirección a Gelida, pero atajando por la montaña. Aunque la idea era hacer una ruta por carretera no pude evitar meterme por allí para comprobar hacia dónde llevaba el camino. Siempre podría darme la vuelta y hacer el recorrido planeado.

Efectivamente, el camino inicialmente bordea la ladera de la montaña, y al poco la pista forestal empieza a bajar. Un pequeño tramo de cemento, otro poco de camino, y ya un último tramo asfaltado que acaba llevándote hasta la carretera que va a Gelida, más o menos un kilómetro antes de la urbanizacion Casablanca. Perfecto, exactamente donde yo esperaba que fuera a parar.

Va, que hace rato que no salgo...


Es un pequeño atajo que te libra de hacer el camino de vuelta desde el castillo hasta Els Casots (que no me habría importado nada hacer, y que dejo pendiente en mi agenda), y también de dar todo el rodeo por Sant Sadurní d’Anoia. Además te permite subir al castillo por un recorrido diferente, sin tener que hacer tanta carretera. Incluso he estado mirando en los mapas, y seguramente debe de haber caminos que enlacen Gelida con el Castell de Subirats, y éste con el pueblo de Ordal, totalmente por la montaña.

De todas maneras, para otra ocasión tengo intención de hacer esta ruta, pero a la inversa. Y cuidado, que la subidita seguro que se las trae, pues bajando llegué a ver en el gps cifras que rondaban el 18%.

Pues nada, ya estaba en la carretera, a mitad de camino de Gelida. Tramo más bien llano, con algunos repechos ya llegando al pueblo. Aproveché para hacer unas fotos e ir poniendo a tono las piernas de cara a la subida a La Creu Aregall. El día ya se había afeado bastante, y hacía rato que me notaba con algo de frío, así que esperaba con ganas la subida para volver a entrar en calor.

Hacia allí voy yo


Me notaba bastante bien de fuerzas, y sin previsión de posibles calambres, que era lo que más me preocupaba. Algo menos de media hora después de haber salido del castillo llegaba a Gelida, con unas ganas tremendas de empezar la subida a La Creu. Ya he comentado en otras ocasiones lo mucho que me gusta esa subida, y si encima vas con ganas, pues mejor que mejor.

Otras veces toca subir guardando fuerzas, pues si llegas ya tocado del resto de la ruta la subida se puede hacer un poco difícil. Esta vez llegaba bastante bien de piernas, y muy bien “de cabeza”. De tal manera que me propuse subir a un ritmo bastante alegre, sobretodo con la idea de llegar al puerto en menos tiempo que la última vez, hace sólo unos días.

Ya hace tiempo que me ronda por la cabeza hacerme una base de datos con un “histórico de cronometradas” de diferentes tramos que suelo hacer a menudo. La subida a la N-340 por el Cau de la Guineu; la subida a La Creu desde Corbera, y desde Gelida; la subida al Puig d’Agulles desde su base, y desde Gelida por la Font Freda, etc. Sería una divertida manera de poder comparar mi estado físico a lo largo de diferentes épocas, y como no, de competir contra mí mismo.

Así que era una buena ocasión para cronometrar la ascensión al puerto. Empecé sin forzar y poco a poco fui cogiendo ritmo, para acabar por llevar un ritmo, que sin ser ni mucho menos espectacular, sí que me pareció bastante bueno para lo que había hecho en otras ocasiones. Aunque tuve ganas, porque las vistas lo merecen, y hoy era el día de hacer fotos, no saqué la cámara en ningún momento. Sólo iba pendiente de subir como si de una cronoescalada se tratara.

Al final, 31 minutos y 15 segundos para hacer los 5,6 kilómetros de subida. 3 minutos y 10 segundos menos que la semana anterior.
Para mí, unas cifras muy respetables. La media de pulsaciones me salió de 174 por minuto, lo cual da una idea de con que mentalidad subí. En definitiva, sufriendo, pero disfrutando muchísimo de esa ascensión. Cómo me gusta. Lástima que no tenga 4 ó 5 kilómetros más, ya sería tremenda.

Al llegar al puerto, ya que estaba, me decido a ir hasta la cruz, que total, sólo es un kilómetro y medio más, y no me iba de ahí. Un breve descanso, la última barrita, y unas fotos.

Vistas desde la Creu de l'Aregall

La última foto. ¡Por fin!


Pues ya sólo quedaba bajar hacia Corbera. Antes de salir me puse los manguitos, que la temperatura había bajado y tenía frío en los brazos. No vaya a ser que me acatarre... Al final de la bajada, en el cruce de L’Amunt, me desvío hasta allí sólo por hacer unos pocos kilómetros más, intentando redondear la cifra total. Vuelta hacia atrás y para casa, gastando ya las últimas fuerzas.

Finalmente, 4 horas y 20 minutos de salida, para hacer 60 kilómetros y 1250 metros de ascensión en 3 horas y media de pedaleo. La verdad es que me encontré mucho mejor de lo que me esperaba. Quizás es que me esperaba muy poco de mí.

Más espectacular que otra cosa


Una salida divertida, disfrutando de la carretera, que realmente me gusta mucho, y haciendo un poco de turismo. Y claro, disfrutando mucho de la bici.

Como curiosidad de la jornada diré que hice... ¡177 fotos!
¿Pero cómo se pueden hacer tantas fotos?


Bruno

lunes, 6 de junio de 2011

DIGA 33


33... Esos son los kilómetros que hice el sábado. Y casi todos por carretera. No es para estar orgulloso, pero almenos hice algo, que estuve a punto de no hacer nada, y eso habría sido peor.

Llevaba días queriendo hacer carretera, pero por aquello de hacer senderitos acabo por tocar el asfalto lo justo. Y la verdad es que la carretera me encanta. Así que el sábado me pareció el día adecuado para ello.

La mañana empezó fea, pero se fue arreglando con el paso de las horas. Sin prisa ninguna, y después de mi media horita de calentamiento en la estática, acabé saliendo a las tres de la tarde, con el chubasquero en la mochila, y casi deseando que me pillara la lluvia (por aquello de poder decir que había salido en bici lloviendo).
El plan, subir a La Creu Aregall, bajar a Gelida, volver a subir a La Creu, y luego ya veríamos.

Subiendo a La Creu, ligeras molestias en el tendón de la izquierda, nada importante, y las pulsaciones manteniéndose en unas cifras bastante razonables. Al llegar al final del puerto, varío mi plan inicial y me dirijo hacia la cruz, con la idea de luego bajar por montaña hasta la urbanización El Taió.

Siempre acabo por modificar el recorrido, no puedo evitarlo.
En la cruz, paradita breve para comer un plátano y ponerme los manguitos y el cortavientos, que hacía un poco de fresquillo y venía media hora de bajada.

La bajada hasta El Taió, por esos senderos descubiertos últimamente, digna de mención. A ver si me compro algún día una cámara de vídeo para poner en el casco, que tramos como ese merecen la pena ser grabados.

Bajando desde La Creu, por un tramo entre senderos


Respecto a la última vez que pasé por allí, y debido a las últimas lluvias, algunos tramos estaban un poco más complicados, y las zarzas y otras hierbas habían crecido bastante, hasta el punto de tener que pararme para apartar alguna de ellas, no fuera que me quedara clavado...

Sin nada más que remarcar acabé llegando a la carretera que me llevaría hasta la rotonda de entrada en Gelida. Son poco menos de cuatro kilómetros que van de maravilla para retomar un poco el ritmo de pedaleo de cara a la subida a La Creu Aregall.

Si ya me gusta subir a La Creu por el lado de Corbera, por el de Gelida aún me gusta más. Es una subida un poco más larga y exigente que la otra, y además ese lado de la montaña es más húmedo y no está urbanizado, por lo que las vistas suelen ser más bonitas.

Me había tomado un gel allí en El Taió, que unido al plátano y al isotónico hicieron que tuviera la necesidad de beber agua, simplemente agua. Así que no me quedó más remedio que parar en la Font de la Saborida a rellenar el bidón. No me fue mal el descansillo, pero la verdad es que hubiera preferido hacer la subida del tirón, tiene más gracia. Pero tampoco era cuestión de ir con la boca pastosa hasta llegar a casa.

Foto típica en La Saborida


Bebo agua fresca, estiro un poco, hago un par de fotos y continúo mi ascensión hasta el puerto, al que llegué pocos minutos después. Ahora ya podía descansar un poco las piernas, que venían tres kilómetros y pico de bajada.

No es que fuera muy mal, pero el haber hecho las dos subidas al puerto me habían dejado las piernas bastante cargadas. Pero ya es eso lo que buscaba, que como últimamente hago salidas cortitas y sin tramos demasiado largos de subida, las piernas pierden la costumbre de pedalear durante muchos minutos seguidos.

Al acabar la bajada me desvío hacia L’Amunt para hacer unos pocos kilómetros más, y luego doy la vuelta para ir ya hacia casa.

Finalmente, 33 kilómetros, 870 metros de ascensión, 2 horas y 10 minutos de pedaleo, y 21 minutos de paradas. Unas cifras muy normalitas, pero una media tarde del sábado bien aprovechada. Luego en casa, media hora más de estática, y unos estiramientos, que hay que intentar mantener el medio buen estado de las articulaciones.

Subir y bajar, subir y bajar


Hoy tenía que haber salido, que para mañana se prevén lluvias. Pero entre que en la tele daban la “Dufiné Liberé”, que hacía un viento un poco molesto, y que hoy he empezado turno de mañanas en el curro, he acabado prefiriendo hacer un poco de “sofing”, y luego unos pocos ejercicios de musculación de brazos, que no todo va a ser mover las piernas. Mañana estática, y el jueves bici. Supongo.


Bruno