Buen día de diversión y sufrimiento, casi a partes iguales, tuvimos este sábado Ramón, Carlos y yo. Hacía tiempo que no nos juntábamos los tres para hacer una salidita con las bicis, y con lo del sábado ya tenemos para un tiempo más.
Les había preparado una ruta casi totalmente conocida ya por Carlos, y casi totalmente desconocida para Ramón. Esa ruta típica que ya he hecho varias veces en las últimas semanas: salida desde mi casa, subida a La Creu Aregall, bajada a Castellví de Rossanes, paso por Gelida, subida a la falda del Puig d’agulles, y bajada a Corbera. Todo ello alternando senderos y trialeras, caminos y asfalto.
Una ruta que cada uno afrontábamos con diferentes expectativas. Carlos, un mes sin tocar la bici, a ver qué tal se encontraba. Ramón, poco a poco recuperando la forma después de haber estado parado hace un tiempo. Y yo, esperando que se lo pasaran lo mejor posible, y a verlas venir también.
Salimos a las ocho y algo de la mañana. Ni temprano, ni tarde. El día estaba nubladillo, con lo cual parecía que íbamos a pasar menos calor del que nos imáginabamos el día antes. Mejor, porque de haberse repetido el calorazo que hizo el viernes lo habríamos pasado bastante mal.
Nada más salir de Corbera, unos senderillos por la zona de Las Parretas para ir habriendo boca. No llevamos ni quince minutos y ya me noto las piernas cargadas, jajaja. Bueno, ya irán entrando en calor.
Bajada por un sendero-trialera que ninguno de ellos conocía, desde Can Lluís a Can Planes, y volvemos a subir hacia la carretera, para meternos ya en materia subiendo por el Camí Ral hacia La Creu Aregall. Carlos, que tiene un mono de bici tremendo, y que ya se conoce ese tramo, se marcha a su ritmo mientras Ramón y yo subimos a uno más pausado, que aún quedan kilómetros.
Al final del camino nos está esperando, y ya hacemos el tramo de asfalto hasta la Creu de l’Aregall los tres juntos. Ramón no había estado nunca allí, así que era destino ineludible.
Recuperando fuerzas en la Creu de l'Aregall
Después de recargar energía, hacer unas fotillos y admirar el paisaje, retomamos la ruta, ahora en dirección a Castellví de Rossanes bajando por ese tramo tan guapo de senderos que ha sido uno de los descubrimientos del año. Antes de marchar de La Creu, cada uno se protege lo que cree conveniente, o lo que puede protegerse con la indumentaria que lleva en la mochila. Carlos, con los manguitos; Ramón, con los guantes largos; yo, con el cortavientos.
Bajada espectacular la que hicimos. Del tirón, sin parar en ningún momento, dando pedales cuando la pendiente disminuía, disfrutando muchísimo de esos senderos y caminos. Y sufriendo mucho también, pues como ya había constatado yo hace unos días, las lluvias de las últimas semanas han hecho crecer mucho la vegetación, sobretodo los zarzales, y claro, tampoco se trataba de ir parándose cada dos por tres para apartar las zarzas... Así que nada, cogiendo con fuerza el manillar y apretando los dientes, así bajamos los tres, fustigando nuestros brazos y piernas mientras arrastrábamos a nuestro paso toda zarza que se cruzó en nuestro camino. Alguno estuvo a punto de quedarse “clavado” y todo, ¡jajaja!
Al llegar al final de la bajada, exclamaciones y risas comentando lo burros que habíamos sido. Pero es que realmente nos lo habíamos pasado de fábula. ¿Qué importaban “unos cuantos arañazos”...?
Como niños...
Bueeeeno, media ruta hecha, y hasta el momento el disfrute estaba siendo mayúsculo. No podíamos pedir nada más. Tocaba ahora hacer unos pocos minutos de carretera hasta pasar Gelida y coger el camino de La Font Freda, que nos llevaría hasta la falda del Puig d’Agulles, en la que iba a ser la segunda subida propiamente dicha del día.
Camino de Gelida
Después de subir las primeras rampas, y antes de afrontar el resto de la subida, parada técnica en la Font Freda a rellenar bidones, y también para que Ramón y Carlos conocieran ese paraje tan bonito.
En la Font Freda
Posando
Tras una parada bastante larga reemprendimos la marcha, intentando coger un ritmo que no nos machacara demasiado.
Pasando por Can Voltà
Según subimos les comento de hacer una breve parada en el Mirador de Can Migrat, que ellos dos no conocían, y al que valía la pena asomarse. Era el día de disfrutar también de las paradas “turísticas”.
Ramón, señalando Gelida
Carlos, oteando el horizonte
Ahora ya sí tocaba subir de una vez hasta la falda del Puig d’Agulles. Carlos fue cogiendo su propio ritmo y poco a poco se fue alejando. Mientras, Ramón, reservándose más que en otras ocasiones se marcaba un ritmo un poco más lento que le permitiera acabar bien toda la ruta. Y yo, allí en medio de una encrucijada. ¿Intentaba seguir el ritmo de Carlos o me quedaba haciendo “grupeta” con Ramón? La respuesta me la acabaron dando mis piernas...
Reagrupamiento al llegar arriba (a la falda de la montaña, que a la bola aún no me atrevo a subir, jajaja), y sin parar, trialerilla en dirección a Can Armengol, y de allí camino hasta L’Amunt.
Empezaba ahora el segundo tramo salvaje de la jornada. Y digo salvaje, no porque lo hiciéramos a lo bestia, sino porque el sendero había desaparecido bajo la vegetación, y lo tuvimos que hacer casi a ciegas por encima de ésta. Suerte que yo he pasado ya varias veces por allí y me conozco la trazada...
Bueno, conocerla, conocerla, me la conozco, pero eso no impidió que en un momento de descontrol total de mi trayectoria acabara tumbado en un blandito lecho de plantas varias. Una caída tonta de esas que metros antes ya la ves venir. Me la voy a pegar, me la voy a pegar... me la pegué. ¡Jajajajajajá! Creo que nunca me había reído tanto estando tirado en el suelo. ¡Ojalá todas las caídas que tenga sean así de “inofensivas”!
Lo que nos llegamos a reír...
Pues no estaba yo a gusto ahí tumbado...
Claro, sí es que casi no se veía por dónde había que meter la rueda. Comentaba Ramón, que iba detrás mío, que él seguía mi rueda porque daba por supuesto que yo sabía por dónde nos metíamos, pero que si no se habría parado porque realmente la vegetación impedía dar por sentado que allí había un sendero.
- Vaya unos sitios por los que nos mete este Bruno... Mira cómo me he puesto la pierna...
- Sí, ya le vale. Yo creo que me he clavado un pincho en un dedo...
Pues nada, después de un buen rato de risas y de hacer unas fotos del momento, seguimos con la bajadita, que aún quedaba un pequeño tramo por hacer. Una zona ya un poco más despejada, igualmente divertida, y después de pasar un pequeño tobagancillo me avisa Ramón de que Carlos se ha caído.
¡Jajajajajajá! Resulta que al avisar a Carlos de una piedra que había justo después de pasar el tobogancillo, se frenó por precaución buscando la citada piedra, y se enganchó con las ramas de la espesa planta que tapaba el paso por esa zona. Resultado:
Ramón le tuvo que ayudar a desengancharse el pie del pedal
Por suerte también fue una caída de esas en las que la única consecuencia son unas buenas risas y alguna que otra foto. Bueno, ya sólo faltaba Ramón... pero por suerte no tuvimos ninguna caída más.
Una vez acabamos ese tramo, ya en la confluencia de la Riera de Can Planes con la de Rafamans, y viendo que íbamos bien de tiempo, decidimos hacer unos cuantos minutos más. Así que nos metimos por el camino del Cau de la Guineu, para acabar haciendo un sendero-trialerilla que normalmente suelo hacer de bajada, pero que un par de semanas atrás había hecho de subida, y me pareció que era una buena idea hacerlo así. Carlos puso la directa, me adelantó como una moto y lo subió del tirón. A Ramón y a mí nos resultó durísimo, y tuvimos que echar el pie a tierra a media subida.
Después de ese, ¿porqué no hacer aquel otro sendero que va a parar al Pou dels Crestats? Ya que estábamos, aunque ese sendero es bastante duro en su parte de subida, ya no ibamos a rajarnos. Total, después de eso ya tiraríamos para casa.
Acabando la subida del sendero
Pues nada, ya cogimos camino hacia Sant Ponç, y desde allí, los últimos 5 ó 6 kilómetros por asfalto hasta mi casa.
Finalmente nos salió una ruta de casi 40 kilómetros y unos 1100 metros de desnivel acumulado, en 3 horas y cuarto de pedaleo, con casi 1 hora y media de paradas.
Un perfil casi repetido en las últimas salidas
Fue una mañana de sábado muy divertida. Una ruta muy guapa, muy buena compañía, y muchas risas. Creo que los tres nos lo pasamos realmente bien.
Y cada uno de nosotros sufrió su particular penitencia, que quien más quien menos tiene pecados por los que pagar... ¡Jajajajajajá!
Bruno
No veo mucha penitencia en esas fotos eh?
ResponderEliminarMas bien unas risas... Que así las salidas se disfrutan el doble.
Un saludooo
La procesión va por dentro... ¡Jajajajajá!
ResponderEliminar¡Saludos Theo!
pero que os a pasado,con tanta caida y tanto arañazo,es que esos senderos que tiene el monte os van a destrozar vivos.
ResponderEliminarJorge
O ellos o nosotros, ¡jajajajá!
ResponderEliminarLos estamos limpiando para cuando vengas por aquí...
:P
Pel que sembla la propera sortida l'haureu de fer amb neopreno.... no, si ja dic jo que la bici no és sana...
ResponderEliminarUna abraçada i merci x la crònica tan entretinguda!!!!
No és mala idea això del neopreno, que en alguna sortida he acabat fent una capbussada... :D
ResponderEliminarM'alegro que t'hagi agradat la crònica. La sortida va ser molt divertida.
Una abraçada, Mònica!
Kumpañññ menuda salidita mas guapa y sobretodo divertida. Y menudas risas nos hemos pegado, ¿eh?. Y un traje de neopreno.... ¡no!, prefiero uno de buzo, que ira bien ara las caidas, jejeje...
ResponderEliminarHasta la próxima.
Txarly.
La verdad es que yo me reí más de lo habitual... ¡no era para menos!
ResponderEliminarBuena idea lo del traje de buzo, aunque creo que alguno va a acabar necesitando una armadura...
Cuídate, cumpaaany!