Sin metas pero con objetivos, sigo disfrutando de las bicis y de otras actividades. Intento aprender continuamente para mejorar como persona, física y mentalmente. Este blog sigue siendo una especie de diario personal en cuanto a lo ciclístico, pero va siendo hora de ir añadiéndole algunas cosas más que también captan mi atención...

jueves, 14 de octubre de 2010

HACIENDO SENDERISMO


Hace unos días me estuve planteando la posibilidad de participar en una caminata bianual que organizan los del grupo de senderistas al que pertenece mi padre. Es una marcha de casi 40 kilómetros de recorrido, y acaba con la ascensión al monasterio de Montserrat, tras unas 10 horas de camino.

Cuando me dijo que la hacían pensé que porqué no participar.
Estoy convencido de que mi corazón aguantaría ese esfuerzo, pero seguramente mi cuerpo no. Caminando se usan músculos y partes del cuerpo diferentes a las que usamos al pedalear, con lo que fácilmente acabaría por tener que abandonar debido a problemas musculares o de otro tipo, en las piernas, o en los pies.

Además, me vino a la cabeza la primera y última vez que se me ocurrió participar en una de las caminatas que organizan mi padre y compañía. Fue hace tres años, en la caminata de Els Cinc Cims, que es la que se alterna con esta de Montserrat, y que en un recorrido de casi 30 kilómetros recorre cinco montañas que rodean Corbera.

Como en este caso, estaba convencido de poder aguantar ese esfuerzo. Y aguantarlo lo aguanté... hasta que mi rodilla derecha dijo que ya estaba harta de flexionarse tantas veces aguantando el peso de mi cuerpo mientras bajábamos esas montañas.

Fue un poco fustrante, porque físicamente me encontraba en excelentes condiciones, pero preferí retirarme a tiempo que lamentarme después por haber querido acabarla. Hice bien.

Y es que ya tenía antecedentes parecidos de cuando, un par de años antes había tenido un dolor parecido al inicio de una salida en bici, y por no ser un quejica (y eso que iba yo sólo) seguí adelante, con lo que cuando llegué a casa, casi no podía caminar. A raíz de eso estuve yendo a rehabilitación, y no volví a coger la bici hasta meses después, cuando ya me lo empecé a tomar un poco en serio.

En cualquier caso, y volviendo a la caminata de este año, al final la anularon por culpa del temporal. “Perfecto”, así puedo prepararme para cuando la hagan, de aquí a un mes.

Pensé, cuando le estuve dando vueltas a la posibilidad de participar, que era la ocasión perfecta para empezar a hacer otro tipo de ejercicio físico que complementara al que hago con la bici, y así tener las piernas, y el cuerpo en general, más equilibrado muscularmente hablando.

Los problemas que voy arrastrando en las rodillas seguramente mejorarían si hiciera algún ejercicio que movilizara otros grupos musculares, en este caso, que hiciera trabajar a mis piernas de manera diferente a cuando pedalean.

Como además siempre me ha gustado caminar por la montaña, pues sería el complemento ideal a la bici. Ir a nadar me es más complicado, y correr mejor que no, que mis tobillos, rodillas y columna no me lo iban a agradecer.

El caminar por la montaña te hace poder disfrutar de ella de manera diferente a cuando vas con la bici. Al ir a una velocidad mucho más baja, y no tener que estar pendiente del vehículo en el que vas montado (o sea, de pegártela), puedes ir mirando el paisaje con total tranquilidad, apreciando aún más si cabe toda la belleza que encierra cualquier rincón de la naturaleza.

Así, y casi por casualidad, el sábado por la mañana salí con mi primo David, su mujer Sandra, el pequeñajo hijo de ambos, mi sobrino-primo Nico, y Laura, prima de Sandra, a dar un paseo por la montaña, por alguno de los numerosos caminos que me conozco gracias a mis salidas beteteras.

Tengo que decir que el camino por el que fuimos, ya nos lo descubrió mi padre hace muchos, muchos años, a mi hermano Luis y a mí, cuando siendo muy pequeños ya nos empezó a inculcar el amor por la naturaleza. Más tarde también se lo haría descubrir a mis hermanas Cristina y Diana, cuando íbamos de paseo con nuestra perra mestiza Nuca, de grato recuerdo para todos nosotros.

Después de este momento para el recuerdo, sigo con lo que estaba...

Pues como decía, este sábado salimos a pasear por la montaña.
Fue un paseo muy grato, sobretodo por la compañía, y es que no sale uno todos los días a pasear llevando a un niño de 11 meses en brazos, enseñandole la belleza natural que nos rodea. (Eh, que los otros tres no me sobraban, jajajajá!!)

Además también me sentí muy bien por el hecho de ser yo el que les estaba enseñando a los demás esos rincones naturales que tenemos tan cerca de nosotros, y a los que tan fácil es acceder.

Total, que estuvimos un par de horas paseando, disfrutando con los árboles, el canto de los pájaros, y con alguna anécdota divertida debido al calzado que llevaban las mujeres (lo siento, tenía que decirlo).

De vuelta al coche, que habíamos dejado en un lugar estratégico, decidí volver a casa caminando. Así completaría una buena pateada que me serviría para probar el estado del tendón del cuádriceps de la pierna izquierda, y empezar a fortalecerlo un poco, que ya hace dos semanas que no hago nada.

Finalmente salieron casi 10 kilómetros, los últimos cuatro forzando bastante el ritmo, para ver qué tal me iba. Al llegar a casa, y al día siguiente, las piernas algo cansadas, y el tendón dando un poco de guerra, que es lo que me esperaba, pero poca cosa.

Entre el paseo y la pateada final acabé haciendo un buen ejercicio


Caminando un poco más en serio

Con el buen sabor de boca de la caminata del sábado, el lunes me decido a volver a salir, esta vez en solitario, para hacer un recorrido más largo y exigente, a la vez que aprovecharía para investigar esos senderos por los que cuando voy con la bici no me decido a aventurarme.

En esta ocasión ya salgo mejor pertrechado, con la mochila a la espalda, agua, comida, chubasquero... La intención es caminar unas cuatro horas, investigando algunos senderos que tengo en mente.

Aunque salí bastante tarde, casi a la una del mediodía, el ánimo era bueno, y eso es más importante que la hora de salida.

Fui con el coche hasta donde iba a empezar la caminata, previniendo que una posible tormenta me hiciera volver a la carrera, o simplemente llegara allí embarrado o demasiado cansado para volver a casa caminando.

Fue una caminata muy provechosa en todos los aspectos.
Investigué esos senderos que tenía ya vistos, descubrí otros que no conocía, fui a lugares a los que hacía tiempo que no iba, y caminé por zonas que ya he recorrido muchas veces con la bici.

Per esta vez con una mirada distinta, más serena, más relajada. Disfrutando de la proximidad con el terreno que te da el hecho de ir andando, tocando la vegetación, pisando la tierra con tus propios pies, ayudándote de las manos para salvar obstáculos, agachándote para pasar por sitios inaccesibles a la bicicleta, en definitiva, sintiendo la naturaleza más directamente.

No estoy con esto diciendo que con la bici no tengas sensaciones parecidas, pero sí son algo diferentes, pues el ir montado encima de ese artilugio, y a más velocidad, no permite captar todos los matices de lo que te rodea.

Estuve caminando varias horas, disfrutando muchísimo de todos los minutos, y de todos los lugares por los que pasé. Caminé un rato bajo la lluvia, pisé barro, piedras, alguna caca de oveja...

Fui a la Font de l’Elies, pasé por Sant Ponç, el Pou dels Crestats, estuve en el Pla del Bosc y en la Font del Serral Llarg (!), en el Bosc de les Comes, en la Font del Lladoner (!), fui hasta la Penya d’en Rovira en el Serral del Becó, pasé por el Cau de la Guineu...

En definitiva, una gran caminata, pues en casi cinco horas recorrí casi 17 kilómetros, haciendo un ascenso acumulado de 600 metros.

No está mal para ser una caminata de investigación


Todo perfecto. Hasta que ya de vuelta, cuando me quedaban menos de 3 kilómetros hasta el coche, apareció el maldito dolor punzante en la rodilla derecha. Claro, tantos kilómetros, tantos kilómetros, pues toma. Si es que ya me vale. Para una vez que salgo a caminar y me pego la gran kilometrada.

Hice los últimos tres cuartos de hora a una velocidad bastante lenta, intentando flexionar lo menos posible la rodilla, ayudándome de las dos ramas de árbol que había reconvertido en bastones de trekking.
Y es que los 600 metros de ascensión acumulada que hice, llevaban asociados otros tantos de descenso. Y eso es lo que me fastidia la rodilla. Exactamente lo que me pasó en aquella otra caminata hace ahora tres años.

Eso sí, parece que esta vez no ha sido tan “grave”, pues al llegar a casa no me dolía en exceso, al día siguiente casi no lo hacía, y hoy ya no me ha molestado nada. También supongo que esta vez me ha cogido mejor entrenado.

Así que nada, a seguir caminando para prepararme la caminata de Montserrat, y por supuesto, a ver si cojo ya la bici, que ganas tengo. Empezaré con un par de horitas y sin forzar, a ver si al tendón se le quitan poco a poco las tonterías.

Pero bueno, ahora que me voy a hacer senderista...


Bruno

domingo, 10 de octubre de 2010

LA RECRÓNICA DE LA ERMITANYOS 2009


El próximo domingo 31 de octubre se celebra la marcha de btt Ermitanyos 2010.

Aún no tengo nada claro si participaré, aunque si me veo medianamente bien iré, ya que el año pasado dije que volvería.

Es una prueba que me dejó un gran recuerdo, pues fue la primera marcha de gran kilometraje que hice, en una época en la que pasé, en dos meses, de hacer salidas de 30 ó 35 kilómetros a hacer una salida como ésta, que tenía unos 90 kilómetros.

En septiembre había participado en la Aranbike y en la Valbuena, dos pruebas que rondan los 50 kilómetros, de caracteríscas diferentes, pero duras ambas, y después de hacer la Sant Joan Despí - Montserrat (75km) a principios de Octubre, me encontraba eufórico, con la sensación de “poder con todo”.

Así que cuando me enteré de que a finales de mes había una marcha de 90 kilómetros y 2200 metros de ascensión acumulada, no pude resistirme a la tentación de intentar hacerla.

Por aquellas fechas ninguno de mis compañeros de fatigas estaba en condiciones de afrontarla con un mínimo de garantías, unos por falta de entrenamiento, otros por problemas físicos. Así que me fui para allí yo sólo.

Fue una prueba dura, en la que sufrí bastante y disfruté muchísimo. Conseguí acabar todo el recorrido, muy cansado, pero tremendamente contento.

Y tengo que decir que aquella marcha marcó un punto de inflexión en mi mentalidad respecto a las pruebas beteteras. Hubo un cambio de chip en mi cabeza, que hizo que a partir de entonces me “dejaran de interesar” las pruebas que no tuvieran por lo menos 50 ó 60 kilómetros de recorrido.

Así me ha ido este año... Los Monegros, El Soplao, La VipXtrem, La Selènika...

En aquellas épocas no tenía el blog (ni pensamientos de que acabaría haciendo uno), pero sí que hacía crónicas de mis salidas para que las leyeran mis allegados.

Así que me hace gracia colgar aquí el relato de lo que viví aquel día.
Es una crónica bastante larga, e incluso se puede llegar a hacer pesada para aquel al que “ni le vaya ni le venga” saber de mis aventurillas, pero es que precisamente intenté plasmar lo dura y espectacular que fue para mí aquella marcha.

Releyéndola ahora me doy cuenta de cómo ha cambiado el cuento, pero puedo asegurar que aquel día fue para mí algo totalmente épico...


ERMITANYOS 2009

Bueno, pues el pasado domingo día 25 de octubre fui a Balaguer a hacer la última de mis machacadas en bici.

Esta vez fueron casi 90 kilómetros de recorrido, por montaña naturalmente, con unos  2300 metros de ascensión acumulada, lo que se traduce en que había mucha subida, y muchos kilómetros.

Tardé 8 horas y 20 minutos en hacer todo el recorrido, aunque el tiempo de pedaleo real fueron 6 horas y 45 minutos.
El tiempo restante, 1 hora y media,  fue usado en paradas en los avituallamientos, y alguna que otra para pegar una meada o sacar alguna foto.

Lo más largo que había hecho hasta la fecha

  
La ruta

La prueba consistía en la ascensión a tres ermitas que hay en lo alto de otras tantas montañas. Además, en el recorrido se pasa por otra ermita situada en un pueblo, y también por un convento. Por eso la prueba se llama "Ermitanyos".

Por supuesto, entre estas 3 ascensiones había muchas más zonas de subidas, y de bajadas también, claro. Y aunque no era realmente lo que llamaríamos un circuito rompepiernas, pues tanto las subidas como las bajadas eran bastante largas, sí que es una ruta exigente físicamente, tanto por el kilometraje como por el desnivel acumulado.

La ruta fue muy bonita. Muchos kilómetros se hacían por pistas forestales, algunos por asfalto, y de lo que hicimos bastantes (para lo que suele ser habitual) fue de senderos y de trialeras. Realmente se lo curraron mucho en este aspecto.

Durante el recorrido, muchas zonas suficientemente chulas como para pararse a hacer fotos. Y alguna hice, pero muchísimas menos de las que me habría gustado, y es que si me pongo a hacer fotos no acabo la ruta ni en 20 horas.

Por supuesto, en el trayecto había varios avituallamientos en los que reponer fuerzas, uno en cada una de las cuatro ermitas a las que llegábamos.

El itinerario no tenías porqué hacerlo entero, se podían hacer sólo 45 km, 70 km, o la ruta entera, que es la opción que yo tenía pensado hacer.


La salida

Al ser una prueba no competitiva, la salida la podías hacer entre las 8 y las 9 de la mañana, a tu aire. De tal manera, que en ningún momento se formó un grupo de ciclistas esperando que alguien diera la salida. A partir de las 8, la gente fue marchando de allí según les iba pareciendo.

(Bueno, ahora que lo estoy releyendo, pienso que a lo mejor sí hubo una salida "propiamente dicha", pero como yo aparecí por allí sobre las 8 y cuarto...)

Yo aproveché para hacer un par de fotos, pregunté hacia dónde era la salida (no fuera a salir al revés, ¡ja, ja!) y a eso de las 8 y 20 me situé debajo del arco que simbolizaba la salida y la meta, y empecé la prueba. (Curioso. Salí a las 8h y 20min, y llegué 8h y 20min después).

A punto de partir, totalmente concentrado


La verdad es que este aspecto de la marcha me pareció un poco “soso”, ya que llegas allí, y simplemente empiezas a pedalear.
Nadie se fija en tí, no hay nadie que esté pendiente de quién empieza y quién no, nadie te desea suerte ni te da ánimos, en fin, un poco desangelada la cosa. (Claro, también hay que decir que yo iba sólo.
¡Quién me iba a desear suerte!). Tampoco sales exactamente sólo, pues enseguida conectas con otros que acaban de salir, o te coge alguien que salió detrás tuyo.

(Aquí he de volver a hacer la misma reflexión que hace un momento.)

Se salía desde la ribera del río Segre, y nada más empezar se cruzaba el río por uno de los puentes que hay en Balaguer. Nos metimos por unas calles del casco urbano y ya de buenas a primeras empezamos a subir. Por supuesto, me lo tomo con calma, que quedan 90 km por delante y ni siquiera he calentado. Aún no habíamos salido del pueblo y en 1 kilómetro y medio ya habíamos ascendido 60 metros. No es mucho, pero parece un aviso de lo que puede venir.

Rápidamente dejamos Balaguer y seguimos por un camino que discurre entre masías o granjas, dentro de una gran zona de campos de cultivo. Aquí el camino volvía a ser llano, con zonas de ligera bajada o subida.

A los 25 minutos y 6 kilómetros de empezar, me paro un momento para quitarme el cortavientos, pues aunque estaba totalmente nublado y al empezar parecía que iba a hacer fresco, la verdad es que hacía un poco de bochorno y yo ya estaba empezando a notarme demasiado acalorado. Con la camiseta, el maillot y los manguitos que me dió Carlos, amigo compañero de trabajo, ya tendría bastante.

El camino sigue subiendo, con una pendiente ligera pero constante. Por esa zona adelanto a un par de grupos de chicas que iban hablando y tomándoselo con demasiada calma para mi gusto.

Después de un tramo de ligera bajada, comienza de nuevo la subida, y enlazamos unos 400 metros de asfalto por una carreterilla secundaria, justo a la derecha de un pueblo que se llama Castelló de Farfanya,  y esta vez ya sí con una pendiente más pronunciada que obliga a bajar desarrollos y a llevar una velocidad bastante baja.

A esta altura del trayecto, el kilómetro 10 más o menos, llevo unos 40 min. de pedaleo, a una media de 14 kph y he llegado a la cota 400.
A partir de ahora empieza un tramo de bajada, dejando lo que hasta el momento había sido camino de tierra ancho, y pasando a pedalear por un sendero entre una pequeña zona “semi-boscosa”.

Incomprensiblemente, algunos/as corredores se frenan mucho en esta parte del camino y hay que hacer un poco de cola y pedalear más despacio de lo que me habría gustado, pues era una zona divertida y nada peligrosa, aunque estaba un poco húmeda en algún tramillo.


Hacia la primera ermita

Ya, después de aproximadamente 1 kilómetro y medio de sendero en bajada, y muy divertido a pesar de las pequeñas aglomeraciones que pillé, volvemos a rodar por camino tipo pista forestal (agrícola diría yo), de subida constante pero no dura, con algún pequeño trozo de bajada y de llano.

La subida continúa, ahora ya rodeados de zonas más verdes que los campos de cultivo que dejamos atrás, y cada vez se hace un poco más dura, siempre pedaleando por camino ancho y de fácil rodadura.

Poco a poco el camino se va haciendo más difícil, sin llegar a ser nunca de gran dureza, y durante un tramo de un par de kilómetros la velocidad media pasa a ser de unos 8 km/h (seguramente usé el plato pequeño y el tercer o cuarto piñón). Me paro un momento para hacer un par de fotos, pues la increible vista lo merecía.

La vista era más espectacular de lo que yo supe reflejar en la foto

Me miraban con cara de no entender porqué me había parado

De allí veníamos


Lástima que cuando vuelvo a subir a la bici, y después de sólo 10 ó 15 metros, la vista era mucho mejor para hacer una foto. No me vuelvo a parar, ya que si no entraría en la dinámica de pararme cada dos por tres para hacer fotos, y tampoco se trataba de eso, que aún quedaban casi 70 kilómetros por delante.

Después de la rápida parada continúo subiendo, y más adelante llegamos a un falso llano que da a lo que es el primer avituallamiento de la jornada, situado en la Ermita de la Mare de Déu de Cérvoles, a unos 5 km al Este del río Noguera Ribagorzana y del Embalse de Santa Ana, en la frontera con Aragón.

La Ermita de la Mare de Déu de Cérvoles


Han sido 12 kilómetros y 1 hora de subida constante, con pendiente variable, pero que se iba endureciendo según ascendías, y que hago casi siempre con el plato mediano y sin forzar, pues queda mucha ruta por delante.

En este punto estamos en la que será la segunda zona (no cota) más alta de todo el recorrido, a unos 770 metros de altura.

De Balaguer a Cérvoles


El avituallamiento, más que un avituallamiento, realmente es un almuerzo (así lo tenían anunciado en la hoja informativa que nos dieron al apuntarnos en la salida). De tal manera que cuando llego a ese punto me quedo sorprendido por la visión de un montón de gente allí tirada en la hierba, en plan picnic, comiendo su bocadillo, y una cola de por lo menos 20 ó 30 ciclistas esperando para conseguir su bocata y su bebida.

Había más gente esperando de la que se aprecia en la foto


Viendo el panorama, y siendo sólo el kilómetro 24 de los 90 que tenía que hacer, me paro simplemente a hacer un par de fotos, y comer una barrita energética y beber algo de líquido. A los pocos metros, y ya fuera de las miradas de la gente, me paro a hechar una meada y ponerme el cortavientos, que parece que viene bajada, y algo de fresco hace cuando vas un poco rápido. Al final me lo pienso dos veces y acabo por volverlo a guardar y no ponérmelo.

Después de un par de tramos consecutivos de ligera bajada y subida, pasamos por la que será la segunda cota más alta, a unos 785 metros de altura. A partir de ahí, y siempre por pista, iniciamos una bajada, ya más pronunciada y a mayor velocidad, hasta llegar a un punto en el que tenías la posibilidad de seguir por la pista forestal o desviarte a la izquierda del camino para hacer una zona de trialera.

Según bajaba me lo pasé de largo, porque casi no me dio tiempo de ver qué ponía en el cartelito que habían colocado allí los organizadores. Y suerte que había allí un chico que te explicaba de qué iba el tema. Yo creo que si no está allí ese chico no veo el cartel.

Como me interesa hacer trialeras para coger más técnica y, como no, quitarme un poco los miedos a estas zonas, y pensando que seguir por la pista forestal no parecía tener mucha más gracia que el hecho de ir un poco lanzado, decidí aventurarme por el camino que habían señalizado como “enduro”.


Primera trialera

La trialera empezaba por una zona de casi 1 kilómetro más o menos llana (combinando ligeras subidas y bajadas), para luego pasar a tener medio kilómetro de subida, ya lenta y algo complicada por la orografía del terreno, en la que en un punto tuve que bajar de la bici para poder subir un escalón de piedra de algo más de medio metro de altura. Se me pasa por la cabeza aprovechar para hacer unas fotos, ya que la zona lo merecía, pero como he comentado antes, prefiero no entrar en esa dinámica y seguir con el ritmo que llevo.

Todo este tramo había sido de camino pedregoso, con alguna zona más “terrosa”.
Empieza entonces un tramo de 2 kilómetros de continua bajada, no demasiado técnica, y  sí muy divertida, con un sólo momento de bajarme de la bici para pasar un pequeño desnivel que no me vi capaz de hacer subido a ella.

En total, unos 3 kilómetros y medio de trialera, para un descenso acumulado de unos 140 metros, con llano, subida y bajada, por una zona de la montaña semi-rocosa, por camino estrecho y pedregoso, que permitía en algunas partes ir un poco ligero, y pedía un poco más de atención en otras. Fueron 25 minutos, tras los cuales tengo las manos algo doloridas del continuo traqueteo por los baches, y de tener que ir frenando y aguantando el peso del cuerpo. Una zona muy bonita de ver y divertida de hacer, que me dejó muy satisfecho y contento por no haber hecho el camino fácil de la pista forestal.


Las Avellanas

A partir de ahí, otra vez pista forestal, con 1 kilómetro de bajada rápida, y luego subida hasta llegar a Os de Balaguer. Cruzamos el pueblo y seguimos por pista forestal, para hacer un tramo de unos 5 kilómetros de subida, a ratos más dura, a ratos no tanto.

Después de un tramo más o menos llano, nos desviamos por un camino, ahora ya más estrecho, que se acaba convirtiendo en un sendero de bajada que atraviesa una zona de semi-bosque.
Menos en algún punto un poco más complicado por ser camino estrecho con curvas y algún desnivel pronunciado, en general se podía hacer a un buen ritmo y disfrutando de su orografía. En algún tramillo casi se le podía llamar trialera, pero casi todo era sendero de fácil pedaleo.

Después de 3,5 kilómetros y 18 minutos de bajada por este sendero tan divertido de hacer, enlazamos con un camino que conecta con la carretera C-12, y después de unos pocos cientos de metros de subida nos desviamos a la derecha para entrar en el recinto del Convent de les Avellanes, o de Santa Maria de Bellpuig de les Avellanes (así lo nombran en un mapa topográfico). Es el kilómetro 39 de la ruta, y llevo ya 3 horas y 20 minutos de camino.

Allí me paro unos minutillos para hacer unas fotos y comer y beber algo.

En el Convent de les Avellanes

Un compañero se ofreció a inmortalizarme


A Vilanova de la Sal

Salgo de allí para empezar una corta bajada por pista, que luego se convierte en un sendero de subida más o menos continua, alternada con llanos y ligeras bajadas, con zonas de camino más ancho que no llega a ser pista forestal, y que después de casi 2 kilómetros y unos 12 minutos, conecta con la carretera LV-9046. Tras algo menos de 1 kilómetro de llano llegamos a Vilanova de la Sal, pueblo donde al lado de su ermita está situado el que realmente es el primer avituallamiento propiamente dicho.

Aprovecho la parada para rellenar la bolsa de hidratación con agua y polvos isotónicos que llevaba preparados, comer algunas pasas, beber un par de vasos de agua y hacer alguna foto.

Estando allí me fijo en que en lo alto de una montaña cercana (lástima que no le hice una foto) hay una especie de ermita. Aunque se me pasa por la cabeza, pienso que no se les habrá ocurrido hacernos subir hasta allí, pues parecía que debía ser durillo llegar.
Minutos después me daría cuenta de que, efectivamente, sí se les había ocurrido...

En el avituallamiente de Vilanova de la Sal, al lado de su ermita


Al cabo de casi 20 minutos de parada, vuelvo a subirme a la bici, y después de un corto tramo de bajada por asfalto, volvemos a coger camino de tierra, ahora ya en subida, que no dura más de medio kilómetro.

Nos desviamos entonces hacia una zona de cultivo, un poco encharcada, en la que aprovecho para adelantar a un grupito que se lo tomaba con demasiada calma y me iba a entorpecer. Una vez atravesado el huerto (que eso es lo que era), se convierte ya en un sendero que transcurre entre árboles bajos y matorrales. Una zona divertida que dura 1 kilómetro y medio, y unos 8 minutos, y que empezó con llano y acabó siendo de bajada con poca pendiente.

En este punto enlazamos con el camino de tierra que habíamos dejado antes para meternos por la zona de cultivos. Es una pista forestal realmente, que ahora ya con continua subida nos llevará a la cima donde está situada la Ermita de la Mare de Déu de Montalegre. 


Subiendo a Montalegre

La subida empieza siendo fuerte, con medio kilómetro de bastante pendiente, que hago con el plato pequeño combinado con el tercer y el segundo piñón (creo). Uso un desarrollo fácil, porque me imagino que aún queda bastante subida y tampoco se trata de desfondarse nada más empezar.

Después de unos 300 metros de llano que permiten agilizar la pedalada y coger fuerzas, la pendiente vuelve a aumentar notablemente, y durante 1 kilómetro hay que volver a usar un desarrollo corto para no machacarse mucho.

Llegamos a un punto en el que el camino sigue recto, seguramente hacia otra cima, pero nosotros hacemos una curva cerrada a la izquierda para coger la pista que nos llevará a la ermita. Aquí la pendiente se suaviza un poco, lo que me permite ir combinando el plato mediano y el pequeño, y guardar fuerzas para otro momento.

Desde aquí y hasta la cima, la pendiente vuelve a ser fuerte, por lo que ya la hago toda con el plato pequeño. Son 900 metros en 10 minutos, a una media de 5 kph, y con un desnivel de 100 metros, que realmente me cuesta subir más de lo esperado.
Durante la subida he adelantado a algunos participantes que iban peor que yo, lo que siempre ayuda psicológicamente, y algún otro también me ha adelantado a mí.

Por fin llego a la cumbre, tras media hora de subida, y algo más de 3 kilómetros recorridos, con un desnivel de 300 metros, que no es mucho, pero ya llevamos casi 50 kilómetros encima y se notan.

De Cérvoles a Montalegre


Al bajar de la bici me noto algo agotado, como es lógico. No hecho polvo, pero sí tocado. Si esa hubiera sido la última cima, ya me habría parecido muy buena ruta.

Al lado de la ermita (de la Mare de Déu de Montalegre) tienen montado un avituallamiento, en el que me estoy casi 25 minutos, entre sacar unas fotos, comer algo (tenían turrón de avellana, manzanas y naranjas que no probé, agua, zumos varios, frutos secos...), descansar un poco, hacer algún estiramiento aunque no estaba agarrotado, y antes de salir, cambiarme la camiseta por una seca, y ponerme encima del culotte otro que llevaba de repuesto, pues empezaba a tener el culo dolorido, y subiendo tuve que ir poniéndome de pie para descongestionar y aliviar un poco la zona.

La Ermita de la Mare de Déu de Montalegre

Por aquel camino subimos

Plegaria a la Virgen de Montalegre


Las vistas desde la cima eran muy bonitas, con el río Segre y el Pantano de Camarasa al fondo, y rodeados totalmente de montaña. Aquí estábamos en la zona más alta de toda la ruta, a casi 900 metros de altura.

Panorámica de la zona


Subiendo ví un par de carteles en los que ponía “enduro”, así que me intereso por cómo va a ser la bajada, y me entero de que se puede hacer por la pista forestal por la que he subido, o hacer un trayecto “alternativo” bajando por dos trialeras que nos tienen preparadas.
La primera dicen que es la más complicada, para luego la segunda ser algo menos técnica. En cualquier caso, nos dicen que la primera tampoco es demasiado difícil.

Aunque la idea de bajar lanzado por la pista me atrae, me hace más gracia ir por la trialera, y ya que había hecho aquella otra casi al principio de la ruta y la disfruté, no me lo pienso dos veces y al empezar la bajada me meto por el camino marcado como “enduro”.

La verdad es que apetecía lanzarse pista abajo


Master en trialeras

Tremenda trialera de bajada, con mucha pendiente, y de camino muy pedregoso y algo roto, con continuos saltitos y desniveles que te hacían ir con todos los sentidos alerta. Realmente estaba bajando “por encima” de la montaña, campo a través, entre matorrales bajos y zonas peladas de vegetación. Continuamente tocando los frenos y controlando los tiempos de paso de las ruedas por los desniveles, y desplazando el peso del cuerpo hacia delante o atrás, según requería el momento. Las manos sufriendo por el esfuerzo de ir aguantando mi peso y a la vez tener que ir tocando los frenos y amortiguando los golpes producidos en los pequeños saltos que iba haciendo.

Suerte de la suspensión de la bici, que dió todo lo que su tecnología le permitió, que no fue poco, pues realmente en esta trialera me dí cuenta de lo mucho que llegan a aguantar estas bicicletas.

La trialera la fuí haciendo del tirón, medio acojonado, medio eufórico, y con la adrenalina por las nubes, ya que aunque no había ningún tramo en el que te pudieras hacer mucho daño en caso de caída, si que es verdad que iba todo el rato con la “angustia” que me provocaba la dificultad del terreno. Y es que yo nunca fuí de hacer trialeras. El caso es que según la iba haciendo, iba ganando en confianza, al ver que tanto yo como la bici éramos capaces de pasar por esas zonas tan agrestes del camino.

Un saltito por aquí, una derrapada por allá, una amorrada de la suspensión al bajar un escalón de piedra, una rascada con los pinchos de los matorrales, alguna pequeña exclamación en voz alta de cómo me había ido en aquel “agujero”, en fin, fllipao total que iba. Eso sí, con los pedales “desenganchados”, que a ir cogido de los pies aún no me atrevo por zonas así, y no sé si llegaré a atreverme algún día.

La verdad es que se bajaba bastante ligero, pues era una trialera rápida combinada con algún trozo de sendero, con momentos de ir a 15 e incluso a 20 kph y otros de ir a 7 u 8.
Al final, casi 200 metros de desnivel bajado, durante 1,7 kilómetros (lo que da una idea de la pendiente que había), y 10 minutos de los más divertidos que hasta ahora había hecho con la bici.
Me sentí como si acabara de hacer un “master” en trialeras.

Como ya habían dicho en el avituallamiento, ahora tocaba volver a subir por la pista, hasta un punto en el que había un desvío a la derecha para hacer la segunda zona de “enduro”.
Es casi 1 kilómetro de subida que me tomo con calma, y que no me importa volver a hacer, ya que tan entusiasmado estaba por la trialera que acababa de bajar, que me pareció un mal menor el tener que volver a subir lo ya subido.

El segundo tramo de “enduro” de la bajada era parecido al primero, pero mucho más fácil de hacer. Después de haber hecho el otro, éste me parecía facilísimo.
El primer kilómetro del tramo es muy rápido, se baja un desnivel de casi 100 metros a una media de 15kph, y sin gran dificultad técnica. Es más sendero que trialera.

Luego el caminillo se cierra entre la vegetación y se complica un poquito. Me tengo que parar y esperar a que una pareja que va delante mío pasen una zona más difícil.
Aún así, el tramo continua siendo bastante asequible y rápido, con zonas muy divertidas de camino estrecho con continuos vaivenes de bajada, que le dan un toque vertiginoso sin ser en ningún momento peligroso.

En tres o cuatro ocasiones más me tengo que parar para que los que van delante pasen alguna zona más complicada. En una o dos aprovecho para hacerla a pie, pues eran difíciles, pero en las demás lo único que hago es esperar y dejar espacio respecto a los de delante para luego hacer la zona sin bajarme de la bici.

Hay que decir que, menos en algún punto contado como éstos y algún otro del principio de la marcha, normalmente vamos bastante espaciados, y no llega nunca a haber las típicas aglomeraciones que se forman en otras marchas organizadas.

Al final, después de 17 minutos y casi 3 kilómetros de bajada por senderos, con un desnivel de 300 metros, acaba el segundo tramo de enduro.

Entre la trialera y el sendero han sido unos 5 kilómetros de bajada “campo a través”, durante algo menos de media hora. Realmente ha sido espectacular y muy divertido. La verdad es que en este momento me siento super satisfecho con la bici, conmigo, con la ruta y con todo.

Bajada desde Montalegre


En ese punto enlazamos con un camino ya ancho y totalmente de tierra, que nos lleva por una bajada rápida, de 2 kilómeros, hasta un cruce con la carretera local LV-9047.

Un poco antes de llegar al cruce, me paro para hacer unas fotos, pues la vista es realmente bonita, con el río Segre serpenteando entre paredes de piedra, y un poco más adelante el Pantano de Sant Llorenç de Montgai. Lamentablemente, y como con las otras fotos que hago durante la ruta, no consigo que el paisaje quede reflejado con el suficiente “realismo” con el que yo lo estoy viendo. Como veo que me voy a liar con las fotos, guardo la cámara y sigo el camino.

Fui incapaz de no pararme a hacer unas fotos


Fuera de control

Enseguida llego al cruce mencionado, y uno de los organizadores me dice que hacia la derecha está Balaguer. Como me choca lo que me está diciendo le pregunto que qué hay hacia la izquierda, y me contesta que la última ermita de la ruta. A mi pregunta de si no puedo ir para allí, me contesta que sí, pero que este control lo han cerrado hace 19 minutos, y que si voy hacia la ermita puede que cuando llegue ya no esté el avituallamiento. Que entre ir a la ermita y volver hacia Balaguer tardaré unas dos horas, que el camino está bien señalizado y no me perderé, y que si lo hago es bajo mi responsabilidad (si me pierdo o me pasa algo, es cosa mía). Me explica que por la carretera enseguida llegaré a Camarasa y que la ermita está en una cima, a unos 5 kilómetros.

Vengo de Barcelona para hacer la ruta entera le digo, así que sin pensármelo tiro en dirección a Camarasa, mentalizado de que a lo mejor ya no vendrá nadie detrás mío y de que no sé si me encontraré a alguien al llegar a la ermita.

Así que sigo por la carretera, que va bordeando el Segre, y antes de 1 km lo cruza para seguir por la ribera opuesta. El tramo de carretera es llano, con lo que el pedaleo es fácil y ligero, siempre rondando los 25 kph o más. Tras un par de kilómetros enlazamos con la carretera C-13, y en seguida entramos en Camarasa, ahora ya en ligera subida. Después de un par de minutos de callejear por dentro del pueblo, tomamos una pista forestal que nos llevará hasta la Ermita de Sant Jordi, a 6 kilómetros de ahí, según un cartel que veo justo antes de salir del pueblo.


La última ascensión

Rápidamente me doy cuenta de que la ascensión va a ser dura, pues no consigo ir a más de 6 kph, lo que se traduce fácilmente en que tardaré 1 hora en llegar a la cima. Me mentalizo y pienso que ya me queda menos, y que a mi ritmo conseguiré llegar a la ermita.
Por momentos me planteo qué estoy haciendo yo a esas horas por esos lugares; son cerca de las tres de la tarde y no veo a nadie más que se le haya ocurrido intentar llegar a esa última cima de la ruta. Aún así, pienso que para eso he ido, para hacer la ruta entera y probar hasta dónde soy capaz de llegar.

De todas maneras, sólo llevo medio kilómetro de ascensión y ya me noto muy tocado, e incapaz de subir el ritmo de pedaleo.
Además, por primera vez en toda la mañana, el sol se deja ver y la temperatura aumenta unos grados. Aunque tampoco tanto como para que sea un gran inconveniente.
Me cruzo con un par de ciclistas que ya están de vuelta, lo que me hace pensar en cuánto tiempo hará que empezaron la subida.

Por suerte para mí, ahora parece que la pendiente se suaviza y puedo hacer un tramo de 400 y pico metros a una media de 10kph. En algún momento llego a poner el plato mediano, pero rápidamente vuelvo a bajar al pequeño, ya que soy incapaz de hacer la fuerza necesaria para moverlo, ni siquiera poniendo el piñón grande. Así que me dejo de heroicidades y decido seguir con el plato pequeñín, que pa’ eso lo lleva la bici.

La pendiente no es excesiva (sólo he subido 130 metros en 2 kilómetros), pero ya llevo muchos kilómetros acumulados y las piernas ya casi no tienen fuerza. Puedo moverlas relativamente rápido, pero hacer fuerza me cuesta mucho. Además, aún llevando dos culottes, el culo ahora ya sí lo tengo bastante dolorido, y me cuesta mantener la posición. En algún momento me pongo de pie, pero no aguanto más que unos segundos. Eso sí, me alivia mucho.

En esta zona contacto con alguno que, como yo, parece ir rezagado. Incluso alguno que me adelanta. De todas maneras no tengo claro si es gente que va por libre o si son participantes de la prueba. Después de un minuto de recuperación por un llano que discurre entre unos cultivos, llega otro pequeño tramo que me exige bastante, ya que la pendiente vuelve a aumentar.
Sólo son tres minutos de sufrimiento, porque luego llegan 300 metros de llano que me permiten vislumbrar la esperanza de que lo que queda de ascensión no sea demasiado dura.

Nada más lejos de la realidad, porque lo que viene a continuación son dos kilómetros realmente duros, con 200 metros de desnivel (sí, no es tanto, lo sé), que tardaré 25 minutos en recorrerlos, a una media de 5 kph, con muchos momentos de ir a 4 e incluso a 3 kph. En ese tramo lo paso realmente mal. Me planteo muchas veces bajarme de la bici y hacer unos metros andando, ya que voy muy cansado y con el culo bastante hecho caldo. Las piernas ya no tienen fuerza, y la bici no tiene un desarrollo más corto para poner. Aún así, me voy poniendo algunos metros de pie encima de la bici, con el plato pequeño, para intentar aguantar un poco más. Son sólo unos metros, porque tampoco aguanto ese esfuerzo.
Alguno que viene por detrás me adelanta, lo que me da una idea aún más clara de lo mal que voy. Eso sí, yo también adelanto a un par que iban peor que yo.

Intento no plantearme cuánto me debe quedar, aunque lo tengo bastante claro, pues desde el inicio de la subida sabía cuántos kilómetros había hasta la cima, así que me concentro en ir subiendo los tramos que hay entre curva y curva, que son realmente difíciles. Además, al ser ésta una zona de tramos rectos pero paralelos y a diferentes alturas, según voy pedaleando puedo ver a otros ciclistas que van delante mío y que parece que están a mucha más altura de la que estoy yo, lo que denota la pendiente que viene a continuación debe ser fuerte.

Aún así, como intento hacer siempre, mientras no me vea completamente sin fuerzas para pedalear no me bajaré de la bici, con lo que sigo sufriendo y avanzando, poco a poco, pero avanzando, esperando que no falte demasiado para la cima. En esos momentos, las tres o cuatro curvas que vamos haciendo me parecen las veintipico míticas del Tourmalet. Avanzas hacia una pensando que será la última, pero al hacerla ves que no, que más adelante hay otra. Y de la ermita, ni rastro.

Uno que baja (a esa altura nos cruzamos a varios) va dando ánimos y diciendo que ya queda muy poco de subida, y según me cruzo con él le doy las gracias, porque la verdad es que en ese momento se agradecen muchísimo sus palabras, o por lo menos a mí me vinieron muy bien (hay que decir que otros con los que me crucé no decían nada).

En ese punto, me doy cuenta de que el exterior del camino está “vallado” por una baranda de madera, y además, en vez de ser de tierra, ahora el camino está cementado. Se agradece, porque la pendiente era fuerte, y por cemento se tracciona mejor que por tierra. Y además, eso me hace pensar que efectivamente la cima debe estar cerca.

Cuando ya parece que no voy a poder aguantar más, se acaba la zona de curvas que parecía el Tourmalet, y llega una zona de llano al final de la que, por fin, ya veo la ermita. El último medio kilómetro de esfuerzo. Menos mal... Además, al llegar veo que hay más gente, y que aún están los del avituallamiento. Mejor.

En total, desde el pueblo, han sido 5 kilómetros y medio de subida, a 7 kph, con un desnivel de 400 metros, y que he tardado casi 50 minutos en recorrer.
He llegado derrotado, pero he llegado, y sin bajarme de la bici, algo que por momentos me pareció imposible.
Estoy satisfecho, sí, pero muy, muy hecho polvo. Exhausto.

Subida a Sant Jordi


Cuando me bajé de la bici parecía que me habían pegado una paliza. Caminaba encorvado, con las piernas semiflexionadas, y casi dando tumbos, muy torpe al andar.

Eso sí, la gran satisfacción que había sentido al llegar a la cima de la ermita de Montalegre, no se puede comparar con la sensación que tuve al llegar a ésta última. Estaba contento, sí, pero de tan hecho polvo que llegué, la sensación fue casi de alivio por haber llegado por fin a la ermita. Estaba realmente derrotado.

Qué alegría cuando veo que en la mesa del avituallamiento tienen coca de escalibada con salchichas, además de zumos, agua, bebida isotónica (que parecía anticongelante de coche y sabía a amoniaco) e incluso una botella de vino...

Allí me estuve casi 25 minutos. Me comí varios trozos de coca, por si acaso al llegar a la meta no quedaba comida (aunque los que estaban allí nos dijeron que no nos preocupáramos, que seguro que habría comida de sobras), me bebí tres vasos de zumo de piña, alguno de agua, unos sorbos de anticongelante, charlé con alguno de los locos que allí estábamos, e hice unas fotos, que las vistas espectaculares y la ocasión lo merecían.

En la Ermita de Sant Jordi, con la boca llena de comida

Como siempre, una foto "bien hecha"...


Ya por fin nos decidimos a marchar, pues se hacía tarde y tampoco era cuestión de quedarse más rato, que aún había que llegar a Balaguer.
Eran 20 kilómetros los que quedaban, pero lo duro ya estaba hecho. Ahora tocaba hacer los 6 de bajada y otros 15 por llano hasta la meta.


El último esfuerzo

Con lo que me había costado subir, y luego en poco más de 10 minutos ya estaba abajo.

Llegando a la base de la montaña nos teníamos que haber desviado por un tramo de sendero o trialera, que llevaba hasta un pueblo que se llama Gerb, y de allí a Balaguer, pero los de la organización habían quitado las señales, así que tuvimos que volver por el camino “fácil”. Tampoco me molestó, la verdad. Así que seguí hasta Camarasa, y luego desde allí, por carretera, en menos de 4 km y 10 minutos nos plantamos en Sant Llorenç de Montgai.

A la salida de este pueblo nos desviamos de la carretera para bordear el pantano del mismo nombre por una especie de paseo que hay a su vera, y más adelante cruzamos la pequeña presa del pantano.
En este punto enlazo con uno que estaba esperando a que dos motoristas de trial que también habían subido a la ermita pasaran unas escaleras que había en esta exclusa.

Incomprensiblemente, uno de los motoristas estaba intentando superar cuatro escalones valiéndose de la ayuda del ciclista, el cual le estaba levantando la rueda trasera para colocarle bien la moto, además de que se estaba comiendo todos los gases de escape de la moto.
Después de unos segundos de hacer el tonto, y de un par de comentarios que le hago respecto a que lo que tendría que hacer es bajarse de la moto, dejarnos pasar, y luego intentar superarlas andando, por fin el motorista se baja de la moto, sube los escalones, y puedo pasar de largo. ¡Vaya tela con el tío!

Bueno, a partir de ahí, ya siempre siguiendo de cerca el cauce del río Segre, por un camino de tierra que discurre entre zonas de cultivo. Por detrás llega el ciclista de antes, con el que ya haré el resto del trayecto.

El camino es fácil de hacer, llano pero con ligera pendiente descendente y, aunque el culo lo llevo algo escocido, puedo pedalear a un ritmo más o menos respetable.
Así que en poco más de 20 minutos nos plantamos en Balaguer, con lo que 1 hora más tarde de salir de la última ermita, y después de bordear el río y cruzarlo por dos puentes, llegamos por fin a la meta.

Cuando llego, y para completar el comentario que hice sobre la salida, nadie está allí atento a ver si llega alguien más. La gente que queda está sentada en una pequeña zona con sillas y mesas habilitada a tal efecto, y ya han acabado de comer. Grupitos de ciclistas, algunos con la compañía de sus familias...

Yo he llegado realmente hecho polvo. Aunque los últimos 20 kilómetros fueron fáciles, los casi 90 que he hecho, y las 8 horas y pico desde que salí por la mañana, se notan, y mucho.

Me siento realmente derrotado.

En cualquier caso, por encima de todo, me siento muy, muy satisfecho y contento conmigo mismo. La verdad es que tengo la sensación de haber hecho una ruta realmente increible. Bonita, dura, divertida, y muy exigente. Y el haberla acabado me hace sentir muy, pero que muy bien.

Descanso unos momentos, cojo aire, bebo líquido, y ya apoyo la bici en una valla y me acerco a la barra donde me darán una buena ración de fideos con un poquito de carne, y un trozo de pastel, aparte de bebida.

Mi cara lo dice todo


Hago un par de fotos, una pareja muy amablemente se ofrece a hacerme una, y aunque realmente no tengo hambre, me siento en una mesa y me como la pasta y el pastel, que me irán de maravilla para recuperarme físicamente.

La satisfacción de haber completado todo el recorrido


Más tarde me comeré un bocadillo de pan bimbo con nocilla que tenía en el coche. Mmmmmmmm...!

En resumen, una marcha que he disfrutado muchísimo, tanto en el aspecto físico como en el de la propia ruta en sí, por los paisajes y los caminos por los que transcurre, y que sin duda tengo intención de hacer el año que viene.

Eso sí, intentaré llegar en un mejor momento de forma que este año, que aunque sufriré igualmente, no será lo mismo acabar hecho polvo que acabar un poco más sobrado .

Y a ver si entonces me puede acompañar alguno de los que no pudieron ésta vez...


Bruno

jueves, 7 de octubre de 2010

LA SELÈNIKA, ESA MARCHA


Bueno, creo que ya tocaba hacer la crónica de la Selénika 2010, que, y no es coña, a veces no me acuerdo de que estuve allí...

El día empezó pronto, a las 4 y media de la madrugada.
Suerte que tenía el cuerpo “acostumbrado”, ya que esa es la hora a la que me levanto cuando trabajo de mañanas.
Un buen desayuno, acabar de preparar las cosillas, y hacia Navarcles, a donde llego sobre las 6 y cuarto. Buena hora, así puedo preparar la bici y demás cosas con tranquilidad.

Hay que decir que la organización había preparado un parking para los participantes en un descampado apartado de la zona de salida de la marcha. Según llegabas al pueblo había policías que te indicaban como llegar. Así que no había que preocuparse de dónde dejar el coche.

Al cabo de un raro llegaron Jorge y Carlos, y Quique.
Los tres, componentes de la Penya Btt Canigó, y a cuál más máquina. Me parece que los he puesto en orden ascendente de “maquinez”.

Una vez todo medio preparado nos fuimos a buscar los dorsales al pabellón, donde también se lo habían currado, pues había café y coca para el que quisiera.

De vuelta al coche para ultimar los preparativos, y ya para la salida. Para una vez que llegamos bien de tiempo, hay que aprovechar y ponerse lo más adelante posible, que éramos 1300 participantes, y no era cuestión de salir retrasados.

Allí en la salida estuvimos media horita quizás. Hacía bastante frío. Mucho, para mi gusto. Había gente tiritando. Claro, cada uno se viste como cree que le va a ir mejor.
Primer error mío: no cogí las perneras.

De derecha a izquierda, Quique, Carlos, Jorge, y yo


A eso de las ocho dieron la salida. Hala, a meterle caña de buenas a primeras. Bueno, es lo que hay, ya que hemos salido medio bien situados habrá que apretar un poco. Giramos por un par de calles y de repente, todos parados. La verdad es que no sé qué pasaba, creo que había que esperar a que se moviera todo el pelotón. Pues vaya, para una vez que vamos bien de principio, a pararse y reagruparse.

Volvemos a movernos. Otra vez a apretar. Segundo error mío: intentar ir con los máquinas el mayor tiempo posible. Si ya sé que eso no es lo mío, que yo voy mejor si empiezo tranquiliiiito. Bueno, así entraré rápido en calor, que no veas que frío hacía.

Ya salimos del pueblo y empieza la cosa a estirarse. Rápidamente perdí de vista a mis compañeros, pero eso era lo lógico. Yo, a lo mío, que ya nos volveremos a ver, como muy tarde en la meta.

Ya de buenas a primeras me di cuenta de que aquel no iba a ser mi mejor día. Notaba las piernas muy cargadas, además de que no conseguía que entraran en calor. Poco a poco fui quedándome, dejando que la multitud me fuera adelantando. Prisa no tenía.

Llega la primera cuesta y, a bajarse tocan. Claro, tanta gente para tan poco camino, pues es lo que hay. A patear. La verdad es que no me importó demasiado, ya que pensé que así no tendría que sufrir para subirla.

Según me acerco al inicio de la cuesta oigo llegar a Noe, con su bicicleta de piñón fijo. “Me parece que te vas a tener que bajar”, le dije. ¡Aaaaayy, qué gracia tengo!
Pero había que verla haciendo equilibrios intentando no tener que pararse, como esperando en el último momento encontrar un hueco entre la gente y poder así subir la cuesta sin tener que bajarse de la bici.

Eso ya me acabó de desmoralizar, ¡jajajá! Yo casi deseando bajarme para subir andando, y ella dando la sensación totalmente contraria. Es una máquina. Encima su bici no lleva suspensión ninguna. Para que decir nada más.

Bueno, después de la subidita acabé parando otra vez, que hacía rato que me estaba meando y ya no podía más. Al reiniciar la marcha me llaman por detrás. ¡Coño! Si es Jorge. Y Carlos, y Quique. Pero, ¿de dónde han salido? Si yo pensaba que estarían ya a kilómetros de mí. Jorge había tenido un percance con la cadena y se habían parado a solventarlo. Al parecer pasé casi al lado de ellos y ni les ví. Así iría de ensimismado.

Pues nada, a rodar un rato con ellos. ¿Un rato? No, un momento, que enseguida se me volvieron a escapar. Y es que no estaba yo muy fino.

Tenía frío, las piernas cargadas, me dolían los tendones, y encima estaba intentando usar desarrollos más largos de lo que me habría ido bien, sólo por aquello de no empezar la ruta tirando ya de molinillo. Tercer error mío: el molinillo es bueeeeeno, ¿porqué no usarlo?

Pues nada, la cosa continua, no me acuerdo muy bien de por dónde ni cómo, más que al cabo de no mucho llegamos a un punto en el que estaba todo el mundo parado. Al parecer había que adentrarse por un sendero, y claro, demasiada gente para el senderillo. Como la cosa iba para largo aprovecho para aliviar mis necesidades otra vez. No sé que pasa cuando hace frío, supongo que todo el líquido que bebo va directo a la vejiga.

Allí estuvimos un montón de rato. 10, 15, 20 minutos... no lo tengo muy claro. Cada vez llegaba más gente, y los que estaban delante no se movían. Pero, ¿seguro que no pasa nada? Algo pasaba, y es que añadido al hecho de que por el senderillo sólo cabía una persona, la gente se había ido metiendo por los laterales del embudo, para atajar, con lo que al final había un punto del camino en el que se encontraban dos colas diferentes. ¡Qué poco cuesta esperar a que la gente avance, que total, todos estamos haciendo lo mismo! En fin...

Estando ya un poco más cerca de la entrada del sendero me saluda Noe, que estaba allí con dos compañeras. “Tanto correr para nada”, me dice. Tiene toda la razón. Creo que la organización tenía que haber previsto eso y haber puesto algunas subidas duras más antes del senderillo. Pero supongo que no se lo esperaban.

Intentando mantener el buen rollo. Foto gentileza de Noe 


Al final, después de nosécuántotiempo, por fin consigo entrar en el senderillo, y volver a pedalear. Si ya hasta entonces no había ido muy bien precisamente, el pedazo de parón me acabó de romper el poco ritmo que llevaba.

Otra vez frío, con las piernas en otra onda, y medio cabreado por los tres embotellamientos encontrados en tan pocos kilómetros, mi cabeza ya empezó a darle vueltas a la posibilidad de retirarme.

El calentón mental del momento, está claro. Pero me estuvo acompañando durante muuuucho rato. Además, la ruta era un contínuo sube y baja, con rampas duras que se intercalaban con bajadas rápidas pero muy pedregosas, con lo que aún me comía más la olla.

Llegamos al primer avituallamiento, en Moià, kilómetro treinta y algo, y decido ponerme hasta arriba, que iba hambriento. Y eso que había desayunado bien, y que antes de la salida me comí medio bocadillo que llevaba. También me había ventilado ya un par de barritas. Supongo que el frío me solicitaba más energía de la normal. Eso y el mal estado físico que llevaba, que cada vez que llegaba una subida esperaba que no fuera muy larga.

Los avituallamientos estaban muy bien “equipados”, con plátanos, naranjas, frutos secos, bizcochos, agua, zumos... Me como dos o tres trozos de plátano, creo que cuatro de bizcocho, un puñado de avellanas y de almendras, bebo bastante agua (no sea que me ahogue con tanta comida, jajajajá), y un niño y una niña muy amables me rellenan un par de veces el bidón.

Me estuve allí bastante rato, descansando y reponiendo fuerzas, animándome un poco, y mentalizándome para lo que quedaba. Cuando ya me sentí satisfecho y con ganas de seguir me subí a la bici, y a pedalear. Qué bien me había sentado ese avituallamiento.
Las piernas seguían mal, pero al menos estaba un poco más animado, y hambre ya no tenía.

Sigue el recorrido como hasta el momento. Subidas, varias con rampas rondando el 20%, otras no tanto, bajadas, algunos senderos divertidos en los que lo normal era encontrarse con pequeños embotellamientos...
Poco a poco fui incrementando el ritmo, aprovechando las bajadas y los llanos para apretar un poco, que en las subidas bastante tenía con no venirme abajo.

En una de estas, casi de casualidad veo a un fotógrafo de la organización, y con el tiempo justo alzo la cabeza y poso para el recuerdo. Si es que en ese momento iba totalmente concentrado en mis piernas y en pedalear con ganas.

Cómo cambio la cara al ver a un fotógrafo...


Así fue yendo la cosa hasta que llegamos a Collsuspina, donde estaba el segundo avituallamiento, en el kilómetro 55 más o menos, y que puedo decir que fue el punto de inflexión de mi “rendimiento”.

Acabábamos de hacer una zona de senderos, en los que tuve que ir detrás de un grupillo a un ritmo ligeramente menor del que me habría gustado. Pero eso, en lugar de molestarme, me hizo apaciguarme un poco, tanto mentalmente como físicamente. Me lo tomé con calma, disfrutando del senderillo, las pulsaciones me bajaron bastante, y eso hizo que llegara al avituallamiento con un poco más de buen rollo.

Como había hecho en el anterior, a tope de comida y de bebida.
Otra vez muy bien montado, por lo menos en mi opinión.
Unos estiramientos, un poco de descanso, y a seguir con la ruta.

No es que hubiera mejorado mucho mi rendimiento, pero al menos ya no tenía aquel frío mañanero que me había acompañado tanto rato, y las piernas empezaban a estar un poco calientes, aunque los tendones, sobretodo el del cuádriceps de la pierna izquierda, no dejaban de dolerme.

Pero bueno, tampoco estaba tan, tan mal, así que fui haciendo.
Como llevaba el perfil de la ruta enganchado en el cuadro, podía ir viendo por dónde iba, y lo que estaba por llegar. El ver que me acercaba al punto clave de la ruta, en el que se puede decir que dejaríamos de subir y empezaríamos a bajar, hizo que aún me animara más. Llegado a ese punto, tenía la convicción de poder acabar en el tiempo previsto, que era de nueve horas.

Parece que empecé a entrar ya en materia, y mi ritmo aumentó considerablemente. Las subidas me costaban algo menos, y en las bajadas seguí aprovechando para recuperar bastante tiempo.

Llegamos a L’Estany, tercer avituallamiento, kilómetro 70. Ya queda menos. Estuve el tiempo justo para reponer agua y comerme un par de trozos de barritas energéticas de Nutrisport, que tenían montado allí un “chiringuito”, y que parece que me fueron muy bien.

A partir de ahí venía un tramo de unos 15 kilómetros de bajada, con algunos repechos intercalados, y que hice a un ritmo realmente bueno. Iba bastante animado, viendo que estaba dentro del horario previsto, las piernas ya no me dolían casi, y aunque tampoco iba sobrado de fuerzas sí que estaba suficientemente bien como para darle bastante caña.

Demasiado bonito para ser verdad. En un momento de alguna de las bajadas, por terrenos muy pedregosos, al pasar por una pequeña zona de sombra no veo bien las piedras que sobresalen de la tierra y ¡zas!, llantazo en la rueda trasera. ¡Vaaaaaya, con lo bien que iba!

Pues nada, a cambiar la cámara. No es que tardara mucho para lo que es normal en mí, pero entre que paré, cambié, y arranqué, mis veinte minutitos no me los quitó nadie. El caso es que no me lo tomé tan mal como habría imaginado. Supongo que el hecho de no haber pinchado en ninguna marcha desde hacía mucho, mucho tiempo, hizo que no le diera mayor importancia. Sólo me fastidió por los veinte minutos perdidos.

Así que cuando reemprendí la marcha llevaba ese punto justo de rabia por el tiempo perdido como para que incrementara un poco más el ya buen ritmo que había estado llevando. Aunque todavía quedaban algunas rampas duras que sobrepasar, ya iba convencido de poder acabar a ese ritmo.

Llego a Calders, lugar del último avituallamiento, en el kilómetro 90, tras haber disfrutado de algún sendero más, y después de haber hecho una de esas últimas subidas realmente duras. Paré a beber y reponer agua, y continué, sabiendo que ya casi estaba hecho.

Más bajadas pedregosas pero rápidas si ibas con cuidado, aún otra buena subida de gran pendiente, algún sendero más, y llegamos ya por fin a Navarcles.

Llego cansado, por supuesto, y contento por haber conseguido bajar de las 9 horas, que era mi objetivo. Pero por otro lado también llego un poco decepcionado, ya que aunque la segunda mitad del recorrido la hiciera a un buen ritmo y con mejores sensaciones que la primera (cosa lógica pues predominaban las bajadas), las primeras cuatro o cinco horas las hice con las piernas muy cargadas, frías, y con bastantes molestias en los tendones, con lo que muchas de las subidas se me hicieron más cuesta arriba de lo que ya eran. Pero bueno, ya estaba hecho.

Allí en la llegada estaban Carlos y Jorge esperándome. Un gran detalle por su parte, pues ellos hacía ya rato que habían acabado. Quique, que hizo muy buen tiempo, había tenido que marchar antes. Mutuas felicitaciones por haberla acabado, unos momentos de intercambio de opiniones, y ya me fui a buscar mi comida mientras Carlos me lavaba la bici. Eh, para eso están los gregarios, ¿no?
:D

Muy buen rendimiento el de Jorge y Carlos durante la prueba, sobretodo si tenemos en cuenta lo que esperaban ser capaces de hacer.

Pues si hasta me reía y todo...


Un recorrido muy completo. Muy rompepiernas, sobretodo la primera mitad, con una sucesión de subidas y bajadas duras, pasando por bastantes zonas de senderos y de trialerillas, tanto de subida como de bajada, y unos caminos muy pedregosos que hicieron trabajar de lo lindo a las suspensiones.

Bueno, esto último para el que las llevara, que el caso de Noe es aparte, con su Single Speed totalmente rígida. ¡Pues no lo tuvo que pasar mal en las bajadas! Todo un ejemplo de tesón, realmente admirable.


La verdad es que era durillo el perfil de la prueba.
105 kilómetros
2500 metros de ascensión acumulada
8 horas y 40 minutos


A la llegada, nos dieron de comer en el pabellón, donde había sitio para todo el mundo, además de obsequiarnos con una bolsa de deporte y un diploma con foto conmemorativo de nuestra pequeña hazaña. También había donde lavar las bicis.

Por último decir que la marcha estuvo bien organizada (salvo esos embotellamientos en varios puntos del recorrido), con unos avituallamientos bien surtidos, con comida y bebida de sobra, y en los que varios voluntarios y voluntarias se preocupaban de rellenarte de agua los bidones, otros te engrasaban la cadena, otros te ponían Reflex en las piernas... También vi a alguna enfermera y enfermero dispuestos a curar las posibles heridas de los participantes.

Aparte el tema del aparcamiento de los coches, y el típico dispositivo de policía y demás personas que velaron por la seguridad en los puntos en los que se cruzaba o iba por carretera, y otros voluntarios en diferentes partes del recorrido informando de cuál era el camino que había que seguir.

Pero me parece que el año que viene no repetiré, que no me ha quedado muy buen sabor de boca. Ya veremos...


Bruno