Por
supuesto que en algún momento tenía que pegar el bajón, y después de un enero
muy prometedor llegó febrero y se medio estropeó la progresión.
Aún así
pude salvar los muebles in-extremis y no perder del todo la buena dinámica que
había mantenido en enero.
Sábado
18 de febrero.- 24 DÍAS SIN SALIR
Pues
sí, pasaron nada más y nada menos que 24 días entre el día que estrené las
botas de invierno y el siguiente día que me las volví a calzar.
No
recuerdo muy bien qué me pasó, pero supongo que entre los madrugones por los horarios de trabajo,
el cansancio, seguramente algún conato de constipado, algunos días de lluvia, la apatía que me va y me
viene, y no sé qué más, fui dejando pasar los días sin darme cuenta, y cuando
por fin reaccioné había pasado casi un mes desde la última salida.
Pero
bueno, ya todo eso daba igual, y aunque me costó casi todo el día mentalizarme, y hasta casi las seis de la tarde no me subí a la bici, por fin había vuelto a salir, y además con muchas ganas. Bastante torpe y con dolores varios al principio, al final cayeron 25
kilómetros en dos horas de pedaleo. Necesario, y suficiente.
Mala foto que sirvió para inmortalizar las muchas ganas con las que pillé la bici |
Lunes
20 de febrero.- EN CLARIANA
Sólo
dos días más necesité para comprobar que, aún habiendo estado casi un mes parado,
las ganas de seguir saliendo y seguir disfrutando de la bici no se habían
esfumado ni mucho menos.
Por culpa de un par de despistes acabé descubriendo
algún camino nuevo, y haciendo la ruta ligeramente más larga de lo que tenía previsto.
Algo más de dos horas
y media y 32 kilómetros para una salida en la que recuperé las ganas de
probar nuevos caminos, antes vistos pero nunca investigados.
Sin proponérmelo, aparecí en la iglesia de la Mare de Deu de Montserrat de Clariana |
Domingo
26 de febrero.- DE VUELTA POR LA SERRA MALA
Iba
siendo hora ya de volver a subir rampas duras de verdad, y que mejor que hacer
la ruta típica que solía hacer al principio de venirme a vivir a la costa, pero añadiéndole algunos tramos de los que suelo hacer hoy en día.
Asfalto, pista, caminos, senderos, trialeras, muchas piedras, mucha piedra, un pinchazo, mucho esfuerzo, mucha exigencia y mucho trabajo de las suspensiones de la bici y de las articulaciones de mi
cuerpo, algunos tramos a pie, o porque no podía más o porque mi escasa técnica no me permite arriesgar más, y en definitiva, una ruta de esas que haces muy de vez en cuando porque
acabas hecho polvo. Ya veremos cuándo vuelvo a pasar por allí. Y es que el
nombre de la zona lo dice todo: la Serra Mala.
Ese día me dolieron todas las articulaciones y todos los tendones posibles, las lumbares y las cervicales, las piernas y las manos... y me llegué a plantear si algún día tendré que dejar la bici, o si el cuerpo seguirá aguantando.
Y es que los 46
kilómetros y casi 3 horas y tres cuartos de pedaleo (más lo que no fue pedaleo) dieron para mucho, y convirtieron aquella tarde de domingo en una jornada de esas en las que, o acabas harto de la bici, o acabas con ganas de volver a salir al día siguiente. Bueno, al día siguiente, o cuando se te hayan pasado todos los dolores, ¡jajaja!
Tonteando al principio |
Pues vaya con la tontería |
El Pantà de Foix rebosando debido a las lluvias de jornadas anteriores |
No recuerdo si lo había visto así alguna vez |
Las ruinas de Cal Balaguer, en la Serra Mala. Mi cara se anticipaba a lo que me esperaba |
Bueeeno, una vez salvada la bajada por la Serra Mala, foto y relajación a las afueras del castillo de Castellet |
. . . . . . . . . . . . . . .
Pues eso fue todo en febrero. Poca cosa en realidad, pero con mucha transcendencia en lo relativo a mentalización y ganas de cara a futuras salidas.
Casi por los pelos, pero salvé el mes muy positivamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario