Sin metas pero con objetivos, sigo disfrutando de las bicis y de otras actividades. Intento aprender continuamente para mejorar como persona, física y mentalmente. Este blog sigue siendo una especie de diario personal en cuanto a lo ciclístico, pero va siendo hora de ir añadiéndole algunas cosas más que también captan mi atención...

sábado, 7 de noviembre de 2015

26 de septiembre. REGRESO AL FUTURO


Tengo un compañero en el trabajo que se está reenganchando a la bicicleta de montaña.

Había hecho ya unas cuantas salidas en solitario para ir reencontrándose sobre las dos ruedas, pero ya tocaba que saliera acompañado y viera realmente cuáles eran sus sensaciones en esas circunstancias.

Como ni él ni yo teníamos ganas ni necesidad de madrugar (me voy a tener que buscar más compañeros así...) quedamos a las diez de la mañana para hacer una ruta que me había preparado en el wikiloc, y que no presentaba, a priori, ninguna dificultad reseñable.

Calculaba unas tres horas de ruta por zonas que él no conocía y que así podría usar para alargar un poco las cortas salidas que estaba haciendo últimamente. Mi intención era que a la hora de hacer sus salidas en solitario tuviera más alternativas para no aburrirse haciendo siempre el mismo trayecto.

La verdad es que, después de bastante tiempo de hablar de nuestras respectivas andanzas con la bici, teníamos ganas de hacer una salida juntos y así conocernos mejor... ciclísticamente hablando.

Yo sabía que aunque Agustí me explicara que hacía salidas muy cortas y que las subidas le costaban más de lo deseable, el día que hiciéramos una ruta juntos no me iba a decepcionar en absoluto, pues yo estaba convencido de que su preparación física era suficientemente buena como para afrontar un recorrido el doble de largo o más de lo que él hacía normalmente.

La ruta consistía en ir desde Sant Esteve Sesrovires hasta la Torre Fossada, previo paso por Martorell, haciendo el recorrido que días antes nos había enseñado Carlos a Xavi y a mí.
La vuelta sería por una zona diferente, aprovechando para meter una serie de senderos que había descubierto Carlos en las afueras de Sant Esteve.

En total saldrían unos 35 kilómetros con 700 metros de ascensión, lo justo para probar hasta que punto tenía yo razón en que Agustí estaba suficientemente preparado...

Uno de los "gracias" que tenía hacer esta salida juntos era ver a mi compañero en acción subido en su Specialized Rockhooper del año 1991, auténtica pieza de museo, perfectamente conservada,
e incluso mejorada hace unos pocos años con la sustitución de su horquilla original por una más "moderna" dotada de suspensión.

Así que cuando apareció mi amigo Agustí supongo que tuve la misma sensación que debió tener Marty McFly al bajarse por primera vez del DeLorean en "Regreso al futuro"...

Ahí lo tenemos, dispuesto a todo, posando con dos generaciones de bicicletas de montaña.

Momentos después, ilusionados antes de emprender la marcha.



Recién iniciada la marcha ya me di cuenta de las ganas que tenía Agustí, pues salió zumbando y me tocó tener que apretar para no quedarme atrás. ¿Pero no era yo el que hacía la ruta?

El recorrido empieza de bajada, mientras vamos cruzando las primeras impresiones, hasta que al acabar la bajada y encarar la primera subida del día, no sé qué coño hace Agustí, que no se fue al suelo de casualidad. Uyyyyy, pero este tío sabe ir en bici o qué...

Yo sigo subiendo mientras tanto él como yo echamos unas risas, y al poco, no sólo me coje, sino que me sobrepasa y se aleja unos cuantos metros. Buenoooooo, ahora casi se cae, ahora sale flechao... pues va a ser entretenida esta salida, ¡jajajajaja!

Poco a poco fuimos avanzando, sin nada más reseñable, y al cabo de un rato, y después de haber cruzado Martorell, llegamos ya al río Llobregat, y al viejo Pont del Diable, que cruzaríamos para dirigirnos hacia la primera dificultad destacable del día: la subida a la Torre Fossada.

Incomprensiblemente me quedo muy atrás nada más empezar a subir. Agustí, con su anticuado desarrollo de 28x30 subía a saco por el camino, mientras yo, con mi 22x32 avanzaba como una hormiguita mientras veía alejarse a mi compañero.

¿Pero cómo puede ser? Si años atrás, entrenando con Carlos, yo había subido por aquí con el plato mediano y el tercer piñón... pues eso, años atrás. Eran otros tiempos. En éstos, y ahora, la subida que estaba haciendo no venía si no a constatar un hecho del que ya me había dado cuenta en la salida anterior con Xavi: que estoy fatal.

Intentando aumentar mi ritmo bajé un par de piñones, y aguanté así unos cuantos metros, pero las piernas me dolían y tuve que resignarme y volver a poner el molinilllo.

Mientras, un poco más arriba, Agustí luchaba como podía contra la gravedad, y contra su demasiado largo desarrollo más corto. Son las circunstancias que te depara el llevar una bicicleta con tecnología de hace veinte años. ¿Qué pasa, que hace veinte años éramos todos unas máquinas y éramos capaces de mover desarrollos mucho más duros que ahora?

Algo de cierto debe de haber en esa reflexión, pero el caso es que, al igual que ocurre en las bicis de carretera, los desarrollos que montaban hace dos décadas no tienen nada que ver con los que se montan en la actualidad.

Después de unos minutos de sufrimiento Agustí llegó al final de la subida, y al poco llegué yo.
No sé quién estaba más hecho polvo, si él, que había tenido que exprimirse al límite para no tener que pararse a media subida, o yo, que me había visto totalmente impotente a la hora de impedir que él se me escapara.

Ya una vez en la Torre Fossada, a la que sólo nos quedaban unos metros de bajada para llegar, le comento a Agustí mis conclusiones sobre lo que habíamos hecho hasta el momento. Y son que él está suficientemente fuerte para afrontar ese tipo de subidas, pero que los desarrollos que lleva en la Rockhooper le penalizan enormemente. Eso unido a que le falta un poco de fondo (no de fuerza) le han hecho pasar un auténtico mal rato subiendo aquella cuesta.

Pero bueno, ahora nos vamos a quedar allí unos cuantos minutos, para que se recupere totalmente, mientras nos hidratamos, comemos algo, y hacemos unas fotos.

Agustí, posando ya un poco más relajado, con Martorell de fondo.

Y el menda.

La Torre Fossada, testigo de nuestra primera salida juntos.



Es curioso cómo, a pesar de haberme costado tanto hacer esa subida, al poco rato de haber parado ya me encontraba totalmente recuperado del pequeño esfuerzo. No así Agustí, que estaba bastante más cansado que yo, y al que le costó un rato más recuperarse del todo.

Normal, ya que él tuvo que hacer un esfuerzo suplementario debido a los inapropiados desarrollos de su bici. Y supongo que en mi caso, los kilómetros acumulados en los últimos dos meses de algo habían servido, y aunque de fuerzas no estaba sobrado, parecía que de fondo y de capacidad de recuperación sí que estaba bien.

Una vez recuperadas las fuerzas seguimos con la ruta, que nos llevaba ahora de bajada hacia un camino un poco por encima de la ribera izquierda del Llobregat para hacer un rodeo y volver a llegar al Pont del Diable.

Ahora lo cruzaríamos en sentido inverso al de minutos antes, no sin antes enseñarle a mi compañero la manera de coger el camino paralelo al río, y que le puede llevar hasta El Prat, si quiere y las fuerzas le acompañan. Pero ha de ser cuando esté más en forma, que de momento se está defendiendo bien, pero para hacer tanto no sé yo.

Según estábamos en esas llamó su mujer, para decirle que me invitara a comer a casa, a lo cual accedí. Digo yo que su mujer no acababa de creerse que él hubiera salido a pasar toda la mañana en bici con un compañero. A ver si estaba haciendo otras cosas... Así que lo mejor era aceptar la invitación y servirle de coartada a mi compañero...

En ninguna de las dos ocasiones que pasamos por el Pont del Diable me dio tiempo de hacer unas fotos o grabaciones de Agustí bajando aquellos escalones a lomos de su Rockhooper. Yo lo intenté, pero hay que decir que él no puso mucho de su parte para que me diera tiempo...

Rehicimos el camino de vuelta por Martorell, para desviarnos luego y bordear el polígono de Seat y aledaños, zona por la que Agustí le metió bastante caña y fui incapaz de seguir su ritmo. La verdad es que me estaba sorprendiendo el buen estado de forma ciclístico que estaba demostrando.

Una vez nos salimos de las zonas industriales nos volvimos a meter por caminos de tierra, haciendo una zona muy guapa que me recomendó Carlos, rodando por el sendero que discurre por el Torrent Gran d'Abrera .

Qué lástima de foto...



Seguramente fue ésta la zona más bonita y divertida de toda la ruta.

Una vez salimos de esta zona nos metimos ya por caminos conocidos por mi nuevo compañero de rutas, en lo que podría haber sido la aproximación de vuelta a casa. Pero no, porque aún nos quedaba rematar la jornada con la guinda del pastel, que no era ni más ni menos que una serie de caminos y senderos que me había indicado Carlos, y que le iban a dar a la ruta ese toque final que le faltaba...

Agustí, que iba que se salía, rodaba siempre por delante mío, como durante casi toda la mañana, conocedor de que ya casi estábamos de vuelta. Pero como acabo de decir, la ruta aún no había concluido...

Una vez nos desviamos hacia el bucle aconsejado por Carlos parecía empezar bien la cosa, con una rápida bajada que pensaba yo que nos llevaría ya hacia el pueblo. Pero la bajada dio paso, como no, a una serie de dos o tres bajadas y subidas seguidas (alguna de ellas de regalo por culpa de un par de despistes míos con el gps...), que a estas alturas de la ruta hicieron mella en nuestras ya justitas fuerzas.

Tengo que decir que Agustí, tal y como sucedió durante toda la ruta, marchó siempre por delante en todas las subidas, sacándome bastante trozo en todas ellas. Eso no hacía más que destrozarme moralmente, pues pensaba yo que, acostumbrado mi compañero a hacer salidas de 15 kilómetros, ahora que llevábamos ya casi treinta tenía que ir peor que yo de fuerzas.

Pero parecía que no, ¡no veas cómo tiraba el tío! Yo no podía hacer otra cosa más que ir gritándole, desde unos cuantos metros por detrás, hacia dónde tenía que seguir cuando llegara la final de las subidas.

Pero por fin lo conseguí, y en una de estas subidas, la verdad es que era dura y algo técnica, pude por fin adelantarle y ver desde unos metros más arriba como finalmente le abandonaban las fuerzas y petaba completamente, no pudiendo hacer otra cosa que bajarse de la bici y recuperar el aliento.

Tardé 30 kilómetros, pero por fin pude hacerle esta maravillosa foto...

Aguantó todo lo que pudo, que no fue poco.

¿Me estará maldiciendo?



Tuvimos que parar un rato para que mi amigo recuperara las fuerzas, pues estaba totalmente reventado, lo cual no le quita ni un ápice de mérito a lo que hizo aquella mañana.

La verdad es que mover el desarrollo que movía, y aún así tirar como tiró durante toda la ruta tiene mucho mérito. Ya se lo dije a él en persona, y lo repito ahora, si yo hubiera tenido que mover ese desarrollo me bajo en todas las subidas y las hago andando.

Pero él es muy burro, y "por sus pedales" que se empeñó en subirlo todo sin bajarse de la bici, y doy fe de que estuvo a punto de conseguirlo. Qué tío.

Está mal decirlo, muy mal, pero para ser sincero he de decir que casi que me alegré cuando tuvo que echar pie al suelo, ¡jajajajajajaja! Si es que me había machacado en todas las subidas... y en los llanos también. Yo sólo fui delante en las bajadas. Y en algunos otros momentos, por aquello de que era yo el que llevaba el gps y el que sabía por dónde había que ir.

Bueno, cuando ya se sintió con fuerzas para continuar proseguimos con los poquitos kilómetros que nos quedaban para llegar a casa, ya casi todo de bajada.

¡Vaya dos máquinas!

Ahí estamos, ya llegando a casa



Ya estábamos de vuelta en Sant Esteve, ya estaba la ruta hecha, sólo había que ir hasta mi coche, y va el tío y se empeña en enseñarme no sé qué camino que hacía él siempre cuando volvía de salir a correr hace un tiempo...

¡Nooooo, Agustí, nooooo, que voy petao y no tengo ganas de más! Cuando me quise dar cuenta ya se había ido cuesta abajo hacia donde fuera que quería llevarme. Y claro, eso luego habría que subirlo. Pero si no hacía ni media hora que estaba el tío medio muerto, y ahora tiene ganas de más...

Bueno, menos mal que el sitio estaba cerquita y no significó demasiado esfuerzo. Pero par mí fue totalmente innecesario, jajaja...

Al final nos salieron 35 kilómetros y 750 metros de ascenso acumulado, en casi tres horas de pedaleo, y tres y media de ruta. No está nada mal... para él, que no estaba acostumbrado a tanto, pero para mí no está nada bien.

No hay grandes desniveles, pero yo llegué muy tocado



La ruta estuvo muy bien. El recorrido, sin ser una maravilla, tuvo de todo, tanto a nivel de tipo de terreno como a nivel de belleza del recorrido. Subidas, bajadas, pista, sendero, asfalto...

Yo me lo pasé muy bien saliendo con Agustí y enseñándole caminos que él no conocía, dándole así la posibilidad de ampliar sus horizontes ruteros para que pueda hacer salidas más largas y divertidas.

A pesar de ir con una bici de hace casi veinticinco años lo dio todo, y estuvo no a la altura sino muy por encima de las expectativas que yo tenía. Él avisaba antes de la salida de que no sabía si sería capaz de aguantar mi ritmo o una ruta preparada por mí. Yo sabía perfectamente que sí, pero es cierto que me sorprendió gratamente por el rendimiento que tuvo.

En cambio yo... ¡que "desástrofe"!

He llegado a la conclusión de que no he hecho las cosas como las tenía que haber hecho, y todas las salidas que hice con la flaca me han servido "solo" para coger cierto fondo y resistencia encima de la bici. Pero de fuerza estoy muy mal, y me falta potencia en las subidas. Una conclusión que ya saqué en la salida que hice dos semanas atrás con Xavi y Carlos.

Pero ahora se ha hecho más patente. E incluso creo que estoy un poco pasado de entrenamiento ¡!
Creo que he hecho demasiado desnivel partiendo de una base poco sólida, y ahora lo estoy pagando.

Pero bueno, todo son teorías, y todo son excusas. Hay que salir más, y punto...

Como punto final a un magnífico día acabamos en su casa, donde fui muy bien tratado, comiendo en familia y comentando las anécdotas de la ruta. Una buena jornada en lo ciclístico y en lo personal, que habrá que repetir más adelante.

2 comentarios:

  1. Vaya dos fieras estáis echos!!!
    Tú ya sabes el secreto de todo esto... y él seguro que también. Pues ya sabéis lo que tenéis que hacer... a ponerse las pilas!!!
    Por cierto, menuda impresión me ha dado Agustín al ver la primera foto... parecía un soldado alemán, jeje...
    Yo habría puesto de titulo... "Regreso al pasado"

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Jajajaja! Un poco de miedo sí que daba....
      Pero además es verdad que si tuviera tiempo y pudiera salir más a menudo, daría miedo de lo fuerte que se podría poner. A ver si le podemos picar un poco...
      Lo mío en cambio creo que no tiene remedio, que sí podría decir que regreso al pasado, porque voy para atrás en vez de para adelante...
      ¡Gracias por comentar!

      Eliminar