Sin metas pero con objetivos, sigo disfrutando de las bicis y de otras actividades. Intento aprender continuamente para mejorar como persona, física y mentalmente. Este blog sigue siendo una especie de diario personal en cuanto a lo ciclístico, pero va siendo hora de ir añadiéndole algunas cosas más que también captan mi atención...
miércoles, 5 de mayo de 2010
De "marcha" por Los Monegros
Este sábado estuve en la comarca de Los Monegros, en Huesca, participando en la X Maratón de Los Monegros, prueba de bicicleta de montaña de 112 kilómetros de recorrido, y unos 1000 metros de desnivel acumulado. Una prueba bastante llana.
Visto así, parece el perfil de una etapa montañosa...
Fui con Carlos, que ya participó el año pasado, y así cumplí con la promesa que le hice de que este año le acompañaría.
Nos presentamos allí antes de las 10 de la mañana, después de haber dormido poco y de habernos pegado un viaje de más de 200 kilómetros y unas 2 horas y media de camino.
El día no era precisamente perfecto, con el cielo nublado y la temperatura algo fresca, a diferencia de lo que habíamos tenido durante la semana. De todas maneras, si no llovía durante la prueba, quizás eran las mejores condiciones para ir en bici, pues el año anterior habían pasado muchísimo calor.
La verdad es que nosotros tampoco estábamos muy finos. Vamos, que si hubiera caído un chaparrón y no se hubiera disputado la prueba, tampoco nos habría molestado demasiado. Bueno, es una forma de hablar.
Una vez llegamos a Sariñena, que es el pueblo en el que se organizaba la marcha, dejamos el coche aparcado a la entrada, al lado del recinto ferial, que era donde se daría la salida de la prueba, y nos fuimos hacia el ayuntamiento del pueblo en busca de los dorsales.
Resultó que por culpa de la lluvia que había caído durante la noche decidieron cambiar el lugar de recogida y darlos en la misma zona de la salida, por lo que nos pegamos la primera caminata tonta del día.
De vuelta hacia allí paramos en un restaurante para reservar mesa para la comida. "Menú ciclista" anunciaban.
Después de ir a recoger los dorsales en el lugar adecuado, y echar un vistazo a las bicis Orbea que tenían allí expuestas, volvimos a “pasear” por el pueblo, ésta vez de tienda en tienda para conseguir una serie de regalos (bidón, buff, pañuelo) que te daban sólo por entrar en ellas, y para que nos sellaran un “cartón” que nos daría la posibilidad (siendo de los 200 primeros en presentarlo) de recibir un maillot conmemorativo, o una botellita de vino.
Después de la segunda pateada del día, recolectando algún regalillo, y como estaba claro que ya no habría ni maillots ni botellas de vino, entramos en el restaurante para comer. A una hora muy temprana, las once y media de la mañana, pero es que se trataba de comer pronto para poder hacer la digestión, y tener tiempo de vestirnos de faena y preparar las bicis para la marcha.
Después de comer (pasta, carne, y "cuajada de cabrales"), y con poquísimas ganas de subirnos a la bici, volvimos hacia el coche para ultimar los preparativos. Caían cuatro gotas y hacía bastante bochorno. El dilema era qué ropa ponerse, y si llevar o no chubasquero. Al final, el chubasquero en el coche, y equipación de verano (por suerte, acertamos).
En la bici, el gps y la linterna (por si se me hacía tarde, que nunca se sabe como va a discurrir la marcha). En la mochila, barritas energéticas, bebida isotónica, algún gel energético, un culotte de repuesto, un par de buffs para el cuello, el cortavientos, el móvil, la cámara de fotos, la documentación.
La mochila, a tope de cosas.
Ya nos dirigimos hacia la salida, previa foto de rigor que nos hizo un chico que también participaría en la prueba, con menos ganas de las necesarias para una marcha tan larga, y con la sensación de que a esas horas, y después de comer, lo que más apetecía era echarse una siestecilla, y no subirse a la bici para pegarse la gran paliza.
¡Vaya equipazo!
Ya había muchísima gente situada en la salida. Creo que finalmente fuimos unos 1700 participantes. Yo calculo que debimos colocarnos más o menos a mitad de pelotón (aunque Carlos decía que estábamos de los últimos), y allí estuvimos, plantados, casi media hora esperando a que dieran la salida.
Parte del "mogollón" de ciclistas
Esperando la salida
El plan era que yo intentara seguir la rueda de Carlos durante los primeros kilómetros, en los que la gente sale a saco y hay que meterle caña a los pedales para que no te adelante todo el mundo. Luego la cosa se estabilizaría y ya se podría bajar el ritmo.
Efectivamente, a pesar de ser una salida neutralizada, en la que se callejeaba un poco por el pueblo para luego ya salir hacia los caminos, la gente iba a todo trapo, adelantándose los unos a los otros, intentando ganar posiciones.
Carlos iba mirando hacia atrás, para ver si yo le seguía, que así era, aunque con gran esfuerzo por mi parte, y es que íbamos a 26, 28, 30 kilómetros por hora. ¡Si acabábamos de empezar!
Después de unos diez minutos de poder seguirle, ya se me metieron algunos corredores por medio y decidí bajar el ritmo y seguir más tranquilo, que íbamos todos muy pegados, por un camino estrecho en el que sólo cabían tres bicis a lo ancho, y con gente demasiado ansiosa por adelantar posiciones. Además, quedaban más de 110 kilómetros por delante, y era mejor coger tu propio ritmo.
Inmediatamente me empezaron a adelantar por todas partes.
Me puse a un lado del camino y dejé que el que quisiera ir más rápido me pasara. Cada uno tiene su nivel, y es tontería intentar ir a un ritmo que sabes que no es el tuyo. Así que a pesar de que me estaban adelantando todos (bueno, yo también adelantaba a alguno que otro, que siempre hay gente que va más lenta que tú), acertadamente seguí a mi ritmo, esperando que la cosa se calmara un poco.
Según fueron pasando los minutos, el ritmo se estabilizó un poco, y el gran pelotón se fue estirando, con lo que se podía rodar ya con algo de tranquilidad, sin tener que ir tan pendiente de no tocarse con nadie, ni de quedarse demasiado cortado.
El camino por el que íbamos era muy polvoriento (de eso ya estaba avisado), y gracias a que el pelotón se había estirado, podías dejar unos pocos metros respecto a los que llevabas delante, y así no comerte todo el polvo que se levantaba al paso de las ruedas de tanta bicicleta.
Como además hacía algo de viento (constante durante toda la marcha) según por qué lado del camino te situaras podías “esquivar” la nube de polvo que te precedía. Aún así, había mucho, y en un par de ocasiones llegué a no ver casi nada. Tenía a gente delante mío, y sólo veía sombras.
De repente, la gente se para y se avisan unos a otros. Y es que había que pasar un gran charco, marrón como el chocolate con leche. Unos por la derecha, otros por la izquierda, lo mejor era fijarse en los demás para saber qué profundidad tenía y por dónde era mejor pasarlo. Por suerte no metí los pies en el agua (supongo que era agua), y lo pude pasar con unas pocas salpicadas en las zapatillas.
Ya nos acercábamos a la primera de las dos subidas largas de la marcha, que era de unos 6 ó 7 kilómetros, y en la que se subía un desnivel de unos 250 metros.
La empecé con tranquilidad, a mi ritmo, plato mediano y tercer o cuarto piñón. Sabía que sería una subida algo larga pero con una pendiente suave.
Así, poco a poco fui cogiendo un buen ritmo, adelantando a bastante gente (a mí también me adelantaban algunos), lo que me sorprendió un poco, pues sólo unos kilómetros antes me habían adelantado a mí decenas y decenas de corredores. En cualquier caso, yo iba a lo mío, tranquilo porque iba bastante bien de fuerzas, y para nada alto de pulsaciones, entre 160 y 165 por minuto. Tampoco me quería machacar en esa subida, que sólo llevábamos unos 20 kilómetros.
Cuál fue mi sorpresa cuando al llegar arriba me encuentro a Carlos, que resulta que había pinchado, y estaba ya hinchando la rueda.
Pensando en la mala suerte que había tenido (él quería rebajar el tiempo que había hecho el año pasado), pero con una sonrisa en mi cara, y algún comentario de cachondeo que seguramente le hice, me paro a su lado para hacerle compañía mientras acaba la reparación.
Se me escapaba la risilla
Entre risas y lamentos, animando a los que pasaban (yo pensé, “vaya, todos los que había adelantado subiendo me adelantan ahora ellos a mí”. Lo pensé, pero no me importó lo más mínimo), y maldiciendo su mala suerte, acabamos de montar la rueda, y seguimos adelante. Carlos se había desanimado bastante y decidió seguir conmigo, pues ya era casi imposible que pudiera rebajar el tiempo del año pasado.
Ahora el camino iba a ser, durante unos 30 kilómetros, de bajada continua aunque con muy poca pendiente, y con el viento a favor, por lo que el ritmo que cogimos fue bastante rápido. Yo iba delante, pues me apeteció marcar el ritmo, y controlando no pasarme de pulsaciones le fui dando fuerte a los pedales y fuimos adelantando a bastantes participantes. 30, 35, 40 kilómetros por hora. La verdad es que íbamos lanzados.
Así pasamos por el primer avituallamiente del recorrido, en el que no paramos, y seguimos lanzados hacia el segundo, en el que sí teníamos planeado parar, y que estaba situado exactamente en la mitad de la ruta. Aunque era de bajada, el camino también tenía zonas de llano, y algunas con ligera pendiente de subida. De tal manera que ya llegando al avituallamiento, me empecé a quedar un poco debido al alto ritmo sostenido durante tantos kilómetros, y Carlos se me adelantó unos cientos de metros, mientras “se picaba” con alguno que nos había pasado.
Ya en el avituallamiento nos volvimos a juntar, y procedimos a llenar la barriga con plátanos, agua y bebida isotónica, además de rellenar los bidones, de aliviar nuestras necesidades meatorias, y yo hacer unos estiramientos. Es alucinante ver como algunos de los participantes se tiran literalmente encima de las mesas del avituallamiento, casi apartando a los demás, como si les fuera la vida en ello. Por supuesto, muchos no son capaces de tirar las botellas y las latas en las bolsas de basura que tiene preparadas la organización, y dejan el lugar lleno de envases que luego tienen que recoger los voluntarios que allí había. Ya les vale. Van en plan profesional, y no son más que unos marranos.
Después del avituallamiento venía la segunda gran subida del día. Según el perfil de la ruta, sería una ascensión de unos 15 kilómetros, pero con un desnivel de sólo 300 metros.
Yo tenía claro que, aunque no lo iba a pasar mal ni mucho menos, me iba a costar coger un buen ritmo en la subida, pues después de los más o menos 30 kilómetros de bajada y llano que acabábamos de hacer me notaba las piernas algo cargadas. Además, me pareció que Carlos (supongo que gracias al buen ritmo que habíamos llevado) volvía a estar animado, así que le comenté que porqué no se tomaba la segunda mitad de la prueba en plan entrenamiento, y que tal como empezáramos a subir, él cogiera su ritmo y se marchara.
Efectivamente, nada más salir del avituallamiento y empezar a inclinarse el camino, yo me fui quedando y él acabó por marcharse.
Poco a poco las piernas me empezaron a funcionar, y cogí un buen ritmillo, siempre con el plato mediano, que me permitió subir bastante más rápido y fácil de lo que me esperaba.
Hay que decir que, en general, el recorrido transcurre por caminos tipo pista forestal, con lo que el rodaje se hace más fácil que si fueran típicos caminos montañosos. Aún así, en muchas zonas el camino estaba bastante recubierto de arenilla, o también de gravilla, con lo que fácil del todo tampoco era pedalear.
A pesar de no parecerme que llevara un gran ritmo, empecé a adelantar a otros corredores con relativa facilidad, lo que me hizo subir bastante la moral.
Llegué a la conclusión de que todo el entrenamiento de fondo en carretera que habíamos hecho durante el invierno estaba dando sus frutos. Eso, y las últimas palizas que me he ido pegando por el Puig d’Agulles y alrededores.
Así, con un buen ritmo fui haciendo los kilómetros de subida, adelantando a unos y siendo adelantado por otros. Al llegar a la cima, paré unos segundos para tomarme un gel, y seguí el camino. Ahora tocaba una bajada no muy larga, con bastante pendiente, desde la que se divisaban unas bonitas vistas de la región. Paré unos instantes para hacer un par de fotos y seguí adelante, pues tampoco se trataba de perder el buen ritmo que había conseguido.
Los Monegros, más verde de lo que me esperaba
Después de las fotos, el tramo que venía a continuación consistía en una bajada de unos 7 u 8 kilómetros, con algo de pendiente, y ahora con el viento en contra o de costado, que llevaba al que era el tercer avituallamiento del día. Decidí no parar, pues iba bien de líquido y no quería cortar el ritmo con otra parada. Más tarde pensaría si no había hecho mal no parando.
Después de este avituallamiento, y ya hasta la meta, el camino era de continua subida. Eran unos 30 kilómetros de poca pendiente (1, 2, 3%), pero de subida continua. Así que tocaba tomárselo con un poco de calma, que ya llegaríamos.
Vino entonces la parte que más se me atragantó. Un tramo de muy pocos kilómetros que transcurría por entre unas grandes zonas de cultivo, por un camino de gravilla bastante incómodo, y en el que el viento pegaba fuerte de costado. La “zona de los aspersores”.
En esos momentos iba yo un poco tocado de fuerzas, pero sobre todo empezaba a tener los huesos del culo bastante doloridos. Aunque el sillín que llevo ahora evita mucho la presión en la zona del perineo, precisamente por eso hace que todo el peso del cuerpo recaiga sobre el isquion, que es el hueso sobre el que nos sentamos.
A duras penas fui haciendo ese tramo, mirando cada muy poco el gps, esperando que hubieran pasado muchos kilómetros, y lo único que pasaban eran un par de cientos de metros cada vez.
El viento, bastante fuerte, hacía que la bici perdiera la línea recta en muchas ocasiones, y que el pedaleo se hiciera más costoso, sobretodo cuando te venía una racha repentina.
Ya deseando que aquello no durara mucho más, por fin llegué al cuarto avituallamiento, en el que por supuesto paré. Al bajar de la bici, el típico andar de pato mareado, y directo a comer una especie de barritas de cereales que tenían allí preparadas. Beber agua, descansar un poco, unos estiramientos, "intentar" mear, y ponerme por encima el culotte que llevaba de repuesto. Me subo a la bici pensando que con dos culottes iría mucho mejor, pero que va, casi no lo noté.
Bueno, ya sólo quedaban entre 15 y 25 kilómetros, según que hiciéramos el recorrido nornal o que nos desviaran al alternativo en caso de no poder cruzar el río Alcanadre. Yo iba mentalizado desde días atrás para hacer el recorrido largo, pues daba por supuesto que con las lluvias de este año, es lo que tocaría hacer.
Así que me subí a la bici dispuesto a hacer 25 km más, a un ritmo bastante más bajo, pues iba ya en reserva.
Además, Carlos me había hablado de una corta pero dura subida que había en el último tramo, por lo que me pasé bastantes minutos pensando en cómo la afrontaría cuando llegara a ella. Que si me bajaría de la bici tal como la viera, que si intentaría subirla con el molinillo...
En fin, que con el culo bastante dolorido, con las piernas muy cansadas, y con muchas ganas de acabar ya, fueron pasando los kilómetros, ahora por unos caminos más estrechos y polvorientos, siempre con algunos ciclistas por delante mío, otros más rezagados, gente que me adelantaba, y alguno al que adelantaba yo.
Finalmente me quedé con uno al que había ido cogiendo poco a poco, y que como yo, ya no sabía cómo sentarse. Fuimos juntos un rato, cruzando cuatro palabras que venían muy bien para desviar la atención del cansancio, y cuando menos me lo esperaba, oigo voces de megáfono, y aparecemos en la zona de llegada de la prueba.
¡Qué buen rollo, la recta de meta! Unos pocos metros más, que hicimos en paralelo, y "piiip"-"piiip", el inconfundible sonido provocado por los chips de los dorsales al pasar por el arco de la llegada.
Sííííííií, he llegado!!!!
Sigo recto unos pocos metros, y allí estaba Carlos, esperándome.
Gracias, Carlos, siempre alegra mucho que alguien te esté esperando. Quizás algún día pueda ser yo el que te espere. ¡Ja, ja, ja, no creo!
Pero, y la corta y dura subida que me había dicho Carlos, y que tanto me había hecho comer la olla, ¿dónde estaba?
Resulta que ya la había subido, ¡y no me había ni enterado! Sí, era una en la que tuve que poner el molinillo, y en la que casi todos subían andando, y que estaba un poco embarrada. Con las indicaciones de Carlos me di cuenta de que sí, la había subido. Parece ser que yo me esperaba algo mucho más duro. Bueno, mejor.
Y el río, ¿no había que cruzar el río? También lo habíamos pasado, pero por un puente.
En fin, que cuando vas muy cansado, el cerebro trabaja lo justo…
Bueno, pues al final llegué muy contento y muy satisfecho por cómo hice la marcha.
Tardé 6 horas y 12 minutos en hacer los 112 kilómetros, cuando yo había calculado que tardaría más o menos 7 horas. El tiempo real de pedaleo fue de 5 horas y 45 minutos.
También he de decir que tuve la suerte de no tener ningún percance. Ni pinchazos, ni caídas, ni rotura de cadena, ni ningún otro tipo de avería. Y es que en tantos kilómetros hay tiempo de que te pase cualquiera de estas cosas.
Por supuesto que llegué bastante cansado, pero es que la verdad, hice toda la prueba a un ritmo bastante elevado para lo que es mi nivel físico. Por eso me siento tan satisfecho, porque a pesar de no haber hecho un tiempazo, sí que fui capaz de rodar a un nivel muy aceptable.
También hay que tener en cuenta, que de las 5 horas y 45 minutos de pedaleo que hice, seguramente fueron sólo unos 10 minutos los que pude estar de pie en la bici, y sin dar pedales, con lo que se puede decir que estuve unas 5 horas y media sentado y pedaleando.
Es lo que tienen los recorridos “tan llanos”, que acabas harto de dar y dar pedales sin parar. Y por supuesto, con el culo escocido.
Así que, lo que pase de aquí a tres semanas en El Soplao, no quiero ni pensarlo.
Ayayayyyyyyyyyyyy!!!!!!!!!
Después de llegar yo fuimos a lavar las bicis a una gasolinera que había allí cerca, y ya las dejamos en el coche, nos pusimos algo de ropa seca (las duchas estaban abarrotadas), y nos dirigimos hacia el recinto en el que tenían montado todo el tinglado.
La cara sucia y desencajada
Dos platos de fideuá con un poco de pan, unos trozos de pierna de ternera, y bebida. Recuperando las fuerzas perdidas. Luego esperamos a que hicieran el sorteo de una Playstation, una bicicleta Orbea, y dos viajes a Lanzarote. Nada, no hubo suerte. Otra vez será.
El buen rollo de haber acabado ya la prueba
Ya cerca de las diez de la noche, cuando aún estaban llegando corredores, emprendimos el viaje de vuelta, que se nos hizo muy largo, a pesar de que íbamos hablando de cómo nos había ido el largo día, y de las impresiones que nos había dejado la jornada. Este año hubo suerte, y las abundantes lluvias que ha habido hicieron que el paisaje no fuera tan seco como nos esperábamos. La verdad es que estaba todo bastante verde.
En resumen, una larga jornada de ciclismo, que aunque empezamos un poco desganados, acabó resultando muy satifactoria. Mucha gente, muchos kilómetros, mucho polvo...
¿El año que viene? Ya veremos…
Bruno
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¡Mi más sincera enhorabuena! ¡Qué envidia, ya me gustaría a mí! Y la crónica muy bien, con esos comentarios muy pertinentes sobre lo de "ir de profesional pero ser en realidad un marrano". El año que viene te (os) veo otra vez haciéndola.
ResponderEliminarMuy bien Bruno,buen marathon os pegaseis,la cronica impresionante,jejeje , vamos por buen camino para poder acabar en el infierno.
ResponderEliminarGracias Santo!
ResponderEliminarY si tienes el gusanillo de hacer algo parecido, ya sabes, todo es ponerse. Mírame a mí, que el año pasado, cuando le dije a Carlos que para esta edición le acompañaría para hacerla yo también, no era capaz de hacer más de 20 ó 25 km. ¡Y llegaba a casa "petado"!.
A ver si la vas cogiendo, y de una vez por todas, después de 20 años, nos pegamos por fin una buena rutaca tú y yo juntos.
Lo de los avituallamientos se ve en todas las marchas. Tiene que haber de todo...
La verdad es que a "toro pasado" sí piensas en volver el año próximo. Ya veremos...
Gracias Jorge, je, je, la verdad es que sí que nos pegamos una buena ruta. Lástima que no vinieras, aunque tú tienes una bien dura este domingo. ¡Mucha suerte!
ResponderEliminarLas crónicas tardo casi tanto en escribirlas como en hacer las marchas. Voy a tener que empezar a resumir un poco...
Y como dices, vamos por buen camino para acabar "el infierno". El problema es que el camino que queda ya es muy corto. Ayayayayyyyyyyy!!!!
Buena cronica kumpañ, resumida como es costumbre en tí, jejeje.....
ResponderEliminarEnhorabuena por esa pedazo de maratón que te has marcado, seguro que el año que viene vuelves, algo tendrá Los Monegros que engancha.
Que diferencia de cuando empezaste con tu Pinarello a ahora.
Vamos a ver que tal se nos da "El infirno del Norte", uffffff!!!!!!!!!!!
¡Ah!, y merci por esos ánimos cuando piché.
Carlos.
Cumpaaaaaaany!
ResponderEliminarEs que si encima tengo que resumir, no acabo la maratón ni el sábado que viene...
Gracias por tu comentario sobre cómo hice la prueba, la verdad es que me la curré bastante.
Aunque seguramente, si no te hubiera encontrado, habría hecho aquel tramo más tranquilito. Si es que llevarte detrás me pone las pilas, ja, ja, ja!!!
Pa' otro año vuelvo con la Pinarello, quiá!!!
Ay, el infierno, la que nos espera...
Y no me des las gracias por "mis ánimos" cuando pinchaste, si yo lo que quería es que te marcharas y me dejaras tranquilo, je, je, je...
¿Como no te iba a esperar y a animar, cumpany?
¡Es lo que hace un buen gregario!
:D