Ya
dicen que sarna con gusto no pica, pero mortifica. Y yo, para darle la razón al
popular dicho, tuve la brillante idea de volver a quedar con Carlos sólo cuatro
días después de haberme castigado a mí mismo en nuestra anterior ruta conjunta.
Fue el
pasado sábado día 12 de este mes de diciembre cuando, en parte por la pereza de
salir sólo, y en parte por lo del dicho popular arriba mencionado, se me
ocurrió mandarle un mensajito a Carlos diciéndole, casi a las dos de la tarde,
que no me importaría coger el coche y desplazarme yo a su encuentro para que
hiciéramos una salida seminocturna.
Total,
que a las cuatro de la tarde salíamos de Martorell en dirección a Gelida por el
camino que discurre entre el río Anoia y la autopista, que yo sólo conocía en parte,
y con la mirada puesta en subir desde Gelida hasta la base del Puig d’Agulles
por el antaño tantas veces recorrido camino de la Font Freda, y por el cual no
recordaba ya cuánto tiempo hacía que no pedaleaba.
Con una
temperatura bastante agradable para la época del año en la que estamos fuimos
acercándonos a Gelida. El camino es más o menos llano, con ligeros cambios de
terreno en forma de cortos repechos, en los que yo dejaba constancia de que
cuando voy acompañado queda clara la diferencia que hay entre un buen estado de
forma y otro que no llega más que a aceptable, y por los pelos.
Pero
bueno, saliendo es como se va mejorando, aunque sea como en mi caso, muy poco a
poco.
Ya en Gelida, un poco de asfalto para ir concienciándome de lo que me esperaba, y venga, camino de la Font Freda para arriba.
Es ese
un camino que me gusta mucho, y que en otras épocas era capaz de subir entero
con el plato mediano (cosa que a más de uno tampoco le parecerá remarcable, por
supuesto). En esta ocasión creo que, si no fue todo, seguro que por lo menos el
95% de sus cuatro kilómetros los hice con el plato pequeño. Sólo diciendo eso
ya queda bien resumida mi media hora de ascenso por aquellos parajes.
De
Carlos no hace falta decir nada. Bueno, por decir algo, diré que había trabajado la
tarde anterior, había dormido un par de horas, había trabajado esa mañana, y
después de llegar a casa y comer algo se había subido a la bici y ahí estaba.
Bueno ahí, ahí, tampoco. Allí, a lo lejos, es donde estaba. Y no estaba más
lejos porque estábamos haciendo una ruta juntos, que si no…
Así veía yo también, borroso... |
Bueno, una vez llegamos a la base del Puig d’Agulles (al que algún día volveré a
subir, lo prometo) paramos un momento para que hiciera una foto y
decidiéramos hacía dónde íbamos, pues ya había casi oscurecido y según que
recorrido hiciéramos llegaríamos más tarde de lo deseable a casa.
Al
final decidí que bajáramos por la trialera que va hacia Ca n’Armengol, pero
recortándola para desviarnos hacia la carretera que sube a La Creu Aregall y
tomar el camino de subida por montaña que bordea las Rocas del Calaix.
Un rato
más de sufrimiento para mí, que yo mismo me había buscado, pues como me recordó
en algún momento Carlos, el recorrido lo había decidido yo.
Ya en
la urbanización, y a petición de Carlos, nos acercamos hasta la cruz para
hacernos una foto que mandar al grupillo de compañeros bikers del curro.
Pues no nos hizo perder tiempo el móvil haciendo la foto... |
Pues nada,
que llevábamos 21 kilómetros y 800 metros de ascensión. Ya te digo que sarna
con gusto no pica… ¿Pero no decía yo hace no muchos días que creía que
necesitaba hacer menos desnivel porque me notaba falto de base? Pues eso, a
subir se ha dicho. Ya me vale.
Suerte
que ahora ya se podía decir que la vuelta iba a ser casi todo bajar y llanear.
Nos abrigamos un poco, que la temperatura había descendido de golpe, y empezamos
a bajar por el sendero del Pla dels Voluntaris para coger la pista que nos
llevaría, también de bajada salvo un par de cortos repechillos al principio,
hasta la masía de Can Xandri. Justo antes de llegar, desvío a la izquierda y
bajada y más bajada, y más bajada, hasta llegar a El Taió.
Allí, y
para no liar más la cosa (bueno, mejor dicho para que no nos perdiéramos y la
liáramos), decidimos salir a la carretera de Gelida y rodar un par de
kilómetros por ella en busca del camino que habíamos hecho a la ida, y que nos
había de llevar de vuelta a Martorell.
Un
breve alto en el camino para que yo hinchara el neumático trasero, que me
perdía aire por la válvula, y a dar todo lo poco que me quedaba en las piernas
intentando llegar antes de que el neumático se volviera a deshinchar.
Tres
horas y media después de haber iniciado la ruta llegábamos a nuestro destino
con 35 kilómetros en las piernas, y tres horas pedaleando (hora y media de día,
y hora y media de noche) para acumular finalmente 925 metros de ascensión, y
mucho ácido láctico en mis piernas.
Pero bueno, nos lo pasamos bien, que es lo que buscábamos, y disfrutamos un buen rato de rodar por la montaña con la única iluminación de esos potentes focos que venden hoy en día. Y para una vez que Carlos dice estar pasando frío y yo no, resulta que de recuerdo de la ruta me llevé un catarro que me tuvo varios días en el dique seco...
Buena rutilla nos pegamos kumpañ y mira que mola dar pedales de noche, eh?
ResponderEliminarLástima de no poder alargar más la ruta pero habrá más ocasiones, seguro...
La próxima vez aunque no tengas frío, abrigate que mira lo que te pasa luego que ya tienes una edad, jejeje...
Venga a seguir sumando y hasta la próxima...
Estuvo guapa la salida, sí, y es que empezar de día y acabar de noche tiene su gracia. En otra ocasión, más, y mejor... pero sin pillar un catarro luego, jajaja!
Eliminar¡Seguimos saliendo cumpany!