Sin metas pero con objetivos, sigo disfrutando de las bicis y de otras actividades. Intento aprender continuamente para mejorar como persona, física y mentalmente. Este blog sigue siendo una especie de diario personal en cuanto a lo ciclístico, pero va siendo hora de ir añadiéndole algunas cosas más que también captan mi atención...

domingo, 27 de febrero de 2011

GARRAFEANDO


Yo pensaba que después de aquella salida que hicimos en enero, Carlos y yo no íbamos a volver a salir juntos, ya que tenemos objetivos distintos para este año, y eso conlleva que las rutas con la bici tengan que ser también diferentes.

Pero claro, estamos en el trabajo y: “oye, ¿qué haces este sábado?, “pues saldré con la bici”, ¿y tú que haces?, “también saldré en bici”, ¿y qué piensas hacer?”, “pues iré por aquí y por allí”, “ah, pues yo a lo mejor también me acerco por allí”, “si quieres hacemos un trozo juntos, y luego cada uno que tire para donde quiera”...

En fin, que al final resulta que no, que no acabo de librarme de él, y ayer volvimos a hacer una ruta juntos. Si es que somos masocas, ¡jajajajá!

Para este sábado yo tenía intención de hacer una ruta entre rodadora y montañosa, para hacer kilómetros pero sin un desnivel excesivo. Mi idea era ir hasta Olivella, pasando por Olesa de Bonesvalls, y volver para Corbera. Me saldrían unos 60km y unos 1000m de ascensión. Buena salida para ir pillando la forma poco a poco.

Carlos tenía pensado hacer una ruta mucho más exigente, que rondaba los 100km y 3000m de ascensión. En un principio parecen incompatibles, pero como él también iba a ir por el Garraf, se nos ocurrió hacer una pequeña “fusión de rutas”.

Quedamos en mi casa a eso de las 9 y cuarto de la mañana del sábado. Él vendría pedaleando desde su casa (faltaría más), con lo que cuando llegara a la mía ya llevaría algo más de 20 kilómetros, y una hora y pico de pedaleo. Entonces haríamos la ruta que tenía pensada yo, aunque en lugar de ir hasta Olivella lo que haríamos sería subir hasta La Desfeta. Después de bajarla, yo volvería por carretera hasta Olesa de Bonesvalls, y de ahí a Corbera, y él volvería por Sant Climent, haciendo el recorrido de vuelta que hicimos la última vez.

Así que a la hora prevista ya estábamos dando pedales desde Corbera en dirección a la N-340. Empezamos la ruta haciendo el camino del Cau de la Guineu, zona por la que salgo a correr últimamente. Como Carlos ya venía caliente, el ritmo era ligerito, aunque no mucho, que yo acababa de empezar y aún tenía el desayuno en la garganta. Pero claro, tampoco se trataba de que él se “aburriera”. Aún así, él iba siempre por delante, y a unas decenas de metros de mí.

En media hora estábamos ya en la nacional, a media subida (bueno, algo más) al puerto del Ordal. Antes de que le pudiera hacer un comentario sobre la posibilidad de dar un pequeño rodeo por el Coll de Verdeguer, Carlos ya se estaba metiendo en la carretera para seguir subiendo (vaya, con lo bien que me habría ido un pequeño rodeo medio llano).

Subimos por asfalto durante unos minutos, en los que me llegué a poner en cabeza en el último tramo (ese pundonor, jejeje), hasta que llegamos a la urbanización El Lledoner, donde nos metemos para coger el camino de montaña que lleva a Olesa de Bonesvalls.

En la entrada del camino, una valla de obras que tenemos que rodear. Están haciendo una depuradora y colectores de agua. Ya está bien, ya, porque aquella zona tiene una riera que literalmente da asco, y que cuando la tienes que cruzar en dos o tres puntos del camino siempre intentas que no te salpique el agua ni el barro, porque el fétido olor que desprende te avisa de que seguramente no sea “agua limpia”.

La bajada hasta Olesa es fácil y relativamente rápida. Sólo el continuo traqueteo provocado por la gran cantidad de piedras sueltas que hay, y por piedras que sobresalen de la tierra, hace que haya que ir con un poco más de cuidado del normal, y que haya que ir levantándose del asiento en constantes ocasiones. Imperativo esto último, pues vamos a hacer muchos kilómetros, y el culo hay que ir cuidándolo desde el primer momento, que últimamente está “recibiendo” mucho.

Según bajábamos no pude evitar pensar en aquella otra vez que fuimos por allí, hace ya un año, mientras nos preparábamos para el Soplao, y en la que llegamos a pasar un frío tan exagerado que al llegar a Olesa nos tuvimos que meter en un bar para calentarnos, y luego dar la vuelta desistiendo de hacer la ruta que teníamos pensada.

Siguiendo con este sábado, cuando llegamos a Olesa Carlos me avisa de que va a parar a coger agua en una fuente. Qué raro, pienso yo, si normalmente aún le debería de quedar casi todo el bidón lleno, que él suele beber poco. A ver si es que no va muy sobrado y aprovecha para descansar un poquillo, ¡jajajá!

Después del aprovisionamiento líquido seguimos camino hacia coger la piesta forestal que va hasta Can Grau, ahora ya metidos en el Parc del Garraf. Es un camino en ligera pero constante subida, con algunos tramos de más pendiente, y en el que cuesta un poco coger el ritmo después de haber hecho la larga bajada desde El Lledones hasta Olesa.

Con Carlos siempre por delante, y a un ritmo bastante bueno. Y aunque yo no iba sobrado precisamente, sí que me fijé que de pulsaciones iba muy bien, para nada altas. Supongo que los días de estática y las dos salidas rodadoras que he hecho últimamente (por el río, y por el Camí de les Aigües) han hecho su efecto, y empiezo a coger un poco de forma.

Una vez acabado el tramo de subida, y antes de empezar la corta bajada hacia Can Grau, iba yo lanzado por una zona llana cuando tengo que frenarme casi en seco porque veo que Carlos estaba parado al lado de lo que parece una especie de “miniermita”, de esas en las que dentro la gente pone alguna virgen en miniatura y cosas por el estilo.

Después de la parada de Olesa, ahora ésta. No puede ser que Carlos se pare tanto. Me dice que le ha llegado un mensaje al móvil, así que por supuesto hay que parar para ver qué es. Pero después de que me diga que no era nada importante, yo ya no sé qué pensar, y le comento si no se habrá parado porque iba hecho polvo intentando dejarme atrás, y se ha tenido que buscar una excusa para descansar un poco, ¡jajajajá! Ya que estamos parados aprovechamos para comer algo y hacer unas fotos.

Mmmmm... ¿mensaje telefónico?...

No veas si pasan aviones por allí

Pequeña panorámica de la zona


Seguimos adelante y llegamos a la carretera que va de Olivella a La Plana Novella. Me paro porque oigo unos golpes en el pedalier muy raros, y según estoy comprobando qué pasa Carlos se da cuenta de que era una piedra en el neumático que pegaba contra el triángulo trasero. Buff, menos mal.

Hacemos la bajada por Can Grau y llegamos A La Plana Novella. Carlos planteó que fuéramos hasta el monasterio budista, por aquello de hacer un poco más de ascensión, pero a mí no me convencía la idea. No sé porqué se me ocurre que en lugar de subir por la pista que lleva a Begues, y luego subir a La Desfeta, podíamos meternos por el camino que lleva a Vallgrassa, y de ahí coger la carretera que sube a la “bola del Garraf”. Sólo he ido allí una vez, hace por lo menos un año, precisamente con Carlos y su primo Jorge, cuando andábamos preparándonos para el Soplao (la primera mitad del año pasado todo era de preparación para el Soplao).

A Carlos le pareció buena idea, ya que luego podría volver por Castelldefels, Gavá, Viladecans, Sant Climent, etc, hasta su casa. Primer cambio de planes del día. Así que nos metimos en el camino y fuimos tirando (a ratos incluso me ponía yo delante...) hasta llegar a la Collada de Vallgrassa, donde el camino se cruza con la carretera que lleva a las antenas del Garraf.

Una vez allí, y sólo para que quedara grabado en el gps, crucé la carretera y me adentré unos metros en la continuación del camino que traíamos. Viendo que tenía buena pinta (pista forestal sin grandes pendientes, y que se perdía a lo lejos) llamo a Carlos y decidimos seguirlo a ver hasta dónde nos lleva. Siempre tendríamos la posibilidad de dar la vuelta si no nos convencía el terreno. Segundo cambio de planes del día.

Resultó que el camino (Camí de Can Planes) nos gustó, y en lugar de dar la vuelta seguimos adelante mientras yo no paraba de hacerle comentarios a Carlos, en plan cachondeo, sobre lo buena ruta que podía ser ésta para preparar Los Monegros, aunque yo no tuviera intención de hacer esa marcha.

Un camino de muy fácil rodaje


La pista seguía y seguía, y parecía no acabar nunca. De fondo teníamos el mar, y a lo lejos, entre las montañas, se veía más camino. Así que, aún pensando que podría ocurrir que tuviéramos que darnos la vuelta y pegarnos la paliza de rehacer el camino, nos estaba gustando tanto esa zona que no pudimos dejar de seguir avanzando. Yo, por si acaso, iba muy pendiente de cuántos kilómetros llevaba ya de ruta, para no llevarme una sorpresa cuando decidiera que ya era momento de volver a casa. En cualquier caso, de pulsaciones iba muy bien, y aunque de piernas pudiera acabar pagando el esfuerzo, lo que más me preocupaba de cara a la vuelta era como acabara teniendo de dolorido el culo, que empezaba a dar ya avisos.

Llegamos a un cruce de caminos donde nos detuvimos a repostar y pensar si seguíamos adelante o no. Según las indicaciones de un cartel que había allí, y tal y como nos estábamos imanginando, podíamos acabar volviendo a la urbanización de La Plana Novella. Así que decidimos que aquellos caminos podían esperar a otra ocasión, y que lo mejor era pensar ya en el camino de vuelta. Unas fotos, comer algo...

Otro día, hasta Sitges...


La primera parte del desvío que cogimos consistía en una bajada no demasiado larga ni con una pendiente muy grande, pero lo suficiente como para que hacerla de subida (en otra ocasión) pudiera llegar a ser costoso. Nos cruzamos con varios que subían no muy sobrados precisamente. Yo seguía con el cachondeo de Los Monegros, y le comentaba a Carlos que hacer ese tramo de subida podía ser un buen entrenamiento de cara a la marcha “monegrense”.

Después del tramo de bajada vino una zona con algo de llano y subida ligera, hasta que acabamos llegando a las inmediaciones de la urbanización, y casualmente, a uno de los caminos de entrada al monasterio budista. Mira por donde, al final Carlos se iba a salir con la suya.

Ya que estábamos allí “el cumpany” aprovecharía para comprar una botella de agua, que aunque aún le quedaba medio bidón, seguramente acabaría por hacerle falta. Yo tenía todavía suficiente isóstónico en el Camelback, y el bidón con agua aún no lo había empezado. Mientras él iba a comprar la botella yo aproveché para investigar un sendero que había por allí.

"Haciendo tiempo"


De vuelta le comento a Carlos que el sendero acaba saliendo a la urbanización, y que además parece haber un paraje curioso para visitar. Así que nos dirigimos hacia allí, y resultó que había un estanque, con un pequeño “escondrijo” de piedra realmente chulo.

Dentro del "empedrao"

¿Qué hace un palet allí en medio?


Después de hacer un poco de turismo salimos de la urbanización para volver a llegar (un par de horas después) al cruce de entrada en ésta, en el que hay que decidir si tiras hacia Begues o hacia Olivella. A mí me daba mucho palo volver a Olesa de Bonesvalls por Can Grau, aunque sólo hay que hacer un par de tramos de subida: uno, el de Can Grau, bastante duro, y otro, el principio de la pista hacia Olesa, cortito. Luego es todo bajada hasta allí.

De tal manera que decidí “acompañar” a Carlos hasta la base de la Desfeta, subiendo por la pista forestal que lleva a Begues. No es que fuera mejor opción que la otra, porque por aquí hay por lo menos media hora de subida constante, pero la verdad es que me apetecía más. Es una subida de esas que me gustan. Le dije que nos despidiéramos ya, y que él tirara a su ritmo, que así haría un entrenamiento más adecuado que si iba a mi ritmo. Pero no, no se marchó...

El principio de la subida se me hizo un poco más duro, pues hay una sucesión de repechos rompepiernas que no te dejan coger un ritmo. Luego la pista pasa a ser casi sólo de subida, con lo que poco a poco puedes marcarte un ritmo de pedaleo, que realmente es lo que necesitaba yo.

Carlos empezó marchándose bastante. Pero al cabo de un rato, cuando yo ya había cogido mi ritmo, y viendo que no lo tenía muy lejos, empecé a apretar un poco para ver si era capaz de cogerle. Tenía tres cosas a mi favor: una, que él llevaba una hora y pico, y veintitantos kilómetros de ruta más que yo. Otra, que él tenía pensado subir a La Desfeta y yo no, con lo que podía yo echar el resto en esa subida, pues luego tendría un tramo relativamente fácil hasta Olesa. Y la última, que al tenerle delante mío, me servía de referencia. En cambio él, era como si estuviera haciendo una cronoescalada.

Cuando llegamos a La Creu de Coll Fitó, punto de inflexión de la subida, casi lo había cogido. En cualquier caso, él aprovechó ese punto para darse la vuelta y esperarme, con lo que ya acabamos de hacer el resto del camino juntos. Fue una subida muy “interesante”, en la que nunca subí demasiado de pulsaciones, aunque las piernas tampoco las tenía para mayores alegrías.

Al llegar a la base de La Desfeta me dice Carlos que ha decidido no subirla, más que nada porque se le iba a hacer tarde, y tenía cosas que hacer después de comer. ¿Seguro que no iba ya cascado después de intentar mantener un ritmo alto para desembarazarse de mí? Mmmmmm...

Así que llegamos a la carretera de Begues y paramos para despedirnos, pues ahí él tiraría hacia un lado, y yo hacia el otro. Yo no iba muy sobrado, pero a él le debió de parecer que estaba mucho peor, porque me planteó la posibilidad de continuar juntos hasta su casa, para luego subirme en coche hasta Corbera. No era mala la idea, pues el camino ya era casi todo de bajada hasta Sant Boi, y luego por el río hasta su casa.

Pero a mí no me hacía gracia que luego tuviera que perder el tiempo en llevarme en coche hasta mi casa. Para eso que se quedara a subir a La Desfeta. La verdad es que me llegó a acojonar, ¡jajajá! Que si aún te queda una buena paliza. Que si el tramo hasta Olesa es jodidillo. Que si luego tienes que subir hasta El Lledoner. Que si vas medio "enrampao" (llegando a Coll Fitó tuve unos amagos). Que si te vas a tener que parar por ahí para que te vaya a buscar. ¡Jajajajá! Que si no me importa llevarte a casa...

Nada, que me vuelvo por donde tenía pensado. Cueste lo que cueste. Seguro que llego. (Mira que si luego me tengo que comer mis palabras...). Me tomé un gel de frutas, un recuperador que me dió Carlos, estiré un poco, y nos despedimos deseándonos una buena vuelta a casa.

Empecé el tramo de carretera hacia Olesa pensando en si aguantaría bien el dolor que tenía ya instalado en mi culo. No lo tenía muy claro. Pero había que probar, que últimamente he perdido ese instinto de sacrificio que tenía el año pasado. Al poco rato me paré en una gasolinera para cambiarme el buff de la cabeza y el del cuello, que el cielo estaba muy cubierto y por esa zona pega mucho el aire, y ya que llevaba de repuesto, mejor ir con la cabeza y el cuello secos que mojados. Por lo menos de eso no tendría que preocuparme.

Ya continúo mi camino hacia Olesa, aprovechando que el trayecto es de ligerísima bajada (tal y como yo lo recordaba) para poner el plato y conseguir mantener una velocidad bastante buena. Algún repechillo que se pasa casi por inercia, y cuando me quise dar cuenta ya estaba en Olesa de Bonesvalls. Bueno, ya queda menos, aunque ahora tocará hacer unos pocos kilómetros de subida.

Lo peor del tramo hasta El Lledoner no es la subida en sí, de poca pendiente, sino que el camino está muy “empedrado”, y cuando ya llevas el culo dolorido no es muy agradable que digamos. A un ritmo relajado, para no acabar por castigar demasiado las piernas, y levantándome en algunos momentos, y buscando una posición cómoda en el asiento en otros, tenía claro que llegaría sin mayores problemas.

A media subida me paré a hacer unas fotos de un riconcillo que había visto horas antes, cuando habíamos bajado al inicio de la ruta, y que como han estado “limpiando” el camino ahora ha quedado al descubierto. Es una roca recubierta de vegetación, de tal manera que realmente parece un árbol.

Realmente curioso, es una roca y no un árbol

Cómo no voy a salir yo en la foto...


Después de la paradita, que también me sirvió para descansar un poco, continué hasta El Lledoner, a donde llegué en pocos minutos. Ya tenía hecho lo peor del camino de vuelta. Ni rastro de rampas en las piernas, ni éstas sobrecargadas, y aguantando bastante bien el dolor en las posaderas, que como iba cambiando de posición y alternando ratos de pie, lo estaba aguantando muy bien.

Ahora tocaba bajar un par de kilómetros por carretera hasta coger el camino de montaña por el Fondo de Can Dispanya hacia Sant Ponç, camino casi totalmente de bajada. Una vez vi el monasterio ya tenía claro que llegaría bien a casa.

Ya casi he llegado


Sólo quedaba ya rodar unos pocos kilómetros por carretera, con algunos repechos intercalados, y llegar a casa, donde aún me subí diez minutos en la estática para estirar un poco las piernas antes de hacer los estiramientos.

Finalmente me salió una ruta de casi 80 kilómetros, con algo más de 1500 metros de ascensión acumulada, en 5 horas y poco de pedaleo, para un total de poco más de 6 horas de salida.

No ha estado nada mal la ruta

Es lo bueno de hacer salidas largas, que abarcas una zona muy amplia


Muy contento con la ruta. He hecho una salida ya un poco larga, a un ritmo bastante bueno, y sin subir mucho de pulsaciones. Aunque los tendones de ambas rodillas me han ido molestando en condiciones normales de pedaleo, sobretodo en las dos o tres primeras horas, luego parece que se han calentado y me han dejado de molestar, salvo en momentos puntuales.

Hemos “descubierto” caminos nuevos, de pista forestal, y hemos visto que hay muchos otros por descubrir. Muy adecuados para hacer kilómetros de rodaje sin excesivos desniveles, o por lo menos sin rampas exageradas. Hay que volver por allí.

Y el ir acompañado de Carlos siempre me hace exigirme un poco más, y también intentar algún piquecillo en algunos momentos, que siempre va bien para mantener un poco de tensión en el pedaleo. A parte de las risas y las tonterías típicas de siempre, ¡jajajajá!

Bueno, ya veremos que hago en la próxima salida...


Bruno

jueves, 24 de febrero de 2011

RODANDO POR LES AIGÜES


Ayer miércoles tocaba bici. Me volvía a apetecer pedalear en llano (que nooo, que no estoy preparando Los Monegros...), así que después de trabajar me preparé y me fui al Camí de les Aigües, en Barcelona. Claro, hasta casi las cuatro de la tarde no conseguí estar subido en la bici. Pero bueno, la idea era dar dos o tres vueltas al tramo que yo conozco, que hace 10 kilómetros de largo, con lo que me acabarían saliendo 40 ó 60 kilómetros, que no estarían nada mal.

El cielo se había medio tapado, y hacía un poco de aire, pero no se llegaba a estar mal. Eso sí, habría preferido un día más “bonito”.
El camino es entretenido, con Barcelona siempre de fondo, y cruzándote con todo tipo de gente: ciclistas, corredores, paseantes... De tal manera que, aunque pueda parecer un poco aburrido dar dos o tres vueltas al mismo circuito, realmente no lo es. Al menos para mí.

A un ritmo ligero, intentando mantener más o menos constantes las pulsaciones, fui haciendo kilómetros. Primer “largo”, 10 kilómetros, media hora. Segundo “largo”, otros diez kilómetros (sólo faltaría), otra media hora. Bueno, a ese ritmo podría dar tres vueltas en tres horas, y marcharme de allí a eso de las siete de la tarde, que no estaría mal, aunque un poco justo para volver a casa, ducharme, cenar, e intentar irme a dormir a una hora prudencial. Según me viera en la segunda vuelta decidiría, que también podía hacer dos vueltas y media, o sólo dos.

Típica foto de relleno


Empecé la segunda vuelta pensando que porqué no, podía dar las tres vueltas aunque llegara más tarde a casa, que como la noche anterior había dormido bien (ayer llegué dos horas tarde al trabajo...) no me importaría acostarme un poco más tarde de lo previsto (ahora que no me pego la siesta tengo que ser un poco más estricto a la hora de acostarme). Además, ganas de hacer los 60 kilómetros tenía. Pero no, acabé haciendo sólo 40.

Podría decir que fue porque estaba oscureciendo (en un buen tramo del recorrido ya no se veía el sol, que estaba escondiéndose). Podría decir que fue porque entre el aire algo frío que hacía y los nubarrones negros que se estaban instalando encima del camino, ya no me sentía a gusto. Podría decir que fue porque al final decidí que no valía la pena llegar una hora más tarde a casa. Y también podría decir que fue porque me empezaba a notar cargados los isquiotibiales de la pierna derecha (la que se me enrampa)...

Pero no. Si finalmente decidí dar sólo dos vueltas y marcharme ya para casa, no fue por ninguna de esas razones. Fue porque tenía el culo totalmente escocido y ya no sabía cómo sentarme. Ayyyyyyy, este sillín... que nos trae por el camino de la amargura, ¡eh cumpany!

Pues nada, que no pude más, y acabé haciendo sólo 40 kilómetros, en un par de horas. Bueno, tampoco está mal como rodaje entre semana.

Total, de momento la semana está siendo bastante completita. Después de la “paliza”del lunes (es que acabé bastante cascado), el martes hice una hora de estática para estirar las piernas, y una hora de “musculación” (por decir algo) de los brazos, que no todo va a ser piernas, piernas, piernas...

Ayer hice los cuarenta kilómetros con la bici, y hoy he vuelto a hacer una hora de musculación y otra de estática (a ritmo de paseo, eso sí). Así que nada, de momento mi cambio de rutina está siendo satisfactorio. Aprovecho la tarde, hago ejercicio, y me voy a dormir pronto, que las horas de sueño también se notan. A ver lo que dura esto...


Bruno

lunes, 21 de febrero de 2011

7 KILÓMETROS


La semana pasada decidí empezar una “rutina” consistente en llegar de trabajar y, en vez de comer y pegarme la consecuente siesta (qué malo es el turno de mañanas en el trabajo), hacer ejercicio del tipo que sea (estática, bici, caminar, correr, o gimnasia), y una vez acabado, comer.

Con esto busco varias cosas: una, aprovechar mejor la tarde y conseguir acostarme más pronto, que cuando trabajo de mañanas siempre voy falto de sueño. Otra, hacer ejercicio con luz solar (y poder acostarme antes también), que si como y me pego la siesta es imposible. Y otra, quemar algo de grasa al hacer ejercicio sin haberme pegado la comilona previa. Parece más lógico comer después de haber hecho ejercicio, que comer sin haberlo hecho.

En cualquier caso no lo hago con el estómago vacío, que me da algo. Siempre como algo de fruta volviendo del trabajo, o pico algo antes de ponerme con el ejercicio. Después de ejercitarme intento comer bien, y equilibrado: ensalada de primero, plato básicamente de hidratos de segundo, proteínas de tercero... y un postrecillo puede que caiga también.

Eso fue lo que hice la semana pasada (menos el lunes, que habiendo salido en bici el sábado, y a correr el domingo, era imperativo descansar), llegar del trabajo y subirme a la estática para hacer por lo menos una hora cada día. ¡Algún día casi me duermo, jajajá!

La idea es tomarme el domingo de descanso, y empezar la rutina los lunes. Así, hoy he llegado de trabajar, y con un plátano y unas avellanas en el estómago me he ido a correr un rato a la montaña.
El circuitillo que he hecho las otras veces.

Esta vez he empezado por caminar durante un kilómetro mientras investigaba unos senderos, y así he podido hacer un poco de calentamiento articular y muscular previo.

Luego ya me he metido en el “circuito”, con la intención de hacer esos 5 kilómetros que hice el domingo pasado. Eso, siempre y cuando el cuerpo me lo permitiera. He empezado a un ritmo suave, y enseguida he visto que me encontraba muy bien aeróbicamente hablando (vaya terminología...). Lástima que me he olvidado el pulsómetro. (La cámara me la he dejado adrede).

He ido haciendo el circuito, físicamente más sobrado que en anteriores ocasiones (no sé si habrá tenido algo que ver la salida en bici del sábado), y sólo he tenido que caminar un par de veces no previstas para superar una zona que estaba muy embarrada (a parte de la bajada que siempre hago andando para no forzar las rodillas).

Como he ido aguantando bien el ritmo, y no me dolía nada (alguna pequeñísima molestia sólo), he decidido que al acabar el circuitillo daría la vuelta y reharía un tramo de éste para intentar llegar por lo menos a los seis kilómetros.

Claro, una vez que te pones es difícil retenerte, y viendo que iba bien he querido llegar a los siete. Así que he seguido un poco más de lo previsto, lo justo para acabar con, ahora ya sí, un ligero dolorcillo en el exterior de la rodilla derecha, y en el exterior del tobillo izquierdo (antiguo esguince).

En fin, que he arriesgado demasiado, pero parece que he conseguido que el dolor no fuera a más. He acabado contento por haber hecho siete kilómetros, y para estirar las piernas aún me he cascado dos kilómetros más, eso sí, andando.

Total, he acabado haciendo 10 kilómetros. 3 andando y 7 corriendo. No me lo esperaba, y no lo tenía así planeado. Pero es que nunca hago las cosas tal y como las pienso en un principio.

Para mañana el plan era salir en bici, pero supongo que lo que haré será salir a caminar, que ahora mismo tengo las piernas bastante cargadas, y seguramente me vaya bien una ligera caminata para recuperarlas. Quizá coja la bici el miércoles. Ya veremos.


Bruno

domingo, 20 de febrero de 2011

PASANDO DEL DIABLO


Ayer sábado tocaba salir en solitario, que de vez en cuando es mejor así.

Me apetecía hacer una ruta totalmente llana, para hacer kilómetros y empezar a coger un poco de fondo, ahora que aún no he perdido todo el que gané el año pasado.

Barajé la opción de ir al Camí de les Aigües, en Barcelona, pero finalmente decidí hacer un recorrido por el Llobregat, que no es que me encante precisamente, pero al menos no sería tan repetitivo como meterse tres vueltas en “las Aigües”.

Me levanté “con la calma”, y después de desayunar y preparar los bártulos bajé a Molins en coche, por no tener que hacer luego la vuelta pedaleando, que ya he dicho que quería hacer llano.

La idea era ir hacia Martorell, pasar de largo el Pont del Diable, y continuar hasta que ya no hubiera camino. Entre las indicaciones de un compañero de trabajo y lo que había visto en el “Güiquiloc”, sabía que la cosa sería complicada.

En Molins, en vez de coger el camino del río donde lo he hecho otras veces, decido seguir un poco más adelante, dirección Barcelona, para ver hasta dónde puedo llegar. Es un camino que va paralelo al del río, pero que discurre por el lado interior de la autopista.

A la altura de la Depuradora de Sant Feliu me paro porque el camino está casi impracticable debido al barro. Y para qué meterse, si lo que yo quería era hacer kilómetros. Así que doy la vuelta, me acerco a Sant Feliu para ver a qué altura estaba, y vuelvo atrás para seguir, ahora ya sí, por el camino del río propiamente dicho.

Primera foto tonta del día


Tomo ya dirección Martorell, e intento coger un ritmo más o menos sostenido que me permita ir a una velocidad respetable sin llevar demasiado altas las pulsaciones. De momento el plato grande lo dejo para mejores circunstancias. Voy con el mediano, y trabajando la cadencia.

A la altura del Papiol hay una zona un poco liosa (vamos, que yo me lío siempre), y tiro por un camino que no es exactamente el que va al lado del río, pero que unos cientos de metros después vuelve a conectar con éste. Durante un tramo coincidí con dos ciclistas que iban juntos, y con otro que iba sólo, y según por donde pasáramos nos íbamos adelantando los unos a los otros.

Un poco más adelante el camino estaba cortado por obras (que novedad en esa zona), y toca meterse unos minutos por la carretera del polígono industrial, para después de un rato de rodaje por asfalto poder volver a meterme en el camino del río, ya a la altura de Sant Andreu de la Barca.

Sin más incidencias llego al Pont del Diable, en Martorell, que paso de largo para ver hasta dónde se puede llegar con la bici. Era ésta una zona nueva para mí.

La verdad es que aún pude hacer bastante trozo. Eso sí, las características del camino pasaban a ser diferentes, con zonas más estrechas, y discurriendo por lugares más “salvajes”, con vegetación más cerrada. En algunos momentos no tenía claro si el camino iba a continuar o a acabarse de golpe.

Por esta zona me crucé con un grupo de por lo menos 20 beteteros y beteteras, que parecía iban de excursión. La verdad es que durante todo el recorrido me encontré a bastante gente, corriendo, en bici, o simplemente paseando.

Después de pasar por lo que parecía el delta seco de una riera, una amplia zona de tierra en la que había que mirar bien por donde pasar para no quedarse clavado, acabé llegando a la Depuradora de Abrera, donde ya sí parecía que terminaba el camino, y la única opción para seguir era meterse en la carretera que va a Olesa.

Así que me dediqué a intentar encontrar una alternativa por algún camino que había por allí, pero viendo que no era capaz decidí dar ya la vuelta. Me metí entonces por una zona que parecía me podía llevar al otro lado del río, pero lo único que conseguí fue llegar al final de un camino que daba al río directamente.

La zona era bastante más fea de lo que parece en la foto


Me encontré con una pareja que andaban también buscando un paso hacia la otra ribera, y después de charlar un poco con ellos continué el camino de vuelta, ahora ya sin más “investigaciones”, queriendo volver a coger un buen ritmo de pedaleo, que con la tontería llevaba ya un buen rato de paradas y vueltas tontas.

Enseguida puse el plato grande, que pensé, y así lo parecía, que podría aguantar un ritmo más elevado debido a que ahora el camino pasaba a ser ligerísimamente de bajada.

Y sí que lo aguanté durante algunas zonas, pero en otras tenía que volver a poner el mediano, pues no era capaz de rodar con el grande sin subir bastante de pulsaciones, que no era lo que quería.

Además, aunque el camino de vuelta se hace algo más fácil por el hecho de ser “de bajada”, llevaba el culo excesivamente dolorido para el rato que llevaba encima de la bici. Y es que el hacer un trayecto tan llano te lleva a pasar mucho rato sentado (aunque de vez en cuando te vayas poniendo de pie para evitar esas consecuencias que ya conoces).

Así que entre que iba algo tocado ya de piernas, y que tenía las nalgas bastante escocidas, pues no era capaz de mantener un ritmo tan bueno como me habría gustado.

Llegando a la altura del Papiol me paré a fotografiar a un rebaño de ovejas y cabras que andaba por allí pastando (no sé cuán buenas serán las hierbas de la zona...). Le pedí permiso al pastor, no fuera que le molestara, y me estuve allí unos minutos haciendo fotos, sobretodo a una cabra que acababa de parir.

Un paraje muy poco idílico para traer una vida nueva al mundo

La última foto tonta del día


Después de la paradita, que la verdad me fue muy bien, continué con “la ruta”, pensando si parar cuando llegara a Molins, o intentar hacer unos pocos kilómetros más y completar así un trayecto un poco más largo. El único problema es que llevaba ya muy tocado mi "asiento".

Como la bici iba tan sucia por culpa del barro que se le había ido acumulando (que además es barro guarro, de ese que no es que huela muy bien precisamente), decidí aguantar un poco más el dolor cular y continuar hasta Sant Feliu, para salir a la carretera e ir hasta un lavadero de coches donde dejé la bici inmaculada. Casi parecía nueva.

Después de lavarla ya sólo me quedaron unos pocos minutos más de “sufrimiento” hasta llegar a Molins, donde había dejado el coche.

Al final me salieron 60 kilómetros en 3 horas y media de pedaleo, y unos tres cuartos de hora de paradas. Unos números para nada espectaculares.

Me salieron casi 300 metros de ascensión acumulada !!


Como conclusión de la rutilla, algo que ya sabía, y es que no estoy muy bien precisamente. Llegué bastante tocado de piernas. Y con el culo muy dolorido por la falta de costumbre en pasar varias horas sentado en el durísimo asiento que llevo.

El “tendón de la izquierda” me molestó menos de lo esperado. Quizás porque había retocado un poco la posición de la cala, y también porque el recorrido era tan plano que no tuve necesidad de hacer demasiada fuerza con él.

Unos compañeros de trabajo se están planteando muy seriamente hacer el Maratón de Los Monegros, prueba que yo hice el año pasado y que no tenía intención de hacer éste. Pero como ellos seguramente vayan, y como parece que han cambiado el recorrido, pues pensé que si cuando se acerca la fecha me encuentro más o menos en condiciones (aunque no quiero hacer un entrenamiento específico para la prueba) podría presentarme.

Pero después de la salida de ayer tengo muy claro que si tuviera que decidirlo a día de hoy, no iría...


Bruno

lunes, 14 de febrero de 2011

UNA SEMANA MÁS PRODUCTIVA DE LO ESPERADO


Empezaba mal para mí el mes de febrero, pasando la primera semana en blanco, con fin de semana en cama incluído, por culpa de un constipado. Así que me tuve que contentar con leer las crónicas que de su salida ciclista hicieron mis compañeros.

La semana pasada no empezaba con unas perspectivas mucho mejores, aunque el haber pasado ya lo peor del constipado me hacía albergar esperanzas de estar en condiciones de poder salir el sábado.

Con tal fin, y pretendiendo recuperar un poquito de lo perdido los últimos días, el miércoles, el jueves y el viernes me pegué unas horitas en la estática.

El miércoles, una hora de “aclimatación” a los pedales mientras veía la prueba de descenso femenino en los Campeonatos del Mundo de Esquí. No veas cómo bajan...
El jueves, una hora y media, ya metiéndole un poco de resistencia, mientras miraba el final de una de las etapas del Tour de Qatar de ciclismo. Rectas y más rectas...
Y el viernes, casi sin quitarme las legañas, una horita más, en esta ocasión para estirar las piernas, mientras hacía un poco de zapping. Lo que hay que ver...

Notándome ya casi completamente recuperado del resfriado, y con esa “gran preparación” en la estática, quedé con Carlos para volver a salir juntos este sábado. Ángel, que estuvo a punto de no venir, al final no pudo resistirse a salir con nosotros...

A las ocho y media en la iglesia de Sant Baldiri, en Sant Boi de Llobregat. Llegué unos minutos antes de la hora acordada, y mientras acababa de prepararme apareció Carlos, ya sudado, que venía en bici desde su casa. Al poco llegó Ángel, que como yo, había ido en coche (ya intentaré ir y volver en bici más adelante).

La ruta planeada era la misma que habíamos hecho Carlos y yo un par de semanas atrás, así que después de los saludos y los primeros chistes y risas del día a costa del calzado que llevaba Carlos (a él le dejo el honor de hacer algún comentario), atravesamos Sant Boi para ir a coger un corto tramo de la carretera de Sant Climent, y meternos ya por el Camí de Can Bori en dirección a Begues.

La mañana era fresca pero no fría, con bastante humedad, y con esa niebla que llevaba toda la semana acompañándonos. Las primeras rampas del día, y la verdad es que no me encontraba demasiado mal. La temperatura ayudaba a pasarlo un poco mejor, y aunque las vistas no eran buenas por culpa de la niebla, el paisaje de esa zona siempre es de agradecer.

Hacia allí nos dirigimos


Comentarios jocosos de Ángel sobre el recorrido que teníamos planeado, risas, y muy buen ambiente en estos primeros compases, en los que aproveché para hacer algunas fotos.

Un ambiente muy distendido

Intento de foto "artística" 


Bastantes ciclistas y algunos corredores por todo este camino, y después de disfrutar de los senderos finales llegamos a la carretera de Begues, donde Carlos, que se había “escapado” del grupillo, ya nos estaba esperando.

Empezamos a subir la carretera, con más tráfico del que yo me esperaba, y después de unas cuantas curvas nos desviamos hacia el camino del Mas de Les Planes, tal y como hicimos en la última salida. El rampón del veintipico por ciento, las pulsaciones a unos niveles bastante altos a pesar de tomármelo con calma, y llegamos al “descansillo” que hay al llegar arriba. Paramos allí a recuperar un poco el fuelle, y comentar la jugada. Unas fotos, más cachondeo, y a seguir, que aún queda subida.

Sin comentarios


La zona que viene a continuación es bastante entretenida, con un poco de pista por zonas húmedas, y luego unos senderos y trialerillas muy divertidas. Aprovechando que Carlos iba grabando vídeo (o intentándolo, aún no lo sé), me puse delante en algún momento, y aún sin quererlo fui haciendo esos tramos bastante más rápido de lo que habría ido en otra situación.

Me fue muy bien haberle quitado un poco de presión a la horquilla de suspensión, pues en la anterior salida me pareció que me repercutían demasiado los golpes al pasar cualquier irregularidad del terreno. Así que en esta ocasión iba mucho más cómodo, comentándole luego a Carlos lo increíbles que me parecen las bicis de hoy en día. Y eso que yo no llevo ningún “maquinón”.

Después de este tramo llegamos a la pista forestal que sube hasta la Desfeta, segunda “dificultad montañosa” del día. Ángel no paraba de hacer cachondeo (¿serían los nervios?) sobre cuántas subidas llevábamos hechas ya, y cuántas nos faltaban todavía, a lo que siempre le decíamos que en la ruta sólo había tres, lo que pasa que claro, se pueden dividir en varios tramos y convertirlas en más de tres, ¡¡jajajaajá!!

La subida a La Desfeta me hizo constatar que en estas dos semanas he perdido bastante de la poca forma que me quedaba, pues en ningún momento pude, ni me planteé, seguir el ritmo que impuso Carlos. Nada que ver con la subida que hicimos aquel día. Así que Ángel y yo fuimos subiendo juntos, mientras le comentaba lo mucho que me gusta esa subidita, ya que es bastante tendida y te puedes marcar un ritmo más o menos constante.

Un poco de cachondeo para hacer más amena la subida

De fondo, aunque no se ven bien, Les Agulles 


Faltando el último tramo apareció Carlos, que venía a nuestro encuentro, y ya acabamos juntos la subida. Una vez en la torre de vigía, me dio por investigar un pequeño senderillo pedregoso que hay al lado, y que más de una vez me he quedado con ganas de hacer. Después de un par cientos de metros de traqueteo acabé llegando a una bajada de esas que yo hago caminando, y pensé que lo mejor era dar la vuelta,que mis compañeros me estaban esperando. Un par de fotos y vuelta a la torre, esta vez desviándome por otro camino que iba a parar a la pista de subida a la cima.

Por aquí habría que bajar


Bajada rápida pero prudente, no como algunos cilcistas que nos cruzamos al subir, y una vez abajo tomamos camino hacia Begues Parc, pasando por otra zona muy chula de senderos y pequeñas trialeras. Nada más acabar esta zona, parada obligada por culpa de un pinchazo en la bici de Ángel. Aún hoy dudo de si realmente pinchó o “lo hizo ver”.

¿Qué le estará diciendo?

Entretenidos que estaban

Yo a lo mío...

Pero, a ver, ¿quién es el que ha pinchado...?


Llevaba él un rato haciendo comentarios sobre lo mejor o peor que le caíamos, y sobre si iba a volver a salir alguna vez más con nosotros. ¡Jajajajá! Además, a sus reiteradas preguntas sobre si ya habíamos hecho o no todas las subidas planeadas, pues nosotros, claro, no le íbamos a mentir, y le decíamos la verdad, que aún quedaba una, la subida al Montau. Así que, como justo después de que le hubiéramos enseñado la montaña hacia la que nos dirigíamos, pinchó, pues yo no tengo muy claro si fue una avería real, o fue un intento de hacernos dar la vuelta...

Carlos señalando nuestro siguiente objetivo. Y Ángel se pensaba que era cachondeo...


Después de reparar la avería seguimos adelante, pasamos por algún sendero más, y  llegamos a la carretera que sube a la subestación eléctrica. Nada más empezar a subir intenté apretar el ritmo, con la intención de “disputarle” a Carlos la ascensión, pero enseguida me empezaron a llegar avisos de calambres en mi pierna derecha, así que no tuve más remedio que bajar el ritmo.

De todas maneras, no habría podido seguir a Carlos, que este sábado estaba en mucho mejor forma que la última vez que salimos. Y con más diferencia que en La Desfeta, cogió su ritmo y rápidamente nos dejó atrás. En pocos instantes ya casi lo habíamos perdido de vista.

Tuve que hacer zoom para hacerle la foto


Bueno, yo ya había tenido mi momento de gloria en la anterior salida, donde por dos veces me lo fundí subiendo. ¡Jajajajá, eso quedará para la posteridad...!

¡Jajajá!, "mi momento de gloria"...


Ángel, que ya no iba sobrado (yo tampoco, para qué negarlo) se buscó su propio ritmo, y fuimos tirando para arriba, disfrutando de subir por una carretera en la que es muy difícil encontrarse algún coche.

Cerciorándome de que Ángel me sigue


Ya llegando a la estación eléctrica me desvié por un camino que quería dejar marcado en el gps, y después de recorrer unos cuantos metros volví a la carretera para unirme a mis compañeros al final de ésta. Ya “sólo” nos quedaba hacer el último tramo, ahora de tierra, hasta llegar a la cima del Montau.

Tremendas las rampas primeras una vez pasada la “subestación”. A Carlos no le volvimos a ver hasta llegar a la caseta de los bomberos. Ángel y yo fuimos subiendo como podíamos, muy justos ya de fuerzas, tirando totalmente de desarrollo (a mí no me importaría que la bici tuviera cuatro platos...), e intentando en la medida de lo posible guardar algunas pocas fuerzas para poder llegar a la cima sin tener que echar pie a tierra, cosa que en algún momento me planteé hacer.

Realmente fueron éstos los minutos más difíciles de toda la ruta, pues no es una ni dos, sino varias las rampas (por suerte no muy largas) de gran porcentaje que hay que subir de camino a la cima. A medio camino veo que Carlos estaba subido en la caseta de los forestales haciendo alguna foto.

Ni siquiera aprovechando esta situación le pudimos dejar atrás. En cuanto pasamos se bajó de allí, se subió a la bici, y nos pasó tan rápido que parecía que acabara de empezar su ruta.

Por fin llegamos arriba, bastante exhaustos, pero satisfechos (por lo menos yo). Llevábamos 33 kilómetros y 1000 metros de ascensión acumulada. No está nada mal para nuestro estado de forma.

Posando en el punto geodésico

¡Eh!, no te escapes...


Después de las fotos y de recuperarnos un poco, iniciamos la vuelta, que ahora sería casi todo de bajada, aunque claro está, con algunas subidas intercaladas. Pero eso sería lo menos relevante.

Una paradita antes de seguir


Bajada del Montau rápida, desviándonos por un camino alternativo, de gran pendiente y que algún día habrá que hacer de subida (algún día), atravesamos Begues por el carril bici que tienen allí, y ya bajada por carretera hasta llegar al desvío que me descubrió Carlos el otro día.

Es un tramo guapísimo de senderos y trialeras, bastante largo, que nos lleva a las inmediaciones de Sant Climent. Me puse yo delante para poder cogerles ventaja y pararme a hacerles unas fotos, que el otro día me quedé con las ganas.

Empiezan los senderitos

¡Qué "buena" foto!

Ésta es un poco mejor

Yo lo intento, pero no me salen...


Un tramo realmente muy, muy divertido. Disfruté muchísimo. Y la verdad es que lo bajé con más soltura que la primera vez, quizá también espoleado por el hecho de querer cogerles ventaja para poder fotografiarles después. El caso es que me lo pasé muy bien.

Una vez acabada esta zona, ya sólo faltaba completar algún tramo más de bajadas y subidas, pasando por el cementerio de Sant Climent, y luego hacer un tramo cortito de carretera para volver a meternos por los últimos senderos del día, ya en Sant Boi.

Un poco de callejeo, ver a Carlos subir la tremenda rampa que hace ya tiempo que yo no me atrevo a subir (creo que le estoy cogiendo miedo, jajajá), y llegar a la iglesia, donde dimos por acabada la ruta.

Ángel tenía prisa (ya le habían llamado varias veces por teléfono), y a Carlos aún le quedaba volver por el río a su casa, así que después de comentar brevemente la salida nos despedimos.

Yo aún me quedé un rato más por allí. No me pareció conveniente meterme ya en el coche, así que preferí seguir una calle que sale de la plaza de la iglesia, y que es llana, para hacer unos pocos minutos de recuperación de las piernas. Cuando estaba ya de vuelta hacia el coche ¡aparece Carlos!, que resulta que aún tenía ganas de más y había decidido subir a Sant Ramón.

Lo que pasa es que no iba muy bien de fuerzas, y además, mientras estábamos hablando de qué hacíamos aún allí los dos, veo que lleva la rueda trasera pinchada. Pues nada, que mientras él arreglaba el pinchazo, yo metía la bici en el coche y hacía unos estiramientos.

Finalmente decidió irse ya para casa, que con la tontería se había hecho un poco tarde, y tampoco iba tan sobrado como para meterse en las piernas esa última ascensión.

En definitiva, para mí fue una mañana muy divertida, en la que sufrí lo que ya me imaginaba que iba a sufrir (con lo que no contaba es que me fueran a entrar principios de “rampas”), con esa molestia ya constante en el tendón del cuádriceps de la pierna izquierda, disfrutando mucho de la bici y de la ruta, con un tiempo inmejorable, ya que no hacía frío pero tampoco calor, y bien acompañado, con muchas risas y cachondeo en general.

La ruta no estuvo nada mal. 55 kilómetros, con casi 1300 metros de ascensión, en seis horas y tres cuartos de salida, y cuatro y media de pedaleo.

Un perfil sin estridencias


Llegué a casa muy contento. De esas veces que llegas más contento de lo normal. La verdad es que me lo pasé muy, pero que muy bien.

Y como conclusión de la jornada, la constatación de que, si ya soy malo como ciclista, como fotógrafo soy pésimo...




“DOMINGO DE RESURRECCIÓN”

Ayer domingo me desperté con ganas de salir con la bici otra vez, por aquello de estirar y recuperar las piernas del ejercicio del día anterior, que la verdad es que las tenía bastante cargadas. Pero, aún en pijama, me senté en la bici y me dí cuenta de que no era la mejor idea. No veas si me dolían los isquiones, vaya con el nombrecito...

Así que después de pensarme bastante si salía a caminar, a correr, o no hacía nada, me pregunté qué era lo que me apetecía realmente. Y como me apetecía salir a correr, pues me vestí a lo cutre (a ver si me compro ya algo decente para ir a hacer “running”, como se dice ahora), me puse las bambas, y me subí al coche para ir hasta el punto de partida de mis aventuras “futinguísticas”.

No las tenía todas conmigo. Después de haber salido el sábado con la bici pensaba que quizá era forzar demasiado las articulaciones. Pero pensé que podía seguir los consejos que algunos me han dado, y caminar un rato, trotar unos minutos, caminar otro rato, trotar unos minutos...

Lo que pasa es que en cuanto empecé a caminar no pude resistirme y me puse a correr. Encima, a un ritmo bastante alto (claro, como había gente por allí, pues no podía empezar a correr a ese ritmo de tortuga al que he ido en las otras dos ocasiones). El caso es que empecé muy fuerte, pensando que en cuanto llegara un repechillo lo haría caminando. Pero no fue así, ya que sólo llevaba tres minutos corriendo, y creí conveniente seguir por lo menos hasta llevar cinco.

Nada, que cuando llevaba cinco minutos me pareció que eran muy pocos como para ponerme ya a caminar, así que ya me propuse llegar hasta la primera subida de verdad, y ahí ya vería qué hacía. Pues qué pasó, que justo allí había otro grupito familiar (los domingos ya se sabe), y claro, no me iba a parar justo delante de ellos...

Me “tocó” subir la cuesta corriendo, aunque en realidad ya tenía pensado intentar llegar al cruce del Pou dels Crestats sin parar, que ahí es donde tomo la primera referencia de tiempo. Las pulsaciones altísimas, seguro (suerte que no llevo el pulsómetro, jajajá), que el ritmo que llevaba, y la ruta del día anterior en bici estaban pasando factura. Pero claro, cuando pasé por el Pou llevaba tres minutos de mejora respecto de la otra vez (tres minutos sobre quince está muy bien).

Como no me dolía nada pensé en seguir hasta llegar a la curva del “Fondo de Can Dispanya” (lugar en el que me doy la vuelta, pues ahí sí que empieza una subida de las de verdad), y como ya había pasado la zona de más desnivel de subida, pues ya no iba tan cascado, aunque lo iba. El plan era llegar allí y volver hasta el coche andando...

Pero claro, como nunca hago las cosas tal y como las planeo, al llegar allí me dí la vuelta y seguí corriendo, que ya que estaba, pues nada, “hasta que me duela la rodilla”, me dije. La vuelta es más problemática, pues el camino pasa a tener una ligera pendiente de bajada, con lo que las rodillas sufren más. Estaba seguro de que en cualquier momento me empezarían a doler.

Pero no fue así, y seguí corriendo hasta llegar a la pequeña cuesta nombrada antes, que esta vez sí me dio por hacer andando, que tampoco se trataba de tentar a la suerte, y por caminar un poquito tampoco pasaba nada.

Un poco "tocado" sí que iba


Una vez hecha la bajada, y alguna foto, continué trotando, que ya hacía rato que más que correr, trotaba. Con el paso de los minutos, el objetivo a conseguir había pasado a ser llegar al final del camino sin que me doliera la rodilla. Y así fue. Acabé el camino sin dolor rodillil. Tengo que decir que no me lo esperaba. No sé si es que el haber salido con la bici había “reforzado” la zona, o es que mi cuerpo ya se está adaptando a ese tipo de ejercicio.

Total, que tan satisfecho estaba que quise seguir caminando (ahora ya sí, caminando) unos minutos más, que iba bien de tiempo, de fuerzas, y de ganas sobretodo. Pasé por el coche a beber agua, y cogí el camino de Can Casildo para hacer un ratillo más de paseo por la montaña.

Subiendo por el camino de Can Casildo


Me acerqué hasta la antigua Font Vella de Can Casildo, aquella a la que mi padre nos llevaba de pequeños. Y digo antigua porque si vas ahora es imposible encontrarla. Después de aquellas tormentas que hubo, en la que tantos y tantos árboles cayeron, y cómo no decirlo, debido a la pasividad o indiferencia del Ayuntamiento que sea, la vegetación ha acabado por tapar todo aquello, y es imposible reconocer tan siquiera el sitio.

Yo sé que allí hay una fuente porque había ido de pequeño, y porque hace sólo un par de años estuve allí con la bici, redescubriendo un lugar tan bonito como era aquel. Ahora sólo es un rincón más de la montaña.

Por ahí "había" una fuente


En fin, que después de estar allí un rato haciendo fotos y grabando un vídeo, me dí la vuelta y regresé al coche. Volví a casa muy contento, tal y como me pasó el sábado. Esta vez por haber podido hacer todo el recorrido previsto corriendo sin sentir molestias en las articulaciones. Eso no quiere decir que la próxima vez no me vaya a suceder lo contrario. Pero al menos esta vez no me ha dolido nada. Tremendo.

Cualquier día pongo también el perfil que me salga en la estática, ¡jajajajá!


5 kilómetros y poco, y 35 minutos corriendo. 3 kilómetros y algo, y tres cuartos de hora caminando. Muy satisfecho conmigo mismo. Eso sí, las piernas hechas polvo.

En definitiva, una semana que parecía iba a pasar en blanco, ha acabado siendo muy productiva. Estática, bici, correr... A ver si puedo seguir así. Poco a poco.

Eso sí, llevo ya un tiempo con un dolor constante en la rodilla izquierda (estando en reposo, que ya no es sólo al hacer ejercicio) que ya no tengo nada claro que sea del tendón del cuádriceps, ni tampoco del rotuliano. Ayayayayayyyyyy, la condropatía...


Bruno