Sin metas pero con objetivos, sigo disfrutando de las bicis y de otras actividades. Intento aprender continuamente para mejorar como persona, física y mentalmente. Este blog sigue siendo una especie de diario personal en cuanto a lo ciclístico, pero va siendo hora de ir añadiéndole algunas cosas más que también captan mi atención...

jueves, 29 de julio de 2010

LA RUTA DE LA BOFIA, 1er INTENTO


Después de la VipXtrem pensé en dejar la bici, o por lo menos ese tipo de marchas, que acabas muy, muy petado.

Pero mira, hace unos días no se me ocurre otra cosa que apuntarme a la primera edición de la Turbón Tour Non Stop, que han preparado los de Aramonbike. Serán 110 kilómetros y 3700 metros de ascensión acumulada por el Pirineo Aragonés.

Ya me puedo preparar bien. Mi intención es aprovechar el agosto para moverme por la geografía catalana y hacer salidas de ese estilo, en el Montseny, en el Pirineo...

El caso es que hace unos días, Xavi, un compañero de trabajo, me habló de unas rutas para btt que hay en un pueblo llamado Sant Llorenç de Morunys, en el Solsonés. Él había ido a hacer un par de ellas, y había vuelto muy contento por el tipo de rutas, y por los parajes por donde discurren. Montañas de 2000 metros de altura, con subidas de bastantes kilómetros, y rodeado de increibles vistas.

Así que ya me puso los dientes largos, lo que unido al hecho de que me tengo que preparar para la Turbón Tour, que será una prueba de características similares, me hizo decidirme a presentarme allí, dispuesto a hacer las dos rutas que había hecho mi compañero.

El domingo me levanté bien temprano (a las 5 y cuarto de la mañana para ser exacto, que también hay que tener ganas), y me marché para Sant Llorenç de Morunys. Fui yo sólo, que siempre da un poco de palo, pero a veces, si no haces las cosas sólo, no las haces.

Llegué al pueblo un poco antes de las 9 de la mañana. Los últimos 30 kilómetros antes de llegar, por la carretera que viene desde Berga, en un entorno montañoso muy bonito. Y alguna sorpresa curiosa por el camino.

Minicabras pastando al lado de la carretera


Y una vez en el pueblo, efectivamente, mi compañero no me había engañado, el paisaje era realmente precioso.

La foto no vale mucho, pero la vista sí

Preparo la bici, y las cosas que voy a llevar (la mochila, como siempre, a reventar), y nada, me toca esperar un rato a que la bebida isotónica y el agua del bidón se descongelen un poquito. ¡A quién se le ocurre meterlas en el congelador! Bueno, yo pensaba que con el calor de los últimos días se descongelarían en cuestión de minutos.

Mi intención era hacer dos rutas, que unidas hacen unos 100 km.
La Ruta de la Bofia (ruta 9), cuya mayor dificultad sería el desnivel acumulado, y la ruta 8, Ruta de Pratfomiu, con unos caminos de gran pendiente y más difíciles de rodar.

Así que, cuando ya me harté de esperar la descongelación de las bebidas, me subí en la bici y me dispuse a disfrutar del bonito día que hacía.

La ruta 9, la de la Bofia, empieza en el mismo pueblo (como todas) y sale por carretera en dirección al Coll de Jou. Ya me había avisado mi compañero de que se empezaba subiendo directamente. Serían varios kilómetros hasta que ya me pudiera adentrar por la montaña.

Pues nada, “pa’rriba” tocaba. Empiezo a subir y poco a poco me voy dando cuenta de que la subidita en sí me va a gustar mucho. Con una pendiente más o menos constante del 8%, coges tu ritmo y vas tirando hacia arriba. Según subes, cada vez disfrutas más, pues las vistas son realmente magníficas.

Tentado estuve en varias ocasiones de pararme y hacer unas fotos, que de verdad, las vistas sobre el pueblo, el Embalse de La Llossa del Cavall, y el valle donde están, Vall de Lord, son fabulosas.
Pero estaba disfrutando tanto de hacer una subida larga sin parar que no quise estropearlo. Sabía que iban a ser unos cuantos kilómetros de ascensión, y la verdad es que tenía muchas ganas.

No es que fuera sobrado precisamente, pues sin forzar para nada el ritmo (hombre, ligerillo sí que iba) estaba subiendo a 172-175 pulsaciones por minuto. Pensé que sería por culpa de estar ya a más de 1000 metros de altura. Bueno, y también por llevar dos semanas sin coger la bici, aunque en casa había hecho un poco de bondad metiéndome unos buenos tutes en la estática cinco días seguidos. Para algo tiene que servir, digo yo.

El caso es que saliendo del pueblo me quedé con la sensación de que a lo mejor me había pasado el desvío de la ruta, el que se mete ya en la montaña, con lo que “pasé de todo” y decidí hacer toda la subida por carretera, que me estaba gustando muchísimo.

Cuando llegué al Coll de Jou (un par de horas después me daría cuenta de que era aquí donde estaba realmente el desvío hacia la montaña) vi que quedaban 6 kilómetros para llegar al Port del Comte, así que pensé que lo suyo era llegar hasta allí y luego volver a bajar hasta el pueblo para empezar otra vez la ruta, esta vez sin despistarme.

Y es que estaba disfrutando muchísimo de hacer una larga subida por carretera.

Así que seguí hacia el Port del Comte, ahora por una zona con bastante menos desnivel, casi un falso llano. Subiendo, subiendo, acabé por meterme en la estación de esquí. Venga va, un poco más y llego hasta el helipuerto... Una vez en la estación me metí por un camino de tierra que, como no, era de subida, y un poco más adelante por fin me paré, en una parte llana del camino.

¡Qué bueno! Unos 18 kilómetros seguidos de ascensión continuada, con ya casi 900 metros de desnivel superado. La mañana prometía.

Una llamada telefónica para avisar a la familia de dónde estaba, que cuando se va uno de aventura es mejor que alguien esté informado, y de paso aprovecho para ponerme el cortavientos y el buff en el cuello, pues estaba cogiendo un poquillo de frío.

Viniendo de la estación de esquí


Hasta el momento había podido ir bebiendo algunos sorbos de agua y de isotónico, lo poco que había conseguido descongelarse, pero tenía pinta de que me iba a ir justito el tema, pues aunque lucía el sol, y subiendo sudaba, el calor que hacía no era suficiente para que el líquido se descongelara. Encima hacía un ligero viento que no era cálido precisamente, y además se acercaban unas nubecillas grises.
Si es que ya estaba a 1800 metros de altura.

Esas nubecillas...


Bueno, ya que estaba allí decido investigar ese caminito.
Un poco más adelante me encuentro unas señales que indican que estoy ¡en la Ruta 9! Vaya, ¿cómo puede ser? Me volví a parar, esta vez a consultar un mapilla que llevaba de las rutas, y bueno, llegué a la conclusión de que sí, había acabado enlazando con la ruta, aunque en dirección contraria.

El camino prometía


Como estaba parado en una parte de la montaña desde la que divisaba la carretera y el camino, me hice una idea de cómo sería ese tramo de la ruta y decidí seguirla hasta que llegara a la carretera, y entonces bajaría hasta el pueblo y lo volvería a intentar.

Aproveché para desinchar un poco los neumáticos, que los llevaba muy altos de presión, y el camino tenía mucha gravilla y piedra suelta, y la bajada que se avecinaba iba a pedir el mejor agarre posible.

Mucha piedra en el camino


Y ya que estaba me puse a hacer unas fotillos, que ya no pude aguantar más. La verdad es que durante un tramo largo de unos cuantos minutos me harté de hacer fotos.

Las vistas, espectaculares


Según bajaba el camino iba pensando en que de subida (supuesta dirección de la ruta) resultaría casi imposible hacerlo encima de la bici, pues la pendiente era grande, y el terreno estaba muy suelto, con lo que seguro que las ruedas patinarían, Bueno, pensé, cuando haga el camino en la dirección correcta saldré de dudas...

Ya que me había puesto...


Un poco más abajo me encuentro un cruce de caminos en el que indican que la ruta va ahora en otra dirección, además, de subida. Ahora ya sí que no entendía nada. ¿Pero la ruta era no tenía que enlazar con la carretera? ¿Porqué ahora me dirigían hacia arriba?
Por probar no pasa nada. Pues “pa’rriba” que nos vamos.

El caso es que ahora el camino era una pista forestal bastante ancha, de terreno roto y pedregoso también (todas esas montañas son casi todo rocas), y con una pendiente constante entre el 7 y el 9%.
Fui subiendo y subiendo, y “reconociendo” partes del camino de las que mi compañero de trabajo me había hablado un par de días antes, por lo que supuse que, no sabía muy bien cómo, había acabado por hacer la ruta en el sentido correcto.

La pista forestal subía, y subía, y subía

Rodeado de montañas


Después de unos cuantos kilómetros de subida, con tramos más difíciles por la pendiente y el estado del terreno, acabé llegando a una zona bastante llana, ya a 2000 metros de altura, el Pla de Bassies, donde está el Refugio de la Bofia y el Forat de la Bofia, que no me acerqué a ver. ¡Qué pasada, cómo estaba disfrutando de la ruta!

Era una zona semi-arbolada, un pequeño bosque de pinos negros, por la que enseguida oigo balidos y sonidos de cencerros. Los balidos eran casi gritos a veces. Ya empiezan a aparecer  ovejas y carneros. En medio del camino, saliendo de entre los pinos, multitud de ellos. Por supuesto me paro a hacer unas fotos, que continúo haciendo subido en la bici, pues no era cuestión de quedarse allí en medio parado. Algunos carneros daban hasta miedo, con esos cuernos y esos berridos que pegaban. Yo no sé qué es lo que les pasaba, jajajaja, beeeeeeee, béééééééé´, BEEEEEEEEÉÉÉÉÉÉÉE!!!!!!!! ¡Vaya jaleo!

Lo que menos me esperaba encontrarme allí arriba

Estaban por todas partes


Un poco más adelante me encuentro con dos ciclistas y charlamos durante un ratillo. Resulta que se estaban aclimatando para irse esta semana, ni más ni menos que a un campo base en el Everest, a hacer rutas en bici por allí. Eso sí que tiene que ser una pasada. Pues nada, les deseé suerte en su viaje, y continuamos nuestros caminos.

Después de un poco más de subida, con vacas pastando a un lado del camino, llegué a un corto tramo llano que sería la cota más alta de la jornada, 2100 metros de altura. Llevaba unos 32 kilómetros recorridos y casi 1500 metros de ascensión. No estaba nada mal, la verdad.

Por piedras no sería


Justo antes de que el camino empiece a bajar me paro a hacer unas fotillos, que el día ya me lo estaba tomando como una toma de contacto con la zona, pensando en volver dentro de unos días a intentar hacer esta ruta y la ruta 8 del tirón. Así que no me importaba ir parando cada dos por tres a hacer fotos, que la ocasión lo merecía.
Además aproveché para ponerme el chubasquero, que de bajada seguro que iba a pasar frío.

Ya divisaba las pistas de esquí


Ya empiezo el camino de bajada, rápido pero con mucha piedra suelta y mucha piedra sobresaliendo de la tierra, con lo que era preciso abrir bien los ojos para evitar percances.

Llego a un desvío que para mi gusto no estaba bien señalizado (como en otras partes de la ruta, mi opinión es que no está bien señalizada, pues las señales son pequeñas y en ocasiones casi ni se ven, y en otras ni siquiera existen), y decido seguir bajando, pues parecía que era la mejor opción para, supuestamente, volver a aparecer en la estación de esquí.

Al poco aparezco en un parking de coches, parking d’Estavill, o algo así, en el que por supuesto no veo ninguna señal de hacia dónde va la ruta, y vuelvo a decidir seguir hacia abajo, ahora ya por asfalto.
Con algún coche de por medio acabo llegando a la carretera que me había llevado a la estación de esquí, por lo que ya no tenía pérdida. Sólo tenía que bajarla y llegaría al pueblo.

Como horas antes, al subirla, no había hecho ninguna foto, aprovecho la bajada para pararme en varias ocasiones y hacer unas fotos de las grandes vistas sobre La Vall de Lord. Tengo que decir (por si no lo he dicho ya) que es una zona muy, muy bonita.

Las vistas ayudan a que cuando subes por la carretera te cueste menos

Por si no estaba claro que era yo el que hacía las fotos


Acabo llegando otra vez al Coll de Jou, donde me doy cuenta de que era allí donde la Ruta 9, Ruta de la Bofia, se metía en la montaña. Claro, horas antes no me había dado ni cuenta de lo ensimismado que iba con la ascensión por carretera.

El caso es que allí mismo hay unas indicaciones para ir a un mirador, en el Tossal de la Creu del Codó, con lo que pienso que valdrá la pena acercarse, y en lugar de seguir bajando hacia el pueblo me meto hacia ese mirador, al que se llega después de pasar al lado de un merendero que tienen montado allí en la montaña.

Vaya plan llevaba


Ya a estas alturas de la jornada iba medio deshidratado, no porque no llevara bebida, si no porque no se descongelaba y sólo podía ir bebiendo pequeños sorbitos de vez en cuando. Vaya tela, no me vuelve a pasar.

Vale la pena pasarse por el mirador, las vistas son impresionantes. Abarcan los cuatro puntos cardinales. Sólo el Oeste queda un poco tapado por la propia montaña en la que esta situado el mirador.

Realmente espectacular, no me importa repetirme

Desde allí no hay vista mala

¿Montserrat? ¿Los Monegros?


Además, si miras hacia arriba también descubres unas buenas vistas. Buitres y otras aves rapaces se dan cita allí para pegarse unos buenos vuelos. Yo no sé si estaban esperando a que yo desfalleciera...

Ellos también disfrutan del lugar

La vista en piedra


Después de un buen rato allí parado reemprendo la marcha, y me meto por un senderillo que ha de llevarme a una fuente. De repente se acaba el sendero y aparezco en medio de unas barbacoas, y aparte de mucho jaleo de gente un poco más abajo, de la fuente ni rastro.

¿Moais en el Solsonés? No, son barbacoas


Bueno, como ya voy de vuelta hacia el pueblo ya compraré allí agua. Así que vuelvo a salir a la carretera e inicio la bajada hacia Sant Llorenç. La bajada es larguita, y la aprovecho para ir dando pedales, con las pulsaciones a 180 por minuto. Vuelvo a pensar que será cosa de la altitud, pues tampoco iba a saco.

Una vez llego al pueblo decido acercarme a un camping que hay cerca, para ver qué tal está y recoger información sobre las tarifas, pensando que sería buena idea ir allí dos o tres días y hacer las rutas tranquilamente, sin tener que ir y volver en el mismo día.

Cerca del camping me meto por un camino que lleva a una fuente, que tampoco encuentro, vaya día llevo, pero que me sirve para hacer las últimas fotos del día en un tramito corto pero bonito del camino.

Ya haciendo el tonto acabando la ruta


Después de pasarme por el camping y comprar agua y pedir información, ya volví hacia el pueblo, pensando que como toma de contacto no había estado mal el día.

Aunque no había hecho muchos kilómetros ni muchas horas, la ruta había sido muy satisfactoria, y la idea es que vuelva en unos días y la haga bien hecha.

En total 63 kilómetros con 1800 metros de ascensión. 4 horas y media de pedaleo y casi 2 de paradas.
Aunque no estaba hecho polvo, algo cansado sí que había acabado. La altitud y las dos largas subidas se notaban.

Un perfil simple pero divertido


A ver si el próximo día que vaya soy capaz de hacer las dos rutas que tenía previstas, y así conseguir aprovechar mejor el día y hacer un buen entrenamiento de cara a la Turbón Tour Non Stop.

Como último comentario, decir que hay gente muy, muy inconsciente, pues de camino de vuelta, llegando a Berga, me cruzo con una pareja joven que iba en bici. Él, con cara de no poder con su alma, y ella, detrás de él, tampoco iba muy sobrada. Hasta aquí todo normal. Pero es que esa carretera, de innumerables curvas sin visibilidad, no tiene arcén, y ellos iban tan campantes...
¡¡¡¡con un carrito de esos para niños enganchado a la bici del chico!!!!  A lo mejor no llevaban al niño dentro, no lo llegué a ver, pero ya les vale...


Bruno

sábado, 17 de julio de 2010

CRÓNICA TARDÍA DE LA 1ª VIPXTREM



Se les fue la olla... O se nos fue a nosotros.

El pasado sábado 10 de julio participé en la primera edición de la VipXtrem, marcha de bicicleta de montaña por las Montañas de Prades y el Paraje Natural de Poblet, en Tarragona.

Durísima prueba de 135 kilómetros de recorrido, con 3400 metros de ascensión acumulada, y que tardé casi 13 horas en realizar.
Pedaleé durante casi 11 horas, y estuve parado dos más.
La verdad es que consiguieron lo que querían, que era hacer una prueba extremadamente dura.

Acabé de los últimos... de los últimos que la acabaron, porque hubo un 25% de abandonos. Y es que no era para menos.
Conseguí mi objetivo, que era acabarla, y acabarla dentro del tiempo máximo establecido, que eran esas trece horas.

Empezó el día a las 4 y cuarto de la mañana. Muy temprano sí, pero “acostumbrado” a levantarme a esa hora durante toda la semana no me resultó demasiado difícil hacerlo también el sábado.

A las 5 y media estaba ya en el peaje de Martorell, donde había quedado con Carlos. Esta vez íbamos en dos coches porque el quería volver más pronto que yo, y lo normal era que acabara la prueba un par de horas antes que yo.

Llegamos a Vimbodí un poco antes de las 6 y media de la mañana.
Ya había unos cuantos ciclistas por allí. Recogida de dorsales, preparar la bici y todo lo que íbamos a llevar encima, última visita al lavabo, y dispuestos a empezar la que ya preveíamos sería una dura jornada de ciclismo montañoso.

Antes de ir hacia la salida, foto de grupo con unos compañeros de Carlos de la Penya Btt Canigó.

Qué felices nos las prometíamos


A la prueba nos habíamos inscrito unos 360 participantes, ¡qué locos todos! En el pabellón deportivo nos dieron las últimas explicaciones del recorrido y los últimos consejos. El día iba a ser muy caluroso, y el recorrido muy duro, sobretodo la segunda mitad de éste, con lo que la organización se preocupó de aconsejarnos que guardáramos todas las fuerzas posibles para esa segunda parte de la prueba.

Escuchando los últimos consejos


Unos minutos después de las 7 y media dieron la salida, neutralizada por las calles del pueblo, una manera de pasearnos un poco antes de empezar a dar pedales con ganas.

Los primeros 5 kilómetros, en bajada y con un par de repechos de por medio, servían de calentamiento para el primer objetivo del día, una larga subida de unos 7 kilómetros, que empieza después de pasar por el Monasterio de Poblet, y que nos lleva desde los algo menos de 500 metros a los que está el monasterio, hasta los 1000 metros de altura al final de la subida, en el Pic de l’Àliga.

Es la subida de La Pena. El nombre ya lo dice todo. Antes de empezar a subir me acerqué a Carlos y me despedí de él, pues tenía claro que yo iba a hacer la subida a un ritmo más bajo que él. “¡Nos vemos el lunes en el curro, ja, ja, ja!”

La subida discurría por zonas todavía en sombra a esas horas de la mañana, lo cual era de agradecer pues ya estaba empezando a hacer calor. El camino, tipo pista forestal pero con bastante piedra suelta, y unas pendientes bastante duras que me hicieron tomármelo con calma. Plato pequeño, y jugando con tres o cuatro piñones, fui subiendo mientras disfrutaba del entorno, con unas vistas bastante bonitas de la zona ya a media subida.

En estos primeros pocos kilómetros ya pasé a unos cuantos participantes que habían pinchado rueda. El camino era propicio para ello.

Una vez arriba, bonita vista para pararse a hacer una foto, pero pienso que mejor no entro en la dinámica de hacer una ruta fotográfica, no vaya a ser que acabe perdiendo mucho tiempo.
Y es que en estas marchas (realmente en todas) siempre me quedo con las ganas de hacer más fotos de las que hago, pero es que si me paro cada vez que me parece que puedo hacer una buena foto...
Decidí que sólo haría fotos en los avituallamientos, que habría bastantes y eso ya me haría perder bastante tiempo. Yo calculaba que entre una hora y media y dos horas.

Venía ahora una buena bajada, rápida, de unos 5 ó 6 kilómetros, en la que había que ser precavido pues el camino estaba bastante roto y no resultaría difícil tener un pinchazo o algún sustillo.

En un punto de la bajada veo a un hombre apartado a un lado del camino, sentado, encogido, con los brazos abrazándose las piernas. Me paro y me dice que se ha caído y que no está bien. Me estoy unos momentos con él hasta cerciorarme de que “no es grave”, y tras animarme a seguir y asegurarme que alguien ya había avisado a la organización, me despido de él y continúo bajando.

Suerte que bajaba con cuidado, porque al poco me encuentro con un 4x4 que sube a toda pastilla, y al que le hago gestos para que afloje, pues detrás mío venían más corredores, y el camino no era como para ir a esa velocidad. Vale que eran los de la organización que iban a socorrer al accidentado, pero no veas cómo subían.

Llegué al primer avituallamiento, situado al lado de un merendero en Castellfollit, en el kilómetro 19, dentro del horario previsto (la organización había marcado tiempos de paso), y paré a rellenar de agua el bidón, que ya lo tenía vacío, y comer un poco. El siguiente avituallamiento sería algo más de 20 kilómetros después, por lo que era imprescindible ir a tope de agua y comer algo, que venían más subidas. Aproveché para hacer unas fotos.

El merendero de Castellfollit


De momento me encontraba muy bien de fuerzas (jaja, sólo llevábamos 20km), aunque el tendón femoral de la rodilla izquierda me estaba molestando bastante. Bueno, pensé que cuando llevara un par de horas más y se hubiera calentado del todo se me pasaría.
Por suerte acabó siendo así.

Lo que viene a continuación es otra buena subida, de unos cuatro kilómetros, en los que subiremos los 300 metros de desnivel que acabábamos de bajar. Con las mismas características que la otra, esta subida la hago a mi ritmo, tirando de plato pequeño.

Una vez arriba, un tramo de bajada con repecho intercalado, que nos llevará al principio de otra buena subida, de unos 5 kilómetros, siempre por caminos bastante pedregosos, y otra vez con unas duras rampas que me hacían llevar un desarrollo muy corto para no malgastar fuerzas.

Llegaremos casi a los 1200 metros de altura, donde haremos un pequeño tramo de contínuo sube y baja, hasta que empieza otra bajada que parecía iba a ser como las anteriores.

Enseguida nos desvían del camino para meternos hacia un sendero, que empieza con una bajada bastante pronunciada, de unos pocos metros, entre árboles. Me desengancho los pedales, y con decisión me meto hacia el sendero. Nada más empezarlo se me clava la rueda delantera en la raíz de un árbol y me caigo por delante de la bici, a cámara lenta. Acabo tumbado de morros en el suelo, con la bici encima mío, y habiéndome dado un pequeño golpe por arrastre en la rodilla izquierda.

Parece que no va a ser nada grave, pues puedo flexionar bien la pierna y no me duele. Suerte que había tenido la precaución de desengancharme los pies de los pedales, que para estas cosas me compré unos pedales mixtos.

Me tomo a cachondeo mi torpeza, y aprovecho para hacer una foto del lugar y de mí mismo.

Allí arriba me caí

El sendero que había a continuación


Después de dejar pasar a unos pocos participantes que aparecieron mientras me hacía la foto, alguno de los cuales me preguntó si estaba bien, continúo el camino, que discurría por la ladera de la montaña, pedregoso y poco estable, y que acababa dando otra vez a una pista típica de esa zona, llena de piedras más o menos planas que se han ido desprendiendo de las rocas con el paso de los años, y que durará unos cinco kilómetros.

Vendrá entoces una durísima subida, corta pero de gran pendiente, siempre sobre el 20-25 %, cementada, que hace que algunos participantes decidan hacerla andando.

A lo mejor me equivoco y esa subida la estoy situando mal, pero es que ya no me acuerdo bien de lo que pasó aquel día, ¡jajajajaja!

El calor aprieta bastante, y este corto tramo es muy exigente. Con todo el desarrollo y pensando que al menos está cementada, la hago esperando que no me acabe pasando factura más adelante.

Después de esta subida llegaremos al segundo avituallamiento del día, en el kilómetro 44, situado en Prades, y donde aprovecho para descansar un poco, hidratarme bien, rellenar el bidón y la mochila, y comer un plátano y un pequeño donut de chocolate que estaba tremendo.

Unas pocas fotos del momento, y a continuar el camino.

¡Qué bueno estaba el minidonut!


Viene ahora una larga bajada, de unos 10 kilómetros, siempre por caminos con bastante piedra suelta, y al cabo de un rato de bajar me paro porque había un ciclista sentado en medio del camino, y al lado suyo otro que parecía se había parado a ver qué pasaba. El primero se había caído y decía que se había roto una clavícula. Como allí no había cobertura telefónica yo seguí adelante hasta que encontré un punto con cobertura y llamé a la organización para que enviaran un coche para evacuarlo. Después de continuar unos minutos, me paro otra vez para volver a llamar y darles unos detalles más precisos del punto en el que había ocurrido el accidente.

Ya sigo, ahora por una zona de sendero que nos acabará llevando hasta el Pantano de Siurana, donde empezaremos un tramo de unos 10 kilómetros auténticamente rompepiernas, con un continuo sube y baja que unido al calor del mediodía se hará bastante difícil de recorrer.

Suerte que hasta el momento me encontraba muy bien de fuerzas, y también de ánimos. Había ido muy bien mentalizado a la prueba.

Al poco llegamos al tercer avituallamiento del día, kilómetro 60 y poco, en el que paro para reponer agua, que la que me quedaba en el bidón estaba caliente. Justo después de vaciarlo me dicen que no les queda agua, ¡y eso que decían que habían llevado 600 litros!. Tampoco les queda Aquarius, solo Cocacola, supongo que también caliente. Sin esperar ni un segundo más me vuelvo a subir a la bici y continúo camino, mientras oigo que uno de la organización le dice a un participante que un poco más adelante hay un riachuelo en el que podremos coger agua. Sí, pa’ que te entren cagarrinas, pienso yo.

Efectivamente, enseguida llegamos al riachuelo (Río Siuriana), en el que nos tenían preparado un tramo de unos 200 metros por entre las piedras que forman su lecho y su ribera. Un auténtico agobio de tramo, caminando entre pedrolos de río, teniendo que tirar de la bici en varios momentos, y bajo un sol abrasador que hizo que algunos de los participantes incluso se metieran en el río para refrescarse.

Yo, la verdad es que no tenía ganas de mojarme el calzado, así que fui pasando por encima de las piedras aquellos puntos en los que había que cruzar el riachuelo, que fueron varios. Otros, menos escrupulosos que yo, pasaban a lo burro por dentro del agua.

¿De qué me estoy riendo? Si no me hizo ninguna gracia...


Cuando se acaba el tramo pedregoso del río, nos meten por un “sendero” de subida que había que hacer con la bici al hombro en algunos momentos, y en otros había que arrastrar de ella mientras “escalabas” pequeños desniveles complicados de pasar por culpa del calzado que llevamos y porque además había que subir la bici también.

No sé cuántas veces dije la frase “se les ha ido la olla” durante este tramo tan “divertido” del recorrido.

Cuando por fin podemos subirnos a la bici para pedalear, nuestro gozo en un pozo. Tremenda subida de gran pendiente, que después del esfuerzo hecho en el río y en el senderito, hace que tenga que bajarme de la bici y subir andando gran parte de la cuesta. Ya costaba incluso caminar, pues además de la fuerte pendiente, el camino estaba muy roto, con regueros del agua, y piedra suelta que hacían derrapar las ruedas.

Realmente lo estaban consiguiendo, era un recorrido eXtremo.

Poco a poco el camino se va haciendo más “llevadero” y podemos subirnos en las bicis y pedalear, siempre a un ritmo muy, muy lento, pues la cuesta seguía siendo dura. Además iba sin agua, y el líquido isotónico, caliente, me resultaba demasiado dulce como para beber suficiente para estar bien hidratado.

En escasos 5 kilómetros había pasado de sentirme muy bien de fuerzas, a estar bastante hecho polvo, y un poco cabreado por el tramo tan jodido que acabábamos de hacer.

Después de un buen rato de sufrimiento, quizás de los momentos más duros del día, llegamos a una zona más llana, con algún repecho de por medio, en la que de repente aparece nuestra salvación momentánea. La señora Judit, del Mas del Salín, estaba allí, a un lado del camino, manguera en mano, remojando a todo el que quisiera, y rellenando los bidones de todos los que aparecíamos por allí, totalmente sedientos y exhaustos después del tremendo tramo que acabábamos de hacer. Fue como encontrar un oasis en el desierto.

Después de beberme casi un bidón de agua, de echarme otro por la cabeza, y de volver a rellenarlo, le dí las gracias a la señora Judit y seguí adelante, ahora medio recuperado, y tremendamente agradecido por tan oportuno “avituallamiento”.

Los primeros metros después del “avituallamiento” fueron como si hubiéramos renacido, pues salimos disparados de allí, en busca de una corta pero empinada bajada que nos llevaría hasta el pueblo de Arbolí, donde estaba situado el cuarto avituallamiento de la marcha, más o menos en el kilómetro 70 del recorrido.

Eso ya fue otra cosa. Allí, a la sombra, tenían agua fresca, sandía, melón, aquarius, frutos secos... Las garrafas de agua las tenían metidas en un pequeño “estanque” que las mantenía bien frescas, y que según nos contaron, alguno aprovechó para meterse dentro, vestido y todo. Y es que estaba haciendo mucho, mucho calor. Eran las dos de la tarde, y el sol apretaba con todas sus fuerzas.

Me habría quedado allí, el calor era casi insoportable


Me comí unos cuantos trozos de sandía que me sentaron de maravilla, bebí un par de vasos de Aquarius, creo que un bidón entero de agua, estiré un poco, me comí una barrita energética de las que llevaba, rellené el camelback con agua fresca y un par de sobres de isotónico que llevaba en la mochila, llené el bidón de agua, y engrasé la cadena, que ya estaba llena de polvo y reseca, y aún quedaba la mitad del recorrido.

Salimos del pueblo por carretera, siempre en subida, hasta que nos volvimos a meter por camino de montaña, pedregoso como todos, con una pendiente bastante buena como para tener que tirar de plato pequeño, tras la que tocaba hacer otra de las ya típicas bajadas del día.

Enseguida llega otra tremenda subida, que después de un buen rato de esfuerzo enlazaremos con un tramo de carretera que siempre agradezco, pues al pasar de tierra a asfalto se tiene una sensación de alivio grande, ya que con el mismo esfuerzo de pedaleo notas que avanzas mucho más.

Después de 3 ó 4 kilómetros por asfalto llegamos al refugio de La Mussara (un poco antes había unas vistas esplendidas de las montañas, pero como siempre, no quise perder tiempo haciendo fotos), donde estaba situado el quinto avituallamiento del día, en el kilómetro 80 y pico, y en el que nos tenían preparada una ración de macarrones.

Al llegar al avituallamiento, con las fuerzas ya justitas por la dureza de las cuestas precedentes, lo primero que hago es descansar unos segundos. Luego a beber y a comer algo, pues hambre ya tenía.
Un plátano, un trozo de pan, y el plato de macarrones con verduras. No muy grande, lo justo para darle energía al cuerpo y no salir de allí con el estómago demasiado lleno.

En el refugio de La Mussara, con mis macarrones


Estando allí, algunos participantes le preguntaban a uno de la organización que tenía un mapa, sobre como atajar el recorrido para así no hacer los 50 kilómetros que aún quedaban.
Otros le preguntaban si era mejor retirarse allí mismo o intentar seguir.
Los consejos del de la organización eran que si no lo tenían muy claro se retiraran, porque los kilómetros que quedaban eran bastante duros, con tramos de sendero algo técnicos, y algunas subidas de gran dureza, lo que haría que mantener una media de 10 km/h pudiera ser bastante complicado. Estábamos en el límite de tiempo establecido por la organización, y esa era la media necesaria para llegar a la hora prevista.

Así que no quise perder más tiempo, y a pesar de que me habría quedado allí un rato más, me subí a la bici según acabé los macarrones, y continué mi camino, decidido a acabar la prueba en el tiempo previsto.

El siguiente objetivo era el avituallamiento del kilómetro 94, ahora ya más pendiente del horario de lo que había estado hasta el momento.

Viene ahora un tramo de bajada más o menos continua y pronunciada, salpicada con un par de repechos, y que nos llevará hasta el principio de otra dura subida al final de la cual estará el citado avituallamiento, en Mont-ral.

Esta subida, muy dura, como todas las del recorrido, se me hizo bastante difícil, pues llegaba ya bastante cansado después de unos 90 kilómetros, tras una larga bajada que castigaba bastante piernas y brazos (como otras muchas de la marcha), siendo las cuatro de la tarde, con un sol que machacaba mucho, y deseando más que en todo el día que llegara el avituallamiento para descansar un poco.

Según subía, ya sin agua en el bidón, y con el isotónico inbebible por lo caliente que estaba y porque no me apetecía nada dulce, miraba el gps y según el kilometraje que marcaba pensaba que teníamos que haber llegado ya al avituallamiento. Estábamos en un pequeño tramo de asfalto y al ver un restaurante un poco más arriba le hago un comentario a un corredor que iba a mi lado, sobre la posibilidad de que la organización hubiera “desmantelado” ya el avituallamiento, y sin pensármelo dos veces me desvío y me meto en el restaurante.

Después de que en aquel avituallamiento del km 60 no tuvieran agua para darnos, pensé que si éste otro “no estaba” iba a ser un suplicio llegar al siguiente sin bebida. Así que entré en el restaurante y compré una botella de litro y medio de agua, y allí, en la sombra del jardín del restaurante, al lado de dos perros que estaban tumbados a la bartola, me senté en el suelo y rellené el bidón y el camelback. Descansé un poco, pues estaba realmente fatigado por el kilometraje y por la sensación de calor que tenía, y al cabo de unos minutos continué mi camino, por lo menos con mejor ánimo, y bastante menos acalorado.

Al poco apareció el avituallamiento previsto, así que aproveché para pararme y comer un poco de sandía y charlar con los que allí estaban. Que si el perfil que habían dado no coincidía exactamente con el real, que si los avituallamientos no estaban en el kilómetro exacto que habían indicado, que si lo que quedaba era muy jodido...

Continué mi camino, en dirección a Capafonts, donde estaría situado el siguiente avituallamiento, ahora, menos mal, por una bajada pronunciada de unos tres kilómetros, que daría paso a un duro “repecho” en el que coincidí un rato con un par de participantes, uno de los cuales se conocía la zona y ya nos avisó de que más tarde vendría una subida aún más larga y más dura que la que estábamos intentando hacer.

Después de una bajada medio reparadora vendría una subida de dos o tres kilómetros, de dura pendiente, después de la cual estaba situado el avituallamiento de Capafonts, al que llegué realmente tocado, y con muchas ganas de sentarme a la sombra y dejar pasar el tiempo.

Allí me echaron agua por la cabeza, que me refrescó muchísimo, bebí, y comí una de las barritas que llevaba yo, no porque tuviera hambre, si no porque el tremendo esfuerzo que estábamos haciendo y el que aún nos quedaba por hacer iba a demandar de mi cuerpo toda la energía que tuviera disponible. Era el kilómetro 105 más o menos, y aunque ya sólo quedaban unos 30, iban a ser difíciles.

Intentando recuperarme del cansancio y del tremendo calor


Después de estar allí parado unos minutos, y de conseguir bajar un poco la temperatura corporal, me dispuse a afrontar los siguientes kilómetros, que ya estaba avisado iban a ser durillos, aunque decían que íbamos a pasar por una zona de castaños que sería bastante sombría, lo que iba a ser de agradecer.

Después del avituallamiento, subida continua en dirección a Prades, donde estaría el último avituallamiento del día. Una subida muy dura, de unos 5 kilómetros, que empezaba con una zona muy maltrecha por las bajadas de agua, con muchos regueros y piedras sueltas, que unidos a la gran pendiente que tenía, hizo que la tarea de subirla fuera realmente costosa.

Era el kilómetro 110 y yo no veía la necesidad de que nos metieran por un camino de rampas del 20 al 25% de pendiente, en las que por supuesto tuve que bajarme de la bici y hacer un buen trecho a pie, no por eso menos costoso, pues incluso eso resultaba difícil.
Pero claro, era la VipXtrem, y yo sabía a lo que había ido, así que tocaba tener buenos ánimos y sufrir un rato más, que ya quedaba menos para acabar.

Tal y como me habían dicho, pasábamos ahora por una zona de sombra en la que había una ligera brisa que me estaba haciendo coger frío, quién lo iba a decir. Y es que en el avituallamiento, al que había llegado muy, muy acalorado, me había quitado la camiseta interior. Así que sólo llevaba el maillot, finito, empapado en sudor y en el agua que me había echado por encima, por lo que decidí parar y volverme a poner la camiseta, que, aún estando también empapada, realmente me protegió de ese frío momentáneo.

Después de la dura subida llegué a Prades, donde tras callejear un poco apareció el último avituallamiento, en el que me comí uno de aquellos mini-donuts, y creo que ni cogí agua. Enseguida continué adelante, ahora ya sabiendo que la faena estaba casi completada, pues aunque aún quedaba una corta pero durilla subida, después venían casi 15 kilómetros de bajada más o menos continuada hasta la meta de Vimbodí.

Una vez acabé el último repecho del día ya me lancé a todo lo que podía en dirección a la meta. Quería llegar dentro del horario establecido, y estaba rozando los límites de éste.

Cómo no me iba a parar a hacer una foto, si ya "sólo" tenía que bajar


Aún nos quedaba por hacer un tramo bastante largo de senderos y trialeras no demasiado técnicas, pero que a esas alturas del recorrido, y con toda la fatiga que llevaba encima hacían que los brazos y las piernas tuvieran que dar lo poco que les quedaba ya de energía. Algún tramo de sendero un poco jodido sí que nos encontramos, pues el camino era estrechito y lleno de piedras sueltas y arena, y había que ir con cuidado.

Pero bueno, ya todo eso casi daba igual, pues los kilómetros iban pasando y cada vez estaba más cerca de la meta. Cuando ya acabó la zona senderil, otra vez pista forestal, de firme irregular como todas las recorridas, con mucha piedra amenazando de pinchar una rueda, pero que con cuidado permitía ir bastante rápido.

Parece que no, pero los últimos 5 kilómetros se me hicieron bastante largos, pues en todo momento pensaba que ya mismo llegaba y le metía aún más caña a los pedales. Al final, llegué a Vimbodí casi en sprint, exprimiendo las escasísimas fuerzas que aún me quedaban, intentando llegar antes de las ocho y media de la tarde, que era la hora límite teórica.

Finalmente, después de 12 horas y 55 minutos de tremendo recorrido ciclista, entré en el pabellón deportivo de Vimbodí, donde estaba Carlos esperándome para hacerme la foto de la llegada. Él había llegado una hora y media antes, pero había tenido el gran detalle de esperame. Y eso que tenía compromisos que atender y por eso se quería marchar antes que yo. Gracias por esperarme, Carlos.

Llegando por fin a la meta

Foto final, cortesía de Dolors


Cuando me bajé de la bici estaba totalmente destrozado físicamente. Pero estaba muy contento por la hazaña conseguida. Y es que creo que aquello fue una hazaña acabarlo.
 En Cantabria, en Los 10000 del Soplao, acabé bastante tocado, pero es que aquí había acabado reventado. Qué dura había sido esta marcha. Qué brutos. Se les fue la olla.

Un perfil realmente duro


También hay que decir que el haber hecho los últimos kilómetros a toda castaña me hizo llegar aún más hecho polvo. El caso es que estaba muy, muy cansado.
Después de unos minutos de recuperación, ya me tomé un Aquarius bien fresco, y me comí un par de rebanadas de pan con tomate y un trozo de butifarra.

Ya luego fuímos a los coches, donde me despedí de Carlos, que inició camino de regreso a su casa. Yo aún estaría allí un rato más, entre que guardé la bici, me limpié un poco y me cambié de ropa.

Luego el camino de vuelta, conduciendo tranquilamente, con la satisfacción de haber conseguido acabar la tremenda prueba que nos había preparado los amigos del Btt Tarragona, a los que hay que felicitar por la organización, pues lo hicieron todo lo bien que pudieron, aunque siendo la primera vez, seguro que tratarán de mejorar algunas cosillas de cara a la siguiente edición, en la que me gustaría participar. Pero eso ya es otra historia...


Bruno

lunes, 5 de julio de 2010

RETROCESO EN EL TIEMPO


Antes de ayer hice una salida en la que me sentí como si hubiera retrocedido un año en el tiempo.
Cansado, sin fuerzas, psicológicamente tocado, usando desarrollos cortos, y deseando que pasaran los kilómetros para poder irme a casa con la conciencia tranquila por haber hecho algo mínimamente decente, sólo fui capaz de hacer 60 kilómetros.

Salí con la intención de hacer un recorrido largo, aunque sabiendo de antemano que me iba a costar más de la cuenta. No sabía cómo me iba a influir el no haber hecho nada en toda la semana, y además tenía claro que el calor aún pondría las cosas más difíciles.

Lo primero que hice fue bajar por carretera hasta la gasolinera del polígono Les Fallulles, para limpiar la cadena con la “carcher” del lavadero de coches. Después de un rato emprendí la marcha, en dirección a La Palma de Cervelló, pero en lugar de volver por la carretera volví por el camino del cementerio. Una vez en el pueblo inicié la subida a Can Llopard, repitiendo el recorrido hecho días atrás con Carlos.

Empecé con ganas, haciendo un par de veces el recorrido entre La Palma de Cervelló y Can Vía, recorrido en el que hay que superar un par de cuestas bien buenas, la de Can Llopard, y la de Can Vía. Entre una y otra vez, me di un par de vueltas por las inmediaciones de Can Vidal y Can Paulet, investigando unos caminos. Ya me notaba con menos fuerzas de lo normal.

Siguiendo el plan previsto me decidí a subir desde Can Vía al hotel de Can Rafel por el camino que hice con Carlos el sábado anterior.
Me costó más de lo que me esperaba. Quizá no recordaba bien lo duro que era. Además, el intenso calor me hacía sudar mucho y llevar las pulsaciones más altas de lo normal.

Cuando llegué a Can Rafel me paré en un sendero al lado del hotel, y allí me estuve unos cuantos minutos recuperándome del esfuerzo y del tremendo calor que estaba soportando. La verdad es que no me encontraba en mis mejores momentos precisamente. Sí, llevaba muchos metros de ascensión para los pocos kilómetros que había hecho, pero me notaba bastante cansado.

Totalmente petado después de menos de 30km


Me compré una botella de agua fresca y continué mi camino, con la idea de bajar hacia Can Casildo. En el último momento cambié de opinión y me adentré en “territorio de guerra” (el camino por donde andan haciendo juegos de simulación de guerra), intuyendo que no me encontraría a nadie. Así fue, y acabé por subir por un camino que me llevó a lo que yo pensaba que era la cima del Puig Montmany (luego vería en el Wikiloc que no había sido así. Qué lástima). 

Ni siquiera estaba donde creía

Panorámica desde la "cima fantasma"


Seguí por esos caminos hasta llegar a las inmediaciones de la Font de Sant Ponç, donde me desvié por un sendero por el que no había pasado desde los temporales de hace unos meses. Bueno, lo encontré en mejores condiciones de lo que me esperaba.

Ya de allí fui a salir al camino del Cau de la Guineu, por el que subí a la esplanada de la N-340, e hice la vuelta típica por el Coll de Verdeguer. Paré un rato en una sombra para descansar y refrescarme un poco, y es que realmente no me notaba yo en condiciones perfectas para pedalear. Después de unos minutos de descanso volví a bajar por el Cau de la Guineu, esta vez hasta el final del camino, donde empecé el que lleva a la masía de Can Casildo. Arriba, media vuelta, y otra vez hacia la N-340, para volver a repetir la vuelta típica hecha minutos antes.

Volví a parar a descansar, que de verdad hacía un calor sofocante, y mis piernas no estaban para muchas alegrías. Qué mal día llevaba. Siempre notándome con menos fuerza de la habitual, con pocas ganas de pedalear, y aguantando simplemente por no irme a casa con la sensación de no haber hecho suficiente.

Mi cara habla por sí sola

No tengo claro que debió ser esta construcción (¿un antiguo horno?)


Después de hacer unas fotos tomé el camino de vuelta, esta vez subiendo unos metros por la nacional, para coger el camino de Can Dispanya de bajada hacia el Pou dels Crestats, y de allí a Sant Ponç, y ya para Corbera.

Muy mal el camino de vuelta, como toda la mañana, costándome más de la cuenta mover los desarrollos que me exigía, y deseando llegar de una vez a casa para beber agua fresca y descansar, que estaba muy, muy cansado. Parecía que llevara 10 horas encima de la bici.

Finalmente acabé haciendo 61 kilómetros y 1600 metros de ascensión, en un tiempo de pedaleo de 4 horas y tres cuartos, con casi una hora y media de paradas, más necesarias que nunca.

Un perfil "para la historia" 


Para nada satisfecho con mi actuación, y pensando que si esto me pasa el sábado que viene en la VipXtrem, acabaré abandonando.

Y es que hice 60 kilómetros y acabé tan hecho polvo como si hubiera hecho 120.

Luego en casa estuve reflexionando sobre los motivos por los que me encontré en tan malas condiciones físicas. No haber hecho nada en toda la semana creo que fue lo que más influyó. Y por supuesto, el tremendo calor que hizo también se notó, y mucho.

En cualquier caso, acabé por pensar que si planteo bien esta semana, y sobretodo voy con ganas (que tenerlas las tengo), podré acabar la VipXtrem. En qué condiciones no lo sé. Eso sí, ojalá no haga el terrible calor que me temo que hará allí.


Bruno