Sin metas pero con objetivos, sigo disfrutando de las bicis y de otras actividades. Intento aprender continuamente para mejorar como persona, física y mentalmente. Este blog sigue siendo una especie de diario personal en cuanto a lo ciclístico, pero va siendo hora de ir añadiéndole algunas cosas más que también captan mi atención...

miércoles, 23 de diciembre de 2015

AUTOENCERRONA


A veces las cosas se demoran casi sin motivo, y luego un día surgen sin más. Así fue como, después de dos años y medio desde que me cambiara de territorio, y de tres años sin salir él y yo sólos, surgió la oportunidad de que Carlos viniera a mi casa para que hiciéramos una ruta juntos.

Y claro, no podíamos desaprovecharla.

El martes día 8 de este mes fue el elegido para desempolvar el track de una ruta que había hecho yo en solitario allá por el 2013, y que consistía en ir desde Cubelles al Castell d’Olèrdola por montaña.

Aunque algunos tramos de asfalto salen, casi todo se hace por tierra, y aún no siendo para mi gusto un recorrido muy guapo, sí que es verdad que no está mal, y da para hacer unas pocas horas de bicicleta rodando por zonas de diferentes características.

Lo cierto es que los algo más de cincuenta kilómetros que tiene la ruta me parecían un poco excesivos para el estado de forma que tengo actualmente, pero claro, para una vez que Carlos iba a venir por aquí no podía presentarle una rutilla de 30 ó 35 kilómetros, que es lo que habría hecho si hubiera salido yo sólo.

Así que tocaba rezar y confiar en que si ya había hecho yo esa ruta años atrás, fuera capaz ahora de no quedar mal como anfitrión y de aguantar honrosamente ese kilometraje, y ese terreno, que sabía que me iba a resultar durillo de superar, pues si una cosa recordaba bien de la ruta es que bonita, bonita, no era, pero subidas duras sí tenía.


La ruta en Wikiloc



La primera parte del recorrido es la más llevadera. Va desde Cubelles hasta el Pantà de Foix, calentando piernas saliendo del pueblo y pedaleando en dirección a las urbanizaciones cercanas, para luego ya meternos de lleno en la montaña y acercarnos, siempre de subida por la pista forestal del Fondo del Blai hasta las inmediaciones del pantano, en la antigua masía de La Creu-Els Àngels.

Charlando y explicándole a Carlos las características de la zona fuimos haciendo esos primeros kilómetros, que no siendo todavía difíciles me permitieron llevar un ritmo más ligero de lo que me habría gustado, pues no se trataba de que mi compañero se aburriera ya de buenas a primeras.

Unos minutos para bajar rápidamente casi todo lo que habíamos subido, y seguidamente uno de los tramos divertidos de la ruta, bordeando el pantano por un sendero bastante largo que va a parar a la presa.

Y una vez cruzada la presa tocaba coger aire bajando unos cientos de metros por asfalto para hacerme a la idea de lo que venía ahora, pues se había acabado ya la parte fácil del recorrido.

A partir de ese momento iba a ser siempre el típico terreno “garrafense”, de subidas no muy largas pero con buenas pendientes, que me iban a dejar en muy mal lugar, y algunas bajadas o llaneos que me permitirían recuperar un poco las fuerzas para seguir afrontando más subidas parecidas.

Carlos iba siempre muy por debajo de sus posibilidades, rodando casi de paseo mientras yo hacía lo que podía por no quedarme atrás tratando de mover los casi cien kilos que pesamos entre la Lapierre y yo.

Va a ser verdad lo que Carlos lleva años diciéndome, que unos kilos más o menos se notan mucho.
Y aunque yo siempre le decía que no me importaba si la bici pesaba tres o cuatro kilos más, sí que es verdad que hoy en día los diez o doce kilos de más que peso respecto a aquellas épocas más gloriosas, sí tengo claro que son un gran lastre a la hora de afrontar cualquier tipo de subida. 

Incluso en llano tengo la sensación de que la bici no avanza como debiera.

Y claro, eso también debe de tener algo que ver con el hecho de que vaya más alto de pulsaciones de lo que creo que debería ir. En un par de ocasiones le comenté a Carlos a cuánto iba, y resultó que él iba nada más y nada menos que cuarenta pulsaciones por debajo de las mías.

Lo cierto es que, de siempre, él ha ido a 10 ó 15 pulsaciones menos que yo, pero cuarenta ya me parecían excesivas. Y es que además de que yo no estoy en demasiada buena forma, hay que decir que él está muy bien, pues hace pocas semanas que corrió una maratón por montaña, y todo el entrenamiento que ha estado haciendo en los tres o cuatro últimos meses le ha dado su merecido fruto.


Aquí llego, dándolo todo...
... y ahí voy, ¡vete tú a saber a dónde!



Este camino, pedregoso como todos, era el punto culminante de una pista que había ido aumentando de pendiente paulatinamente, hasta que por fin, unos metros más atrás de lo que se ve en la foto, llegaba a ponerse al 26 ó 27%, momento en el que mis piernas ya no pudieron más y tuve que echar el pie a tierra, para comprobar que iba a 190ppm.

Pasada esta primera dificultad seria del trayecto, si hubiera ido yo sólo me habría desviado hacia la izquierda en dirección a Castellet, pero como se trataba de hacer la ruta "entera" nos desviamos hacia la derecha para dirigirnos hacia el siguiente objetivo, que era el Pic de l'Àliga (no confundir con el Puig de l'Àliga, que acabábamos de bordear), al que llegaríamos después de otro buen tramo de sufrimiento para mí, de disfrute para Carlos.

El que hacía la ruta era yo, pero el que iba delante era él...

En el Pic de l'Àliga



Allí arriba hacía algo de frío, así que después de hacer un corto avituallamiento y unas fotos proseguimos con nuestro camino, ya en dirección al Castell d'Olèrdola, previo paso por la urbanización Daltmar.

Y un poco antes de llegar al castillo, parada obligada para que Carlos visitara la necrópolis medieval del Pla dels Albats.

Pues sí que llevábamos buen rollo
Es una pena, lo tienen muy descuidado.



Vale la pena estarse allí un rato, pero no demasiado, que aún quedan kilómetros por hacer.

En unos instantes nos plantamos en el Castell d'Olèrdola, donde Carlos no había estado, y donde también vale la pena estarse unos minutos para hacer una visita relámpago a los exteriores del recinto amurallado.

Ese día estaba abierto a visitas, y la verdad es que me quedé con ganas de entrar, pero claro, no era el día adecuado. Habrá que organizar una visita con la familia.

No sé qué andaba mirando...

Es un rincón muy bonito.



Bueno, llevábamos más o menos la mitad del recorrido hecho, y la otra mitad, aunque iba a tener menos ascenso y más descenso que la primera, se presentaba igual de difícil para mí, pues el cansancio hacía ya rato que se había instalado en mi cuerpo.

Por suerte empezábamos bajando, por pista y camino que acabó por convertirse en una especie de sendero trialero, con mucha piedra, y que además de castigarme las lumbares con el inevitable traqueteo también sirvió para darle un poco más de gracia a la ruta.

Un poco más de pista, y a coger otro sendero trialero, que empezaba bien y acababa mal, con una fuerte pendiente de bajada que nos hizo desmontar de la bici y continuar unos cuantos metros con ella a cuestas. Un inconveniente despreciable, ya que el sendero valía la pena hacerlo.

Carlos decía que se podría bajar por ahí. ¡Yo, seguro que no!



Claro, tanto habíamos bajado que tocaba, como no, volver a subir. Y a sufrir, porque no veas si me costaba seguir el lento ritmo que llevaba Carlos en su intento de no dejarme demasiado atrás.
Aún así, no lo conseguía...

Siempre llegando el último en todas las subidas...



Al poco rato nos damos cuenta de que nos hemos metido de lleno en una zona de batida de caza de jabalíes. ¡Mierda, no vamos a volver atrás, que sería una auténtica matada! ¿Y dónde estaban los carteles de aviso? Pues nada, a seguir adelante con cuidado, y pegando gritos para que los cazadores no nos confundieran con posibles presas.

No llegamos a oír ningún disparo, pero aún así pasamos unos incómodos minutos, sobretodo mientras rodábamos por un sendero algo cerrado, pero es que buscar una alternativa era algo más complicado. Al menos esa zona era bastante rodadora y físicamente pude descansar un poco.

Al rato llegamos ya al punto en el que se cruzaban el recorrido de ida y el de vuelta, lo que quería decir que casi todo lo más duro estaba ya hecho. Y digo casi todo porque aún quedaban algunos repechos en los que volver a sentir que no estoy en mi mejor momento de forma.

Ya quedaba menos

Resulta que el cartel de aviso estaba al final del tramo!!!



La última dificultad del día era la Fita dels Tres Termes, cima a la que se llega después de hacer un divertido tramo de toboganes por pista forestal, en el que, si estás bien de forma, pones toda la carne en el asador y lo pasas a tope de revoluciones.

Yo hice lo que pude por no quedarme muy atrás mientras veía como Carlos subía las cuestas como si fuera en moto. Menos mal que después de eso ya sólo faltaba bajar de allí en busca de la carretera del pantano, y llanear un poco ya de vuelta a casa.

¡Por fin, la última subida!

La torre de vigía de la Fita dels Tres Termes



Finalmente, después de seis horas de ruta, y 53 kilómetros y casi cinco horas pedaleando, llegamos por fin a casa, sanos y salvos. Bastante justito de fuerzas yo, pero contento por haber podido ofrecerle a Carlos una ruta que estuviera a la altura de las circunstancias.

Un perfil durillo de roer


Casi 1250 metros de ascenso acumulado, 750 en los primeros 25km, que la verdad es que no está nada mal. El que sí está bastante mal soy yo, que no veas cómo sufrí para no aburrir a Carlos.

Y es que hay que ser un poco masoca para prepararte a ti mismo una autoencerrona como la que me preparé yo aquel día...

4 comentarios:

  1. Kumpañ muy buena ruta la que preparaste ese día. A partir de ahora no quiero volver a escuchar que no tienes donde entrenar, que ahora ya conozco tu "nueva" zona y tienes caminos para aburrir...
    Por cierto eso de que llegabas el último en todas las subidas... yo te vi llegar segundo.
    Ahora solo falta constancia e intentar volver a coger esa forma perdida en tiempos pasados... QUERER ES PODER!!!
    Un placer rodar contigo. Hasta la próxima.

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    1. Si ya sabía yo que no te tenía que haber invitado. A partir de ahora me tendré que inventar otra excusa cuando me preguntes si he salido.
      Lo de llegar segundo lo dices porque ibas con las gafas enpañadas, que si te hubieras fijado bien habrías visto que en realidad llegaba el último, jajaja.
      Y sobre lo de volver a coger la forma perdida no sé qué decirte, eh... ¿no se ha dicho siempre que no hay que mirar al pasado?
      Bueno, pues eso, que el placer fue tuyo, ¡jajaja, que yo no veas si sufrí! Bueeeno, vale, también disfruté un poquito.
      Gracias cumpany, nos vemos por ahí, jejeje...

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  2. Qué grande Bruno!!! Eso hay que repetirlo ����������

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    1. Jajajajaja!!! Ya veremos si me vuelvo a liar de esa manera...
      Gracias Bea!!

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