Sin metas pero con objetivos, sigo disfrutando de las bicis y de otras actividades. Intento aprender continuamente para mejorar como persona, física y mentalmente. Este blog sigue siendo una especie de diario personal en cuanto a lo ciclístico, pero va siendo hora de ir añadiéndole algunas cosas más que también captan mi atención...

miércoles, 28 de abril de 2010

Al Diablo, ida y vuelta


Último entrenamiento antes de la Maratón de Los Monegros, a la que iré este sábado junto con Carlos.

Se trataba de hacer una ruta de unas tres horas, lo más llana posible, intentando mantener un ritmo contínuo.

Así que a las ocho de la mañana he empezado la ruta, bajando por carretera desde Corbera hasta Molins de Rei. El día ha sido espléndido para salir en bici, aunque a esa hora aún hacía algo de fresquillo, si es que rodabas por zonas sombrías.

Una vez en Molins de Rei, me he dirigido hacia “Els Aiguamolls de Molins”, donde he tomado el camino que discurre por la margen izquierda del río Llobregat, con la intención de ir hasta Martorell.

Como tampoco se trataba de machacarse mucho, pues hay que llegar descansado al sábado, he intentado mantener un ritmo bueno (tampoco se trataba de ir de paseo) pero siempre pendiente de no pasar de 150-155 pulsaciones por minuto.

Aunque las vistas que hay por el río no son espectaculares precisamente, siempre te encuentras con algo curioso de ver.

Sin comentarios


Aunque el viento en contra hacía forzar un poco las piernas, no me pasaba de pulsaciones (salvo en momentos puntuales), con lo que he ido tirando a ese ritmo hasta que he llegado al Pont del Diable, en Martorell.

Parada para hacer unas fotos, e investigar si allí se podía coger el camino que va por el otro lado del río. Parece que no.

En el Pont del Diable


De vuelta de Martorell he podido llevar una velocidad bastante más elevada, siempre sin pasarme de pulsaciones, y trabajando la cadencia de pedaleo.

He pasado de largo Molins, pues iba bien de tiempo, y después de dar la vuelta dos o tres o kilómetros más adelante, me he metido por un camino que rodea los pantanos, y he vuelto a entrar en Molins.

Ya otra vez por carretera he subido a Corbera, ahora sí un poco alto de pulsaciones, y es que quizás había estado llevando un ritmo demasiado elevado, y algo cansado me notaba.

Sin forzar, pero sin dormirme, he ido subiendo por la carretera, hasta que una vez a la altura de casa he decidido seguir hasta el barrio de L’Amunt, para intentar completar las tres horas previstas. Allí he dado la vuelta y he regresado a Corbera.

Finalmente, me ha salido una ruta de tres horas de pedaleo (más 18 minutos de paradas), para un total de 64 kilómetros, con un desnivel ascendido de 595 metros.






Durante muchos kilómetros he rodado con molestias en el tendón del cuádriceps de la pierna izquierda, que hacía tiempo que no me molestaba. Está claro que la salida del sábado pasado, y ésta, con varias horas seguidas de pedaleo, han hecho que el tendón se quejara.
Espero que no pase de ahí.

También un ligero dolor óseo en la rodilla de esa misma pierna. Y es que hoy no me notaba cómodo con la posición del pie izquierdo sobre el pedal. Creo que al cambiar el sillín también me ha cambiado ligeramente la posición idónea sobre la bici.

Y la verdad es que he llegado bastante cargado de piernas. No sé si me habré pasado. Espero que no.
El sábado lo sabré...

Bruno

sábado, 24 de abril de 2010

Cumpleaños sobre ruedas


Última salida “seria” con Carlos antes de la Maratón de Los Monegros, a la que iremos el sábado que viene.
La idea era hacer unos 120 kilómetros, con un desnivel que rondara los 1000 metros, para así hacer un simulacro de la prueba de Los Monegros.

Había quedado con él a las ocho y media de la mañana en Molins de Rei, debajo del puente de Cuatro Caminos, desde donde iríamos hasta Martorell siguiendo la margen izquierda del río Llobregat.
He llegado un poco antes de la hora prevista, y he aprovechado para retocar la posición de un viejo sillín Duo-Power que compré el viernes en la tienda de un amigo. La verdad es que estos sillines son una maravilla.

Al cabo de unos minutos llegó Carlos e iniciamos la ruta conjunta. Hemos empezado a un ritmo ligero y bueno (para mi gusto), siempre intentando mantener una velocidad medianamente alta, pues como él siempre me dice, en Los Monegros tendré que salir un poco más “a saco” de lo que a mí me gusta, ya que si no me empezará a adelantar gente y me comeré unos cuantos kilos de polvo del desierto zaragozano.

Ya digo que para mí el ritmo al que hemos empezado era alto (ya venía desde casa ligerito, para calentar), aunque Carlos no lo crea así, y es que él está en una galaxia situada a años luz de la mía, y eso no se puede remediar.

¿Os acordáis de cuando el Coyote se hacía con un cohete de la marca Acme, se subía en él e intentaba coger al Correcaminos? Siempre se pasaba de largo, luego el Correcaminos se ponía a su lado, decía “mic-mic”, y salía flechado. Sólo se veía la estela de polvo que dejaba.
Ha habido un momento del camino a Martorell en que ha pasado algo parecido. Yo me he puesto a tirar delante de Carlos (una de las pocas veces que he podido hacerlo), y al poco, “mic-mic”, aparece él a toda velocidad, y segundos después, lo único que quedaba de él era un rastro de polvo levantandose del camino al paso de su rueda trasera.

Bueno, con la tontería siempre nos echamos unas risas.

Allí en Martorell hemos subido “la tachuela”, o sea, el Turó de les Forques, arriba del cual hay un punto geodésico, donde hemos parado un par de minutos. Tengo que decir que otras veces que lo habíamos subido, hace ya muchas semanas, siempre lo subía, menos el último trozo, con el plato pequeño y jugando con tres o cuatro piñones. Hoy lo he subido entero con el plato mediano. Ya es un avance para mí.

Desde allí hemos vuelto hasta Molins de Rei, donde nos hemos salido del río para ir, ahora por carretera, hasta La Palma, donde hemos hecho parte del camino (la de la subida más dura) que descubrí el miércoles de esta semana.

En la Font del Marge, de La Palma


Luego hemos entrado en el pueblo, y en una pastelería he comprado un pequeño brazo de gitano que nos hemos comido para “celebrar” mi cumpleaños, que era hoy.
Unas fotos, quizá no en el lugar más bonito para ello (bueno, era sólo por hacer la gracia), y unas risas.

 Soplando las velas


Después del pequeño refrigerio hemos continuado la ruta, otra vez hasta Molins de Rei, donde hemos tomado el camino de la margen derecha del río, en dirección a El Prat.

Al poco de empezar el camino ha llegado mi momento glorioso de la jornada...
Después de bajar un instante la vista para poner bien el pedal y engancharme el pie izquierdo, al volver a levantarla me quedaban escasos centímetros para comerme la rueda trasera de la bici de Carlos, que, extrañamente (en mi opinión) estaba casi parado, deleitando su vista con la imagen de la llegada de alguna riera de las que desembocan en el río.

He frenado, pero por supuesto no me ha dado tiempo de esquivarlo.
Resultado: espectacular salto de medio mortal hacia delante, con tirabuzón incluido, y tremendo costalazo que me he dado contra el suelo, que precisamente en ese punto era de cemento, y rugoso. ¡Qué duro estaba el cemento!
He caído de lado, golpeando con todos los huesos que podían golpearse. Tobillo, golpe y herida. Cabeza del peroné, golpe y herida (por suerte no me he dado en la rodilla). Trocanter mayor (hueso de la cadera), tremendo golpetazo, con “chichón” y herida. Extremo del cúbito (a la altura del codo), golpe, “chichón” y herida.

Después de unos instantes de quedarme inmóvil por el tremendo dolor en la cadera, y de unas risas, sobretodo por parte de Carlos, ja, ja, le he dado la cámara para inmortalizar el momento, y ya me he levantado, algo más tranquilo, pues aparte del golpetazo no había nada que lamentar.

Incapaz de levantarme


Bueno, pues hemos seguido hasta la Playa del Prat, donde hemos hecho una paradita para recuperarnos un poco del esfuerzo y de nuestros dolores. Carlos con molestias en su rodilla izquierda (ese tendón que no le deja tranquilo), y yo con el dolor de la cadera sobretodo, y también con los isquiones ("los huesos del culo”), un poco tocados ya de ir tantas horas apoyados en el Duo-Power (aún así me parece muy buen sillín).

Hoy la cosa iba de "caretos"


Después de la paradita, otra vez hacia Molins de Rei, ahora ya a un ritmo que cada vez iba siendo más lento (por mi parte), pues empezaban a pasarme factura los altos ritmos que había estado manteniendo durante toda la ruta.
Justo antes de salirnos del camino del río nos hemos despedido, yo con una cara de “apajarado” total (según Carlos, que se reía y me decía que no iba a llegar a Corbera), y él con la intención de subir a Santa Creu d’Olorda antes de irse para casa.

Me he estado unos minutos allí, estirando las piernas, ya que tenía principios de calambre en el vasto interno (por detrás del muslo) de la pierna derecha, tomándome un gel para aguantar los últimos kilómetros hasta casa, y bebiendo isotónico para reponer sales minerales e intentar parar el principio de calambre.

Ya he entrado en Molins, donde me he encontrado con mi tía Rosi, y he seguido por carretera hacia Corbera.
Esos últimos diez kilómetros me han costado bastante, y no por ir “apajarado”, que no iba, sino por el cansancio muscular y el dolor “cular” que llevaba encima.

Cómo habrán sido, que faltando 200 metros para llegar a casa, en la rotonda de Can Xorra me he tenido que parar porque, ahora ya sí, me estaban dando calambres en la pierna derecha. Tras un rato de estiramientos, y de acabar las escasísimas reservas de líquido que me quedaban, ya he tirado para arriba y he llegado a casa, después de apurar subiendo hasta la Font del Rabadà.

Al final, contento con la salida. He llevado un buen ritmo durante casi toda la ruta, que he aguantado bien hasta los últimos 15 kilómetros, y aunque no me ha salido todo el kilometraje que pretendía, sí que he hecho un buen simulacro para el sábado que viene.
Creo que mal del todo no lo haré.


Distancia recorrida: 113 kilómetros
Altitud mínima: -7 metros, máxima: 299 metros
Desnivel acumulado subiendo: 915 metros
Tiempo: 7 horas
Tiempo real de pedaleo: 5 horas 45 minutos


Las rodillas no me han dolido (creo que con este sillín van menos forzadas), los tendones tampoco (una ligera molestia en la pierna izquierda durante el primer tercio del recorrido), y el sillín lo voy a dejar puesto para Los Monegros, pues aunque he llegado con los huesos doloridos, la zona del perineo no me ha molestado casi nada.

Eso sí, he llegado hecho polvo.
A ver qué pasa el sábado...

Bruno

miércoles, 21 de abril de 2010

Una rutilla satisfactoria


A veces las rutas más tontas son las que te dan más satisfacciones. Y es lo que me ha pasado hoy a mí.
Once días después de la última salida que hice, hoy he conseguido volver a coger la bici.

Aunque de buena mañana me daba un poco de “palo”, según me iba preparando me iban entrando las ganas de salir. Además el día perfecto que hacía incitaba a ello.

Después de unos minutos perdidos en la puerta de casa intentando que el gps reaccionara (supongo que los días de inactividad también le han afectado), he acabado saliendo casi a las ocho y media de la mañana, “rumbo a lo desconocido”. El plan para hoy era descubrir la manera de bajar desde Corbera hasta el Llobregat sin tener que ir por la carretera.

Primer destino, la masía del Mas Tabà, a medio camino entre Corbera y La Palma.
La idea era, desde allí, coger un camino que, según me había explicado mi primo Víctor, iba hasta el merendero de Can Vía. El problema ha sido que al llegar a la masía dos perros han salido a mi encuentro diciéndome no sé qué (supongo que no me estaban dando los buenos días), y me han hecho coger el camino que ellos han querido, con lo que una vez los he “despistado”, mi temor ha sido que ese camino se cortara y tuviera que volver hacia atrás.

Claro, de bajada no me ha sido difícil dejarlos atrás (aunque uno me ha acompañado bastantes metros), pero si tenía que dar la vuelta estaba vendido, pues me los encontraría de subida. Al final ha habido suerte, y después de cruzar la riera de Corbera he podido seguir camino hacia Can Vía.

Después de eso he investigado un par de caminos, que he descubierto iban a parar a la carretera, uno justo salir de Corbera, y otro antes de la Curva de la Victoria.
Una vez vistos he seguido adelante, para tener que cruzar un par de veces más la riera antes de llegar a La Palma, y meterme por un camino que va a la zona de los huertos.

Desde allí he seguido investigando caminos, que me han llevado a Can Vidal uno, a Can Vía dando una vuelta muy guapa, otro. Por toda esa parte de atrás de La Palma y de Can Vía hay varios caminos que van a parar a la zona de Cervelló y Can Paulet. Otro día miraré de recorrerlos.

Por cierto, que volviendo de Can Vidal, por emperrarme en subir una rampa con un desarrollo inadecuado, me he ido al suelo, para variar, gracias a mi gran destreza con los pies enganchados en los pedales. En fin...

Después de dar unas vueltas por esa zona, he vuelto hacia La Palma, y ya me he ido en dirección al cementerio, en busca del camino que me llevara hasta el río.
En otro momento, y con más tiempo, lo volveré a intentar. Hoy lo que he conseguido es llegar hasta la gasolinera nueva del polígono de Les Fallulles, que también me ha parecido un camino bueno de conocer.

Allí me he tomado un gel energético, que la verdad, toda la salida la he estado haciendo con desarrollos más duros de lo habitual, y ya me notaba algo tocado.
Y ya me he vuelto para casa, rehaciendo el camino que había hecho a la ida, y mirando de mantener un buen ritmo, ya que como era una salida corta quería entrenar un poco la fuerza, y a la vez, la agilidad.

Por supuesto he hecho una paradita para estrenar mi nueva cámara de fotos, que la ocasión lo merecía.

En la riera, cerca de Can Vía


Claro está, no he vuelto por el Mas Tabà, sino por los caminos “alternativos” que había descubierto.
Al salir a la carretera justo antes de entrar en Corbera, me he tenido que esperar unos minutos, apoyado en un camión de los que están asfaltando la carretera, a que pasaran un montón de coches, en uno de los cuales iba Sandra, que si no me llega a saludar, yo ni la veo.

Desde ahí, he subido hasta casa por las curvas que van a Can Xorra, a todo lo que podía. Con un desarrollo medio, y a un ritmo de pedaleo alto.

Al final, he llegado muy satisfecho a casa. Por los caminos descubiertos, por el buen aprovechamiento que he hecho de las tres horas que estado por ahí, y porque no me he encontrado nada mal físicamente, aunque claro, tampoco ha sido una salida tan larga como para llegar exhausto.
Pero bueno, he vuelto a salir, y además he disfrutado mucho.



Distancia recorrida: 34 kilómetros
Altitud mínima: 48 metros, máxima: 299 metros
Desnivel acumulado subiendo: 915 metros
Tiempo: 3 horas
Tiempo de pedaleo: 2 horas 40 minutos


Otro día, más.

Bruno

domingo, 18 de abril de 2010

Dos semanas para reflexionar


Después de haber cumplido medianamente en Semana Santa, con dos salidas más o menos buenas, y un día de estática de por medio, las últimas dos semanas no han sido precisamente para estar orgulloso de mis entrenamientos ciclistas.

Tras la “Salida obligada” que había hecho el Lunes de Pascua, el miércoles de esa semana hice tres cuartos de hora de estática, más que nada para mover un poco las piernas, con la intención de repetir al día siguiente, y luego descansar hasta el sábado, cuando intentaría hacer una salida realmente larga.

Desgraciadamente, la nefasta distribución de mis horas de sueño esa semana, consecuencia de la mala adaptación que tuve al cambio de turno horario en el trabajo, hizo que la ruta de ese sábado no saliera para nada como tenía previsto.



10 DE ABRIL. LA RUTA DE LOS DESPROPÓSITOS

Mi idea era levantarme muy temprano, aprovechando que entre semana me levantaba a las cuatro y media para ir a trabajar. Pero como he dicho antes, el haber dormido poco y mal durante la semana ya me hizo levantarme una hora y media más tarde de lo planeado.

Además, después de desayunar y de prepararme un bocadillo para la ruta, la sensación de cansancio y de falta de sueño que tenía me llevó a quedarme “traspuesto” en el sofá durante casi otra hora y media.

La consecuencia fue que salí de casa pasadas las once y cuarto de la mañana, y sin tener muy claro qué iba a ser capaz de hacer, aunque con la convicción de que iba a hacer una ruta de por lo menos 6 horas, pues me habían dejado un sillín para probar, y tenía que hacer muchas horas encima de él para decidir si me lo compraba o no. Era un sillín de esos “recortados”, que supuestamente liberan de presión la zona perineal.

Detalle del sillín


Empecé la ruta en dirección a Corbera Baja, para salir hacia Can Casas pasando por la zona industrial, y después de una breve parada para retocar la posición del sillín, seguí por el camino que lleva a la masía de Can Casildo, para empezar ya a hacer subidas. Algún que otro árbol caído que sortear, y “parriba”, hacia el Hotel de Can Rafel.

Allí dí un par de vueltas, acercándome al Puig Montmany aunque sin llegar a subirlo (a ver si un día descubro por dónde se sube), y bajé hacia la fuente de Can Rafel.

Para llegar a la fuente se baja una cuesta de una pendiente tremenda, que está cementada, y que una vez la bajé se me metió en la cabeza que tenía que subirla, por aquello de entrenarme en grandes pendientes. Así que puse el molinillo y la subí, con una parada a medio camino para no caerme de la bici, pues perdí el equilibrio.

Una vez la hice (son unos 100 metros con una pendiente que ronda el 30%) seguí por un sendero de bajada que me lleva otra vez al camino de Can Casildo. Volví a subir hacia la masía, pero esta vez, antes de llegar, me di la vuelta y volví hacia atrás.

El haber empezado tan tarde la ruta provocó que inconscientemente pretendiera sacarle más rendimiento, con lo que todo este pequeño trayecto lo había hecho a un ritmo elevado, y usando desarrollos más bien largos, de tal manera que bajando de Can Casildo tuve que pararme y tomarme un gel energético (que también los llevaba de prueba), pues me notaba un poco “apajarado”. La verdad es que me fue muy bien.

Seguí mi camino bordeando el Turó de Can Cases, por la zona nueva de Corbera 2000, y subí hacia el Paratge de la Servera, para desde allí ir a Les Parretes y subir por el sendero que lleva a La Creu Aregall.

Una vez llegué a la urbanización, me dirigí hacia la cruz, pero cuando estaba ya llegando se me ocurrió bajar por una calle de gran pendiente, con la idea de investigar a dónde iba a parar, y de volver a subirla luego. Y es que esa urbanización tiene unas calles con unas pendientes considerables, que aunque están asfaltadas, son perfectas para entrenarse en subir grandes desniveles.

Como tampoco me quería “despistar” demasiado, cuando ya tuve claro que por esa bajada podría llegar a Corbera, dí la vuelta y subí por otra calle, que después de un rato de tirar de molinillo me llevó otra vez a la Creu de l’Aregall.
Otro día, con más tiempo, intentaré subirla desde Corbera (desde El Bon Repós, concretamente).

Esta vez sí llegué hasta la cruz, donde paré unos minutos para recuperar fuerzas y avituallarme.

La torre de vigía de La Creu Aregall


Desde allí me dirigí hacia el puerto de La Creu y bajé por carretera hasta llegar a la subida al Safari, dura, como siempre. Del Safari bajé hasta la falda del Puig d’Agulles, para, en un recorrido que ya he hecho varias veces en estas últimas semanas, acabar subiendo hasta la bola que hay en su cima. Y como siempre, sin machacarme mucho, pues aún quedaban horas por delante.

Eran casi las tres de la tarde, y después de 30 kilómetros y un poco más de tres horas de ruta decidí que era el mejor momento para comerme el bocadillo, y luego hacer tres o cuatro horas más.

Allí arriba estuve casi una hora, primero hablando con una familia de senderistas que venían caminando desde El Ordal, y que estaban allí comiendo, y luego, ya comiendo yo y aprovechando para secar un poco la ropa.
No hacía mal día, pero llevar la ropa sudada me hacía pasar un poco de frío en algunos momentos, así que pensé que lo mejor era aprovechar el sol y el viento que hacía para secarla.

Secando la ropa en el Puig d'Agulles


Hasta el momento, el sillín que estaba probando me había parecido bastante cómodo (un poco duro para mi gusto), y en ningún momento me había dado inseguridad en las bajadas, a pesar de que es la mitad de largo que uno normal.
El tema de la presión perineal está realmente resuelto, aunque sólo llevaba tres horas, y lo ideal era hacer unas cuantas más para ver si era totalmente efectivo.

Aún estando satisfecho con el ritmo que había llevado, y con la pendiente acumulada subida en tan pocos kilómetros, no dejaba de tener la sensación de no estar aprovechando bien el sábado, aunque intenté ver el lado bueno, que era que por lo menos había salido y estaba probando el sillín.

Después de la larga parada, pensé que lo mejor era bajar el Puig y subir al Safari para coger el camino que lleva al castillo de Gelida, y de esta manera dejar que el estómago hiciera en parte la digestión, para entonces volver a subir al Puig, esta vez por el camino de la Font Freda.

Una vez bajé a la falda del Puig d’Agulles, en lugar de subir directamente al Safari, me desvié por un camino que tenía visto de otras ocasiones, y que me pareció que me llevaría hasta Can Oller de la Muntanya.

Al poco de empezar el camino, me caí dos veces seguidas en menos de cinco minutos. Las dos veces por el mismo motivo, salida de cadena al bajar plato, y caída por no desenganchar a tiempo los pies. Al menos, la primera me sirvió para darme cuenta de que llevaba apagado el gps.

Después de “perder el tiempo” por ese camino, llegué a la hípica y bajé a Gelida para empezar la segunda subida al Puig. En la Font Freda tuve que parar a reponer agua, ya que después de comerme el bocadillo, y hasta llegar a la fuente, me había bebido el más de medio litro de agua que llevaba en el botellín. Ni que decir tiene que el líquido isotónico del camelback ni lo había probado. El bocadillo me había provocado una necesidad tremenda de beber agua sóla, para que el cuerpo fuera capaz de digerirlo.

A estas alturas empezaba a estar realmente cabreado, pues tenía la sensación de estar haciendo una salida realmente desastrosa. Había salido de casa muy tarde, no iba a tener tiempo de hacer una ruta muy larga para poder probar el sillín, me había medio apajarado a la hora y poco de haber empezado, había perdido tiempo y kilómetros callejeando por La Creu Aregall, había estado demasiado rato parado comiendo, me había olvidado de encender el gps después de comer, me había caído dos veces de la manera más tonta, no estaba haciendo bien la digestión, me moría de sed, y las piernas no me respondían.

Aún así, intenté mentalizarme de que todavía podía hacer una buena ruta, y seguí mi camino hacia el Puig d’Agulles. Estaba subiendo con muy pocas fuerzas, pero pensando que cuando pasara un rato y hubiera digerido el bocadillo volvería a encontrarme mejor.

A media subida se me ocurre investigar un camino que sale a la izquierda, y que después de un tramo que tenía buena pinta, se convierte en un sendero por el que había que caminar. En lugar de dar la vuelta, decido seguir, pensando que sería sólo un trocillo.

Gran error. El sendero cada vez se ponía peor. Y para rematar, oigo unas motos que pienso que no pasarían por ahí, pues el camino era casi impracable. Cuál fue mi sorpresa cuando de repente tenía una detrás mío. Me aparté, pero el motorista, que se conocía el sendero, me aconsejó caminar un poco más y pararme más adelante en un sitio más ancho, y es que detrás de él venían 7 u 8 tíos más. Vaya tela.

Una vez pasaron todos aproveché para hacerles unas fotos y grabar un corto vídeo en una cuesta realmente complicada por la que subieron. Yo también tuve que subirla, pues pensé que ya no valía la pena darme la vuelta. Segundo error.

Motoristas por cualquier sitio


Al final, después de más de media hora para recorrer un tramo de menos de 700 metros, en el que tuve que llevar la bici al hombro en muchísimos momentos, “arrastrarla” o usarla de apoyo para pasar desniveles en otros, de rascarme brazos y piernas con inumerables ramas y zarzas, y llenarme de barro los pies en el último tramo, conseguí llegar otra vez al camino que viene de la Font Freda, y del que nunca me tenía que haber desviado. Como se suele pensar en estos casos, “ahora ya sé que por ahí no tengo que volver a meterme”.

Ahora ya sí estaba realmente enfadado y desanimado. Tanto que según subía hacia la falda del Puig d’Agulles decidí que una vez allí me iría directamente para casa, pues llegué a pensar que no tenía ni que haber salido.

Sin embargo, cuando estaba ya llegando al camino que sube a la bola, pasé de pensar “por fin se acaba la subida y me puedo ir para casa”, a pensar que ya que estaba allí podía intentar subir para arreglar un poco la rutilla.

Así que subí por segunda vez a la bola. Curiosamente, al haber digerido ya el bocadillo, y no tener aquella sed tremenda, empezaba a encontrarme bien otra vez, con lo que según fui subiendo voví a animarme.

Después de unos minutos de parada en la bola, decidí que aún me quedaba cuerda para hacer unos cuantos kilómetros, así que bajé hacia Can Armengol, y de ahí fui hasta Sant Ponç. Una vez allí bajé campo a través hasta llegar al camino del Cau de la Guineu, desde el que fui al Pou dels Crestats para subir por el Camí de Can Dispanya hasta el Mas del Lledoner, al lado de la nacional N-340.

La verdad es que esta subida la hice a un buen ritmo, y además me fijé en que iba a unas 15 pulsaciones por minuto menos que la última vez que había subido por allí, hacía ya varias semanas. Algo positivo de la salida.
Desde allí me dirigí a la masía de Can Cases, pasando por el cruce de caminos del Coll del Verdeguer, al que volví después para bajar por el Bosc de les Comes hasta la Font de Sant Ponç.

En la Font de Sant Ponç


Desde allí subí otra vez hasta la nacional, y luego volví a hacer el Camí de Can Dispanya, esta vez de bajada en dirección al Pou dels Crestats, para luego ya dirigirme hacia Sant Ponç, pasar por L’Amunt y llegar a la carretera, donde aún tuve ganas de dar la vuelta por Les Parretes antes de seguir ya hacia Corbera.

Una vez llegando a casa, y sólo por aumentar un poco el desnivel, subí hasta la Plaça del Rabadà, bajé a Can Xorra, y volví a subir al Rabadà, ahora ya sí bastante tocado físicamente. Allí me encontré con Alex y Dolors, que venían con los niños de pasar el día fuera, y ya me quedé a hablar con ellos un buen rato, pues hacía tiempo que no los veía, y siempre me alegro de verlos y de saber cómo les van las cosas. Después de despedirme de ellos, ya sólo quedaba bajar hasta casa.

Al final, después de muchos despropósitos, acabé haciendo una salida medianamente decente, en la que me dió tiempo de probar el sillín, de hacer bastantes subidas duras, de recorrer unos cuantos kilómetros, y de pasar por varios momentos difíciles psicológicamente hablando, y que también forman parte del entrenamiento.

Distancia recorrida: 71,5 kilómetros
Altitud mínima: 184 metros. Máxima: 650 metros
Desnivel acumulado subiendo: 2485 metros
Tiempo de ruta: 8 horas 31 minutos
Tiempo real de pedaleo: 6 horas 4 minutos



OTRA SEMANA TONTA

Después de la experiencia de esa semana, en la que la falta de sueño condicionó sobremanera mi salida del sábado, para ésta que hoy acaba me propuse que la planificaría mejor, y que ésta vez sí, haría una ruta que durara todo el día.

Empecé por dejar pasar unos días de descanso, y aprovecharlos para otros menesteres. Llevé la bici a que le hicieran una revisión, con cambio de cadena, plato y piñones incluído, y de paso devolví el sillín. Había decidido comprar uno, pues me pareció que para rutas muy largas como las que haré en mayo sería mejor que uno clásico. Sin embargo, en la tienda tenían modelos diferentes al que yo había probado, con lo cual acabé por no comprar ninguno.

El miércoles hice 3 horas de estática, a un ritmo bastante ligero, y poniendo cierta resistencia al pedaleo, con lo que acabé la sesión con la sensación de haber hecho un buen entrenamiento de cara al sábado. Todo iba bien, porque además, sin ser perfectos, esta semana sí que estaba llevando unos horarios de sueño bastante decentes.

Ayer sábado me levanté a una hora prudencial, ni muy pronto ni muy tarde. Aún así, el cansancio y la falta de sueño acumulados durante estas dos semanas acabó por pasarme factura otra vez. De forma idéntica al sábado pasado, una vez había desayunado y me había preparado el bocadillo, volví a tener esa sensación de falta de ganas y de fuerzas para salir con la bici. Consecuencia, "siesta" en el sofá.

En esta ocasión, no me apeteció salir tan tarde, y lo que acabé decidiendo fue que aprovecharía el sábado para hacer unas compras y “centrarme” en otras cosas, que el hecho de llevar ya varios meses estando sólo por la bici me estaba dejando sin tiempo para otros quehaceres.

Así que bajé a Barcelona y me compré una cámara de fotos y encargué un gps, que hasta ahora iba de prestado con los dos aparatos. También aproveché para comprar algo de ropa.
De vuelta para casa, y como llevaba el bocadillo que tenía preparado para la salida con la bici, en lugar de ir a casa a comer, lo que hice fue darme una vuelta con el coche investigando posibles escenarios de entrenamiento.

Volví a casa pensando que había aprovechado bastante bien el sábado, y que, si me apetecía, ya saldría con la bici el domingo. Y si no, no pasaba nada.

Finalmente, hoy tampoco he salido. La verdad es que no me ha importado, pues llevaba ya varios días con la sensación de tener la necesidad de dejar un fin de semana en blanco y dedicarme a otras cosas. Me notaba cansado física y mentalmente.

En ocasiones es necesario parar un poco, reponer fuerzas, y dejar que vuelvan las ganas de seguir adelante. Entonces puedes volver a empezar, y seguir con lo que estabas haciendo.

Creo que esta semana volveré a tener las ganas y fuerzas necesarias para entrenar duro durante este mes escaso que queda para la cita del Soplao. Y dentro de dos semanas, la gran prueba preparatoria, Los Monegros.

Espero que así sea.

Bruno

jueves, 8 de abril de 2010

Salida obligada


El lunes era un día de esos en los que no te apetece para nada salir a sufrir con la bici.

Después de la "paliza" que me pegué el sábado haciendo dos horas de estática, aún me notaba las piernas muy cargadas. Y la verdad, no tenía muchas ganas de salir. Así que tuve que automotivarme para poder coger la bici. Y qué mejor motivación que ser consciente de que si no me entreno fuerte no lo pasaré muy bien en El Soplao.

Así que, aunque un poco tarde, y sabiendo que no iba a estar muy sobrado de fuerzas precisamente, salí con la intención de hacer 5 ó 6 horas de ruta, y mínimo 50 kilómetros.

Como ya no se trata de hacer salidas divertidas si no de entrenar duro, pues pensé en hacer algo parecido a lo que estoy haciendo últimamente. Subir un par de veces el Puig d'Agulles, bajar a Gelida, subir a La Creu Aregall, al Ordal... En definitiva, hacer todos los kilómetros que pudiera, y con la mayor cantidad de metros de ascensión posible.

Salí de casa en dirección al camino del Pou dels Crestats, para ir al pueblo de Ordal a saludar a mi padre, que, junto con el grupo de senderismo al que pertenece (Els Moderats), había ido allí a cumplir con la tradición que tienen de comer la Mona de Pascua.

A pesar de no notarme muy fino, pensé que ya se me iría pasando la pesadez de piernas según hiciera kilómetros, y subí hacia el puerto del Ordal llevando un ritmo bastante ligerito en comparación con lo que me gusta hacer recién empezadas las rutas. Ya descansaría luego unos minutos allí en el pueblo.

Dos generaciones de montañeros


Después de saludar a toda esta tropa, que por cierto, vaya tutes se pegan también, salí de Ordal por el Camí de Mas Granada, en dirección al Puig d'Agulles. Subí a un buen ritmo, para así ir cogiendo fuerza en las cuestas, y ya en lo que es la subida propiamente dicha a la bola del Puig, tiré de plato pequeño para no quemarme demasiado pronto.

El día no era, para mi gusto, de los mejores para salir con la bici, ya que me ponga lo que me ponga de ropa, no acabo de ir a gusto. Estaba nublado pero no hacía frío, aunque calor tampoco, y en las subidas sudaba algo para luego pasar un poco de frío bajando.


El Puig d'Agulles desde el Camí de Mas Granada


Subiendo hacia el Puig coincidí con un ciclista que me comentó que iba a subir al Montcau, montaña que hay al lado del Puig d'Agulles. Así que una vez llegué a la bola y bajé hacia la falda, me desvié por el camino que lleva a esta cima, pues no había ido nunca y me picaba la curiosidad.

La subida no es muy dura, aunque alguna pendiente fuerte sí tiene, pero el camino está muy roto, lleno de piedras sueltas de todos los tamaños, con lo que el pedaleo se hace costoso y exige "tirar de piernas" en muchos momentos, pues a veces es difícil mantener el equilibrio.
Una vez arriba saludo a unos senderistas que estaban admirando las vistas (me he encontré a muchos, además de algunos ciclistas), descanso un poco y hago un par de fotos.



En la cima del Montcau



Montserrat desde El Montcau


"Aconsejado" por un senderista, bajé por un camino que me llevaría a Ordal, y que supuestamente estaba en mejores condiciones que el que había hecho para subir. Nada más lejos de la realidad.
Según bajaba ya tuve claro que no había vuelta atrás, pues era muy empinado y con mucha tierra y piedra suelta. Fui bajando hasta llegar a meterme por un sendero en el que me tuve que bajar un par de veces de la bici, y que me acabó llevando otra vez al Camí de Mas Granada.

Así que decidí volver a subir al Puig d'Agulles y así incrementar el desnivel acumulado, con la idea de ir ganando fuerza en las piernas. Subí más o menos igual que lo acababa de hacer sólo un rato antes, y llegué a la bola bastante bien de fuerzas.



El Montcau desde el Puig d'Agulles


Ya había subido dos veces, así que ahora tocaba ir hacia otra zona y probar otras cuestas, de tal manera que bajé hacia Can Armengol para luego ir en dirección a La Creu Aregall por el sendero que ya hice el otro día. Subida a buen ritmo hasta arriba de la urbanización, donde se me ocurre ir hasta la cruz que le da nombre, y a la que no había ido nunca con la bici.



La Creu de l'Aragall



Panorámica desde el punto geodésico


Después de las fotos, los estiramientos, y el avituallamiento, decido ir hacia Gelida pasando por la urbanización Safari, sólo por hacer la tremenda subida que hay entrando desde la carretera.
Así que me dirijo hacia el puerto de La Creu Aregall para bajar por la carretera hasta el inicio de la cuesta, que la subo bastante bien, y una vez en la urbanización bajo hacia Gelida por el camino de Can Oller de la Montanya.

Paso por el castillo de Gelida y bajo hasta el pueblo para tomar el camino de la Font Freda que ya he hecho varias veces últimamente. Y es que, como ya he comentado, ahora se trata de entrenar, así que no importa hacer una y otra vez los mismos recorridos. Hacerlo también ayuda a entrenar el aspecto psicológico.

Subí hasta la falda del Puig d'Agulles sin guardarme nada, usando desarrollos más largos de lo que acostumbro, con la intención de forzar un poco los tendones y ganar fuerza. Y como he hecho las otras veces que he subido por ahí, haciendo algunas series poniéndome de pie para entrenar también ese aspecto. Ya en el Puig d'Agulles, plato pequeño para recuperar, y hasta la cima.



El Pont del Lledoner desde el Puig d'Agulles


Entre que ya llevaba un buen tute para lo que esperaba que iba a ser capaz de hacer, y que había que ir a comer la mona, decido ya volver para casa. Bajada hasta la falda, subida al Safari a lo que podía, y bajada por carretera hasta Corbera.

Llegando a Corbera Alta se me ocurre entrar por otro lado y pasarme por el Pessebre, para investigar un camino que tenía visto de otra vez. Allí me encuentro con mi amiga Laura, que me hace unas fotos, y después de charlar un poco con ella sigo por ese camino, que resulta que va a dar a la carretera del Bon Repós. Subo por ella hasta la Font del Rabadà, y ya bajadita hasta casa.




La Penya del Corb


C
reo que al final cumplí con la salida que hice, teniendo en cuenta las pocas ganas que tenía de salir.

Casi 60 kilómetros en 4 horas y media de pedaleo, con un desnivel acumulado de 2200 metros, que tampoco está mal.

Sí que es cierto que me he paré muchas veces, a hacer fotos o a charlar con senderistas, ciclistas, familiares, o amigos, pero eso también me fue bien por aquello de que así me pasó mejor la jornada, y la ruta fue más entretenida.












Acabé bastante tocado de piernas, y con los tendones algo cargados, pero es que se trata de eso, de ir cada vez a más, que ya nos queda muy poquito...

Bruno



domingo, 4 de abril de 2010

Con la bici a cuestas 27 de marzo de 2010


Al final perdí la cuenta. 10, 15, 20... No recuerdo cuántas veces me he tenido que bajar de la bici para sortear árboles caídos. He acabado hasta el gorro. Ese podría ser el resumen de la salida que he hecho hoy, pero por suerte, al final ha tenido más cosas que contar.

El plan para este sábado era salir casi todo el día con la bici, haciendo una parada en casa para comer. La idea era hacer un pequeño simulacro de lo que será la marcha de Los 10000 del Soplao, para la que ya queda algo menos de dos meses, y en la que tendré que estar todo el día subido en la bici, pues calculo que tardaré unas 15 horas en acabarla.
Eso si la acabo.

El día fue totalmente soleado, lástima de ese fuerte viento que ya hacía de buena mañana. Después de mucho dudar, al final acabé saliendo con el equipamiento incorrecto, por lo que algo de frío pasé.

Empecé la ruta bajando hacia el cruce de entrada en Corbera, para ir calentando las piernas, y ya en el pueblo tomé dirección hacia la "zona industrial". Nada más empezar el camino hacia El Cau de la Guineu, primera parada para sortear arbolitos. Decido sacar la cámara y hacer unas fotos, que el momento lo merecía. Allí me estuve un rato, si es que no había para menos. Vaya mañanita me esperaba. Por suerte, también me iría encontrando con árboles que ya habían sido cortados para dejar el paso libre.

Devastación por El Cau de la Guineu


Seguí adelante hasta la esplanada de la N-340 y me desvié hacia la masía de Can Planas, para, después de rodear el Coll de Verdeguer, bajar por una trialera que va a dar otra vez a la nacional. Algún árbol más que sortear, y camino a rodear el Mas del Lledoner, por el Bosc de la Pinatella.

Poco a poco conseguí mantener un ritmo, algo nada fácil debido a las continuas paradas, y así fui llegando hasta las inmediaciones del Pont del Lledoner, donde cogí un camino que se adentra en la montaña hasta llegar a unas instalaciones de Aigües de Vallirana que están al lado de la urbanización El Lledoner.

Volví otra vez hasta el puente, y subí a la entrada de la urbanización por un camino que discurre paralelo a la carretera. Más árboles caídos. Al llegar allí, y pasando por el tramo que aún queda de la antigua nacional, me dirigí hacia el Puig d'Agulles. Sin forzar para nada el ritmo, que aún tenía muchas horas por delante, llegué a la bola, donde hice las fotos de rigor.

La bola del Puig d'Agulles


Desde allí, bajada muy rápida hasta la falda de la montaña, y de ahí a una trialera no muy técnica que va a dar a Can Armengol. Luego, por la carretera de L'Amunt hasta Les Parretes, desde donde me dirigí a coger el sendero que sube hasta La Creu Aregall por la montaña.

"Peñas del Calaix"


Finalmente se acaba el camino y hay que hacer los últimos cientos de metros de subida por dentro de la urbanización, por unas cuestas bien buenas para ir haciendo piernas. Al llegar al puerto, bajé hacia Corbera hasta llegar al principio de la gran subida que va a parar a la urbanización Safari.

Tremenda esta subida, que siempre me gustó hacer, y que te exige mucho a pesar de tener sólo 700 metros de recorrido, pues se sube un desnivel de 100 metros. Por supuesto, la subo desde el principio con el plato pequeño, empezando con el tercer piñón para acabar poniendo todo el desarrollo. Suerte que está asfaltada...

Una vez arriba, bajo por dentro de la urbanización para pasar al lado de la hípica de Can Oller de la Muntanya, donde empieza un camino de bajada bastante pronunciada que va a parar a Gelida, concretamente al castillo, donde paré a hacer un par de fotos.

La iglesia de Sant Pere del Castell


Hecho el reportaje seguí hacia el pueblo para tomar un camino que va a la Font Freda, al lado de unas peñas en las que se practica escalada, y pasa por la masía de Can Voltà de la Muntanya. Es una subida no muy dura, pero en la que hay que regularse, y que acaba llegando a la falda del Puig d'Agulles, desde donde inicio la segunda ascensión de la jornada a la bola.

Me puse un ritmo fácil y fui subiendo poco a poco, guardando fuerzas para los últimos 300 metros, que tienen una pendiente de gran porcentaje. Al llegar a la bola, y como suelo hacer siempre, me acerco hasta el punto geodésico para admirar las vistas, y también hacer unas fotos, aunque no sean de primer premio de concurso fotográfico.

A lo lejos, entre otros, El Montpedrós y El Montbaig


A estas alturas de la jornada ya llevaba 5 horas y casi 50 kilómetros recorridos, con un buen desnivel acumulado, y me sentía las piernas bastante cargadas, por lo que pensé que era buen momento para volver a casa y hacer el avituallamiento serio del día. Así que bajé el Puig y me volví a meter por la trialera que va a Can Armengol, para luego coger la carretera de L'Amunt en dirección a Corbera.

Una vez en casa, "estiré" un poco las piernas en la estática, comí, y aproveché para cambiarme de ropa. Una hora y media después de llegar volví a salir a la calle, dispuesto a pedalear durante dos o tres horas más, aunque no sabía cómo me iba a sentar el parón, ni la segunda parte de la ruta, ya que la primera la había acabado bastante justo de fuerzas.

Inicié la ruta igual que por la mañana, pero antes de coger el camino del Cau de la Guineu me desvié hacia la masía de Can Casildo, para intentar hacer una ruta diferente. Como era de suponer, por esta zona también me fui encontrando árboles caídos en medio del camino, lo que hacía que la paciencia fuera algo imprescindible para no desanimarme.

Después de una larga parada para hablar con un hombre que estaba instalando puertas de madera en las inmediaciones de la masía, continué mi recorrido en dirección al hotel de Can Rafel, a un ritmo no demasiado bueno, aunque poco a poco fui mejorándolo. Al llegar al hotel hice un par de veces la cuesta que lo rodea, que tiene una buena pendiente, además de unas vistas espectaculares que aproveché para fotografiar desde el parking.

Las peñas del Mirador


Me fui del hotel para, previo acercamiento a Can Paulet, dirigirme hacia la Font de Sant Ponç (Font Freda según un cartel) por un camino que atraviesa lo que ahora es una zona privada en la que están construyendo unas instalaciones de "juegos de guerra". A pesar de los cartelitos que avisaban de la conveniencia de no pasar por allí, por ser una propiedad privada (¡!), seguí mi camino previsto, eso sí, con precaución, ya que tenía que pasar obligatoriamente por allí para llegar a la fuente.

Un rato más tarde, en la entrada de la fuente, un árbol de grandes dimensiones me hizo parar y aprovechar para sacar más fotos, pues ya me lo estaba tomando a cachondeo.

Pasando a través de un árbol


Seguí hasta la fuente, donde había un gran destrozo arbóreo (ya no quise parar a hacer más fotos), de ahí subí hasta el cruce de caminos del Coll de Verdeguer, volví a bajar a la fuente, y ya la pasé de largo para ir a dar al camino que viene del Cau de la Guineu y llega hasta la esplanada de la N-340.

Eran ya casi las siete de la tarde, pero como no estaba contento con la ruta que estaba haciendo, y además quería aumentar el número de metros de ascensión, decidí subir hasta el puerto del Ordal. Así que cogí la nacional y subí hasta El Lledoner, donde tomé la vieja carretera que sube hasta La Creu d'Ordal. La verdad es que, a pesar de las horas que llevaba ya de ruta, subí a un ritmo bastante aceptable.

La Creu d'Ordal


Después de hacer la última foto del día, tomé camino de regreso a Corbera bajando por la nacional hasta el Mas del Lledoner, donde me metí en la montaña para bajar por el Camí de Can Dispanya en dirección al Pou dels Crestats, y de allí a Sant Ponç. Ya sólo faltaba pasar por Can Rigol y L'Amunt para coger la carretera hasta Corbera Alta, y de ahí a casa, subiendo por la Font Vella, y llegando hasta la Font del Rabadà, sólo por hacer unos pocos metros más de ascensión.

Al final, combinando las dos salidas, que es de lo que se trataba, acaba saliendo una ruta bastante aceptable, a pesar de los inconvenientes encontrados durante el recorrido.

Distancia recorrida: 86 kilómetros
Altitud mínima: 174 metros, máxima: 646 metros
Desnivel acumulado: 2825 metros
Tiempo: 9 horas
Tiempo real de pedaleo: 7 horas 15 minutos


Estoy satisfecho por haber hecho cinco horas y media por la mañana y otras tres y media por la tarde, con el largo parón del avituallamiento casera de por medio. Además, la segunda parte de la ruta la acabé haciendo a un ritmo más que aceptable, teniendo en cuenta la cantidad de horas que llevaba ya encima de la bici.

Y también estoy contento porque, a pesar de algunas molestias que fui teniendo, las rodillas no me molestaron en exceso. Esperemos que siga siendo así en próximas salidas.

Bruno

viernes, 2 de abril de 2010

¿Puig qué? Puig d'Agulles


Ya hace varias semanas que en cada salida que hago consigo batir un record personal.
Cuando no es de kilometraje, es de metros de ascensión.
Y cuando no es de horas totales, es de horas de pedaleo.
Esta vez, el nuevo record personal ha sido subir cuatro veces a la cima del Puig d’Agulles. En otra ocasión, hace ya casi veinte años, la subí dos veces.

Ayer hice una ruta en la que he intenté recorrer bastantes kilómetros, y con un buen nivel de ascenso acumulado. Quedan menos de dos meses para el Soplao, y hacer salidas de esas características es ya imperativo.

A diferencia del sábado pasado, en esta ocasión no tenía intención de pasar por casa a comer. La idea era hacer la ruta parando de vez en cuando, para reponer fuerzas y dejar descansar un poco a tendones y articulaciones.
Y tampoco quería tener que ir bajándome cada dos por tres para sortear árboles caídos, por lo que pensé en un recorrido que más o menos tuviera claro que iba a estar en condiciones.

El día se preveía medio tapado, y con temperaturas más bajas que en días anteriores. Así que salí con la equipación de invierno, que el sábado pasé frío en algunos momentos por ir más ligero de ropa. No hacía mucho viento, pero sí que hubo ratos de rachas algo fuertes, aunque no demasiado molestas.

El recorrido, que voy a intentar que no sea muy complicado de seguir, fue el siguiente:

Desde casa bajo hasta el cruce de entrada en Corbera, y entro por Corbera Baja. Sigo hacia Corbera Alta pasando por el campo de fútbol y la Font Vella. Salgo del pueblo hacia Les Parretes, y subo por el camino de montaña que lleva a La Creu Aregall. Callejeo hasta llegar al puerto, y bajo por la carretera hasta el inicio de la subida a la urbanización Safari. Subo la tremenda cuesta (tramos del 20%), y una vez arriba bajo a la falda del Puig d’Agulles, y subo a su cima (1ª vez).

La costa barcelonesa desde el punto geodésico del Puig d'Agulles


Bajo el Puig y vuelvo a subir al Safari, para coger el camino que baja al Castell de Gelida pasando por la antigua hípica de Can Oller de la Muntanya.
Desde Gelida subo por el camino de la Font Freda hasta la falda del Puig d’Agulles, y otra vez a su cima (2ª vez).

Montserrat desde la bola del Puig d'Agulles


Esta vez sólo bajo un trozo del camino desde la cima, hasta el desvío hacia las canteras, para aparecer en el antiguo puerto del Ordal. Desde La Creu d’Ordal bajo al pueblo (Ordal) por el camino que va paralelo a la nacional. Una vez en el pueblo tomo el Camí de Mas Granada, que sube hasta llegar a medio camino de la ascensión al Puig d’Agulles. Acabo la subida hasta la bola (3ª vez).

La "bola" del Puig d'Agulles


Desde la bola, bajo el Puig y vuelvo a subir al Safari. En esta ocasión bajo por la tremenda cuesta que da a la carretera, y vuelvo a ir al puerto de La Creu Aregall. Lo paso de largo y bajo hasta Gelida. Callejeo un poco, y vuelvo a hacer el camino de la Font Freda, para aparecer otra vez en la falda del Puig. Subo toda la cuesta hasta la cima (4ª vez).

El Tibidabo bajando del Puig d'Agulles


Una vez en la cima decido volver a bajar a Gelida por el camino que acababa de hacer de subida, o sea, por la Font Freda. Al llegar a Gelida se me ocurre bajar hasta el río Anoia, para empezar “desde abajo del todo” la que será la última ascensión de la jornada. Desde el río, vuelvo a Gelida y subo por carretera hasta La Creu Aregall. Desde allí, ya para Corbera, y a casa.

Estragos en la Font Freda


Es un poco rollo seguir esta explicación del recorrido, pero de verdad que he intentado hacerla todo lo esquemática que he podido, aunque tampoco he querido hacer un telegrama.

Las cuatro veces que subí al Puig d’Agulles aproveché para hacer una “parada táctica” (avituallamiento, estiramientos, fotos, alivio de necesidades meatorias). También paré en la Font Freda a coger agua cuando estaba ya en la última parte de la salida, y en el río Anoia para comer un poco, pues andaba ya hambriento.

Las rodillas y los tendones me han aguantado bastante bien. En la pierna izquierda, y durante varios kilómetros en diferentes momentos del día, síntomas de agarrotamiento en el tendón del cuádriceps. También la típica sensación de principio de calambre que últimamente estoy teniendo en el vasto interno. En la pierna derecha, un principio de contractura por fatiga en el vasto interno, que parece que solucioné parándome a hacer unos estiramientos. Y algunas molestias “generales” que no fueron a más. Puedo decir que estoy contento por no haber tenido molestias más graves. Espero que siga siendo así en próximas salidas.

Al final, la rutilla que he hecho me ha dejado bastante satisfecho. Han sido 80 kilómetros, con 2950 metros de ascensión. He tardado siete horas y media en hacerla, con un tiempo real de pedaleo de 6 horas.



Y la verdad, he acabado bastante hecho polvo. Subidas, subidas, y más subidas.
Aún así, se podría decir que lo que he hecho no es más que la mitad de lo que será la marcha de Los 10000 del Soplao.

Así que sigo pensando que hacerla es casi una locura...

Bruno

Breve resumen iniciático


Fue hace ya unos tres años cuando renací deportivamente hablando.

Después de abandonar los malos hábitos, empecé a caminar en la vieja cinta que tenía por casa. Primero fue sólo unos pocos minutos, que poco a poco se fueron ampliando hasta llegar a hacer incluso sesiones de hora y media. Paralelamente fui incorporando algunos ejercicios de gimnasia que completaban así una rutina deportiva.

Llegado el buen tiempo fue el momento de desenpolvar mi entrañable Pinarello de montaña, gran bicicleta con la que me inicié en el ciclismo montañoso. Aquellas salidas por el Ordal, primero yo sólo, luego con mi hermano Luis, habían quedado casi olvidadas en el tiempo.

Así, poco a poco volví a cogerle el gustillo a pedalear por caminos de montaña, rodeado de naturaleza, sufrir subiendo cuestas interminables, y sentir el aire en mi cuerpo al bajarlas ya de vuelta.
Con precaución, debido a algún problemilla sufrido con anterioridad en las rodillas, fui cogiendo algo de forma física, haciendo salidas mientras el buen tiempo lo permitía, casi siempre en solitario, y acompañado a veces de mi amigo Ilde.

Los tiempos habían cambiado, y mi vieja Pinarello se había quedado obsoleta al lado de las bicis de hoy en día, con suspensiones, frenos de disco, y mucho más ligeras.
Ya el año pasado, después de una salida con compañeros de trabajo (todos ellos con bicis modernas), y viendo que parecía que las rodillas me estaban aguantando, acabé por decidirme y compré una bici nueva, de doble suspensión. Tremendo el cambio experimentado con ella.

A partir de ahí ya empecé a tomármelo un poco más en serio, haciendo salidas cada vez más exigentes. Durante el verano participé en varias marchas de btt organizadas. Primero de 25 ó 30km, luego ya me atreví con las de 50km y más, y acabé por participar en una de 90 kilómetros, momento en el que alcancé mi punto álgido ciclista.
¿Quién me iba a decir sólo tres o cuatro meses antes que sería capaz de realizar una gesta así?
De tal manera que acabé el año con la moral por las nubes, y con ganas de realizar grandes pruebas durante el 2010.

Así fue como recién iniciado este año, y alentado por mi amigo Carlos, compañero de trabajo e importantísimo acicate en mi gran cambio ciclista, decidí ponerme un reto enorme y me apunté a la marcha de Los 10000 del Soplao. Impresionante prueba de ciclismo de montaña que se realiza en mayo en Cantabria, y que es de una dureza extrema, con 165 kilómetros de recorrido y casi 5000 metros de ascensión acumulada.
Vamos, algo que aún hoy en día me parece casi una locura.

Y en esas estamos, en constante entrenamiento para conseguir llegar a esa cita con unas mínimas posibilidades de acabarla, lo cual sería para mí un éxito. Y si puedo acabarla "sobrado", pues mejor. De manera que desde que empezó el año, las salidas que estoy haciendo están totalmente enfocadas como entrenamiento específico para esta gran prueba que haré en mayo.

La mayoría de las salidas las hago con Carlos, que también participará en el Soplao, y que es una inmejorable referencia para mí, pues en esto del ciclismo, sea de montaña o de carretera, tiene más experiencia que yo.
Ahora arrastra unos problemas en una rodilla que le están fastidiando el entrenamiento, y que le tienen en vilo por la posibilidad de tener que dejar la bicicleta por un tiempo. Espero que finalmente no sea así, y pueda seguir haciendo lo que más le gusta. Muchos ánimos para él desde aquí.

Como he empezado tarde con esto del blog (aunque nunca es tarde si la dicha es buena), poco a poco iré poniendo crónicas de las salidas que ya he hecho hasta ahora, pues aunque queden ya lejos en el tiempo, me hará gracia que estén aquí puestas, y así las podáis mirar si os apetece.

Tengo que decir que me cuesta mucho resumir mis relatos, así que intentaré no hacer crónicas demasiado largas, no sea que me acabe haciendo muy pesado.
Espero que las disfrutéis.

Bruno