Sin metas pero con objetivos, sigo disfrutando de las bicis y de otras actividades. Intento aprender continuamente para mejorar como persona, física y mentalmente. Este blog sigue siendo una especie de diario personal en cuanto a lo ciclístico, pero va siendo hora de ir añadiéndole algunas cosas más que también captan mi atención...

martes, 29 de junio de 2010

OTRA PALIZA MÁS


Como va siendo habitual hace ya bastantes semanas, este sábado me pegué otra paliza más.
No parecen rutas exageradas, ni tampoco voy a un ritmo bestial, pero yo llego a casa reventado.

Quedé con Carlos para hace una ruta por “mi zona”. El punto de encuentro sería en la gasolinera del Polígono Industrial Les Fallulles, entre las Cavas Rondel y Cementos Molins.

Salí de casa a las ocho de la mañana, y bajé hasta la salida de Corbera, donde me metí por el camino que discurre entre la carretera y la riera Rafamans, para ir hasta La Palma. Así inspeccionaría esa zona, pues mi idea era que luego subiéramos por ahí.

El camino estaba bien, y los dos sitios por donde hay que cruzar la riera estaban en condiciones para hacerlo sin tener que mojarse.
Ya baja menos agua que hace unas semanas.

Llegué a la Font del Marge de La Palma, seguí adelante hasta la salida del pueblo, y en el puente crucé la carretera para seguir por el camino del cementerio, en dirección al polígono Les Fallulles.
Llegué a la gasolinera a la hora prevista , y tuve que esperar unos minutos hasta que apareció Carlos, que no traía buena cara precisamente. Venía ya muy sudado.

Al poco iniciamos la marcha, rehaciendo el camino que había traído yo. Al llegar a La Palma, en lugar de seguir hacia la Font del Marge, nos desviamos para subir por la cuesta que lleva a Can Llopard.
Una buena cuesta para ir calentando las piernas nunca viene mal, aunque a Carlos no le pareció tan buena para su tendón.

Pasamos Can Llopard y seguimos subiendo para ir en dirección a Can Via, a donde llegamos después de una bajada muy pronunciada.
En Can Vía decidí que investigáramos un camino de subida que “tenía visto” hacía tiempo, y que gracias al Wikiloc sabía a donde iba a parar. Lo que no sabía era en qué condiciones estaría.

Así que empezamos a subir. Enseguida vimos que era un camino de gran pendiente, y que nos íbamos a pegar un buen tute haciéndolo. Yo puse rápidamente todo el desarrollo, y poco a poco fuímos subiendo hasta que llegamos a una zona de regueros, con piedra y arena suelta que nos hizo bajarnos de la bici y caminar unos cuantos metros.

Justo antes de empezar esta zona había allí en medio del camino (¡!) un hombre sentado en una silla de senderista, que nos comentó que un poco más adelante se allanaba el camino. Así que después de andar unos cuantos metros nos volvimos a subir a la bici y continuamos hacia arriba, esperando encontrar esa zona llana que nos había dicho aquel hombre.

Bueno, finalmente sí que se acabó la subida y llegamos a una parte llana, la “Plana de l’Aristot”, donde paramos un momento a que Carlos quitara un manojo de hierbas que se le habían enredado en el cambio trasero. Seguimos adelante y enseguida entramos en la urbanización Can Paulet, por una calle que yo recordaba de cuando hace muchísimos  años hicieron en Corbera una marcha de Btt (no sé si la única que han hecho), y estuve haciendo de apoyo logístico de mi hermano, que participó.

Hicimos unos cientos de metros por una calle que va a parar a la carretera de Can Rafel, y llegamos al hotel del mismo nombre.
Lo pasamos de largo para bajar en dirección a la Font de Can Rafel, donde nos volvimos a adentrar en montaña, bajando por la trialera que lleva al camino de Can Casildo. Más quejas de Carlos, esta vez porque no iba muy bien de frenos. Siempre de buen rollo, eso sí.

Una vez abajo de la trialera, tomamos el camino en dirección a Can Casildo, pues mi intención era hacer la misma ruta que había hecho yo el miércoles. Así, los 50km de esa ruta, sumados a los 25 de subida a Corbera, y 25 de bajada a Bellvitge, harían que a Carlos le saliera un recorrido de unos 100 kilómetros, que me parecía a mí que le iban a estar bien, pues lleva días diciendo que no está muy bien físicamente, y además tampoco tenía mucho tiempo y quería llegar a casa antes de las dos de la tarde.

Sin embargo, los comentarios que me estaba haciendo al respecto de que llevábamos pocos kilómetros hechos para el tiempo que había transcurrido, que él necesitaba entrenarse haciendo kilómetros y no subiendo cuestas imposibles y bajando por caminos en mal estado (¡jajajá, qué cruz!), unido al hecho de que siendo sábado nos íbamos a encontrar gente en el camino de los “juegos de guerra” (en el hotel de Can Rafel vimos a dos tíos totalmente disfrazados de Rambo) y no quería tener ningún encontronazo ni discusión con ellos, me hizo cambiar la ruta prevista y optar por hacer un itinerario alternativo que transcurriera casi totalmente por pista forestal, y que nos permitiera llevar un ritmo más o menos constante y elevado, eso sí, buscando hacer el mayor desnivel de ascensión posible.

De tal manera que al llegar a las inmediaciones de Can Casildo nos dimos la vuelta y  bajamos por el mismo camino, ahora conmigo delante, a varios metros de distancia de Carlos, y llevando un ritmo más alto que el que tenía pensado llevar. Vale, había poco tiempo y teníamos que aprovecharlo. Pues a saco. De todos modos, por rápido que yo fuera, él me iba a poder seguir sin ningún problema.

Así, al acabar el camino de Can Casildo tomamos el del Cau de La Guineu y fuímos hasta la esplanada de al lado de la carretera N-340, a la que, por supuesto, Carlos llegó por delante mío.

Una vez en la esplanada seguimos por el camino que va hacia la masía de Can Cases, otra vez conmigo delante marcando un buen ritmo, para llegar al Coll de Verdeguer y dar mi típico rodeo por la Penya d’en Rovira, volviendo al Coll de Verdeguer y bajando entonces hasta la Font de Sant Ponç, que pasamos de largo para llegar otra vez al camino del Cau de La Guineu.

Bajamos un trozo del camino para desviarnos hacia el cruce del Pou dels Crestats y tomar el Camí de Can Dispanya en dirección a la nacional. Este camino empieza siendo un falso llano, y acaba siendo una cuesta de fuerte pendiente, en la que Carlos me volvío a adelantar, pues yo lo subí casi todo con el plato pequeño, mientras que él supongo que lo subió con el mediano. Aunque no está en su mejor forma física, tiene mucha más fuerza que yo.

Una vez arriba del camino, fuímos hasta la nacional y bajamos un par de cientos de metros por ella hasta adentrarnos en el camino del Bosc de la Pinetella, que después del tramo de dos subidas de gran pendiente (Carlos me vuelve a pasar como si nada) rodea los cultivos del Mas Vell del Lledoner, y acaba llegando otra vez a la carretera.

Para no hacer el corto tramo que va paralelo a la carretera, que es muy pedregoso y en el que es fácil tener un traspiés (según se lo explicaba, estando casi parado, un poco más y me caigo al suelo), subimos unos cuantos metros por carretera hasta el Pont del Lledoner, donde volvimos a meternos en la montaña por el camino que lleva hacia el Puig Bernat.

Buena cuesta nada más empezar, que exige poner casi todo el desarrollo (o todo), con Carlos ya por delante, a la que le siguen un par de repechos más hasta el “primer Puig Bernat”, y bajada hasta las instalaciones de Aigües de Vallirana que hay antes de empezar la subida al Puig de l’Osca.

Al llegar a estas instalaciones, en lugar de seguir el camino hacia la “bola de Vallirana” (ya lo hice un par de semanas atrás y es necesario patear durante un buen rato), nos metimos en la urbanización El Lledoner, para ir a salir a la carretera a la altura de la gasolinera que hay enfrente de la urbanización.

Allí hicimos una paradita para comprar agua y Aquarius, que con el calor que estaba haciendo los bidones y los camelbacks se vaciaban rápidamente.

Después de unos minutos refrescándonos a la sombra, seguimos por la vieja carretera para subir al antiguo puerto del Ordal, el Coll de La Creu d’Ordal. Siempre conmigo intentando marcar el ritmo, continuamos nuestro camino en dirección al Puig d’Agulles haciendo el camino que pasa por las canteras.

Con Carlos siempre delante subiendo los tres repechos que hay camino del Puig, una vez llegamos allí le comenté que no “valía la pena” que subiéramos hasta la bola, y que lo que podíamos hacer era bajar hasta Gelida por Can Oller de la Montanya y luego subir por la Font Freda.

De tal manera que bajamos el Puig d’Agulles y subimos hasta la urbanización Safari. Pero una vez allí, como a Carlos se le hacía tarde, en lugar de bajar a Gelida decidí que lo mejor era bajar hacia Corbera por la carretera y luego subir a La Creu Aregall por el camino que discurre paralelo a ésta.

Así que bajamos por carretera hasta Els Herbatges, y subimos luego por ese camino, que Carlos no conocía. A media subida, una paradita en un punto difícil del camino en el que siempre tengo que echar el pie al suelo, y que sirve para pegar un vistazo desde un “mirador” que hay allí, y hacer unas fotillos.

Aunque no se aprecia, hay una caída en vertical que da miedo. Si caes, no te encuentran

Vaya dos "petaos"


Cómo habríamos ido de “concentrados” en el entrenamiento, que aún no habíamos hecho ninguna foto, y eso que llevábamos más de cuatro horas de ruta.
Carlos diría luego que yo me había cabreado allí por la zona de Can Casildo, y que por eso me había puesto a tirar como loco. La verdad es que no me había cabreado, ni mucho menos, pero sí que pensé “¿no quiere entrenamiento?, pues vamos a entrenar”. Así que hicimos unas dos horas y media a un ritmo realmente elevado para lo que yo habría hecho en otras circunstancias. Como suelo decir, para él es casi ir de paseo.

Después de las fotos continuamos hacia la urbanización, otra vez conmigo marcando el ritmo (que para eso era yo el que se conocía el camino), y una vez llegamos, ya que estábamos allí decidimos ir hasta La Creu de l’Aregall, donde volvimos a hacer otra paradita.

Una perspectiva diferente de La Creu de L'Aregall

Buscando las sombras del camino


Después fuímos hacia el puerto de La Creu, donde nos despedimos, pues Carlos tenía obligaciones familiares que atender. El bajaría por carretera hasta Corbera, y de ahí seguiría hasta su casa, en Bellvitge.

Para mi modo de ver hicimos una ruta muy buena, a un ritmo lento en su primera parte debido a los tremendos cuestones que había, y a un ritmo rápido en su segunda mitad, en la que recorrimos pistas forestales con no tanta pendiente, aunque algunas cuestas empinadas sí hicimos. Yo quedé satisfecho con la ruta que le hice. Lástima de no haber tenido más tiempo para enseñarle más caminos.

Bueno, una vez que nos despedimos decidí que yo que podía tenía que hacer por lo menos un par de horas más, así que lo primero que hice fue bajar por la carretera hasta Gelida, con la intención de subir otra vez al Puig d’Agulles, por el camino de la Font Freda.

Bajé dando pedales para que no se me durmieran las piernas, y luego ya en Gelida, empecé la subida con un ritmo no muy bueno, pero que esperaba pudiera aumentar según avanzara. En la Font Freda paré a rellenar el bidón y el camelback, que lo iba a necesitar, pues era la una y media del mediodía y el calor apretaba bastante.

Qué a gusto se estaba allí parado


Cuando reinicié mi marcha lo hice con la idea de subir usando siempre que pudiera el plato mediano, por aquello de ganar algo de fuerza. Por suerte no iba tan petado como para no poder con esos desarrollos, así que fui tirando para arriba poniendo en algunos tramos el plato pequeño.

Una vez llegué a la falda del Puig d’Agulles seguí hacia su cima, a un ritmo bajo como suele ser costumbre, con la idea de guardar fuerzas de cara a un posible alargamiento de la ruta.

Cuando llegué a la bola (los últimos metros me costaron bastante) pensé que lo mejor era quedarme allí un rato, descansando las piernas, que las llevaba bastante cargadas debido al trote de horas antes, hidratándome bien, comiendo algo para quitarme esa sensación de vacío que tenía en el estómago, y reponiendo fuerzas mientras me refrescaba a la sombra del caseto de los forestales.

Cualquiera se levanta luego


Después de un ratillo allí arriba me volví a subir a la bici, ahora con la mente puesta en ir hasta Ordal (el pueblo), donde me comería un croissant y quién sabe si algo más.

De la bola fui a la Creu d’Ordal por el camino de las canteras, sufriendo bastante en la única cuesta empinada que hay (suerte que es cortísima), y de allí bajé al pueblo por el camino que va paralelo a la nacional, y que tiene unos últimos tramos muy pedregosos en los que hay que ir con cuidado de no pegar un llantazo o pinchar un neumático.

Al llegar al pueblo, me fui directo a la panadería que suelo “frecuentar”, y me comí un croissant de jamón y queso acompañado por un Cacaolat fresquito que me sentaron de maravilla. Allí sentado, a la sombra, y recibiendo una pequeña brisa fresquita, te venían ganas de quedarte un par de horas.

Después de rellenar con agua fría el bidón y el camelback (cada vez que relleno, la mezcla isotónica pierde concentración, pero es que según pasan las horas cada vez apetece menos beber líquido dulce) reemprendí mi calvario particular, ahora en dirección al Puig d’Agulles (¡otra vez, sí!), pero esta vez por el camino de Mas Granada.

Cuál fue mi sorpresa cuando al poco de iniciar el camino me encuentro con que han pasado una máquina que lo ha ensanchado y rellenado de tierra (como han hecho con el de Can Oller de la Montanya).Hay por allí un cartel que anuncia que lo van a asfaltar. Esperemos que no lo asfalten todo entero, y por lo menos la última parte, la que da al Puig d’Agulles, la dejen intacta.

Bueno, el camino era dificilísimo de hacer pedaleando, pues las ruedas se hundían mucho en la tierra, y en algunos momentos costaba mantener el equilibrio, por culpa también de la gran cantidad de piedras sueltas que había. Suerte que no tiene mucha pendiente, y haciendo algo de fuerza se podía avanzar, eso sí, con cuidado de no caerse, algo que estuvo a punto de pasarme un par de veces.

Llegué al Puig d’Agulles (este camino va a parar a media subida) y acabé de subir hasta la curva de antes de la zona de gran pendiente, que no tenía ninguna intención de subir otra vez hasta la bola.
No estaba yo sobrado de fuerzas como para hacer eso.

Así que una vez “casi arriba” me di la vuelta y empecé a bajar, con la idea de tirar hacia Can Armengol para luego hacer una parte de la ruta que había hecho con Carlos por la mañana. Pero según estaba bajando, al llegar al desvío que lleva al Forrellac y al Montcau, se me metió en la cabeza hacerme la subidita al Montcau, que ya la había hecho una vez hacía varias semanas, y me pareció una buena manera de completar la ruta.

Empecé el camino tranquilamente, sin forzar, pero al poco veo que aquí también han pasado una máquina ensanchando el camino y rellenándolo de tierra. Parece que están “arreglando” (por decirlo de alguna manera) todos los caminos de estas montañas. Consecuentemente, el camino estaba en peores condiciones que la otra vez que lo recorrí. Antes era un camino difícil debido a la pendiente que tenía y a lo roto que era el terreno, con muchas piedras sueltas, y varios tramos en los que se perdía tracción.

¡Pero es que ahora era más difícil!. Bastante grosor de tierra que hacía hundirse a las ruedas, piedras de todos los tamaños sobresaliendo del suelo, pequeños trozos de ramas y de raíces con los que había que tener cuidado...
Vamos, que lo más difícil era mantener el equilibrio mientras intentabas superar la buena pendiente que tiene. En varios momentos tuve que sacar el pie por pérdida de tracción y caminar un poco, aunque normalmente volvía a subirme a la bici sin tener que andar más que unos pocos metros.

Quizás con un desarrollo más largo me habría sido más fácil superar esas zonas, pero iba muy mal de fuerzas y tenía que llevar el plato pequeño y jugar con los tres primeros piñones. Además, no recordaba lo largo que era el camino, así que yo iba subiendo y subiendo, con mi molinillo, y aquello nunca se acababa. Pero, ¿tan largo era? Un pequeño tramo llano, una bajada, y otra vez a subir.
El camino, fatal. Mis fuerzas, muy justas. Pero bueno, ahí estaba, intentando llegar a la cima.

Después de unos cuantos minutos y bastante esfuerzo acabé por llegar a mi destino. Menos mal, porque en algún momento incluso pensé en darme la vuelta. Pero bueno, había llegado. Un pequeño descanso, un par de fotos...

Una pequeña victoria

Una cima un poco extraña


Ahora tocaba volver. Otra vez el maldito camino. Sí, ahora de bajada, pero con cuidado. Y claro, si antes había hecho una bajada, ahora tocaría hacer una subida. Suerte que era más corta de lo que parecía y la pude pasar bastante bien.

El caminito, con el Forrellac a la izquierda, y el Puig d'Agulles en el centro


Ya por fin llegué otra vez al camino del Puig d’Agulles. Ahora sí, tocaba bajar hasta la falda de la montaña para seguir por la trialera que baja hasta Can Armengol.

Desde allí, por la carretera de L’Amunt en dirección a Can Rigol, y siempre por asfalto, bajada hasta el inicio del camino de Can Casildo.
Aquí empezaba la repetición de una parte de la ruta hecha con Carlos.

Por supuesto siempre a un ritmo inferior al que había llevado horas antes, fui hasta Can Casildo, bajé al punto de inicio, seguí por el Cau de La Guineu hasta la esplanada de la N-340, pasé por el Coll de Verdeguer, hice el rodeo por la Penya d’en Rovira, y acabé llegando a la Font de Sant Ponç, en la que descubrí un cartel que dice Font del Lledoner. Bueno, la seguiremos llamando de Sant Ponç.

En la Font de Sant Ponç, con ganas ya de volver para casa


El último gel que me quedaba, una barrita que casi es una golosina, unas fotos, saludar a un par de caminantes, y seguir adelante, ahora otra vez por el camino del Cau de la Guineu para llegar al cruce del Pou dels Crestats y subir por el Camí de Can Dispanya hasta la N-340. Y es que quería "redondear" la salida.

Esta subidita me costó bastante, y es que ya llevaba muchas horas encima de la bici y el recorrido estaba siendo realmente agotador.

Una vez arriba, bajé otra vez por el camino del Cau de la Guineu, seguí hacia El Pou dels Crestats, y ahora ya hacia Sant Ponç (tramo que me costó mucho y tuve que poner el platillo), pasando por L’Amunt ya en dirección a Corbera.

Cuando llegué a casa estaba realmente petado. La primera parte de la ruta, la hecha con Carlos, había sido de unos 50 kilómetros en cinco horas, y supongo que me quitó muchas de las pocas fuerzas que tengo. Así que haber continuado otras cinco horas y 50 kilómetros más, me dejó realmente hecho polvo.

Pero bueno, ya estaba en casa, y ya sólo faltaba comer bien para recuperar lo perdido, y descansar todo lo posible las piernas, que estaban muy, muy cascadas.

La verdad es que la ruta me parece que fue muy completita, con subidas de grandes pendientes, unas largas, otras más cortas, tramos de rodaje rápido por pista de pendiente moderada, algunos senderos, un par de trialeras, en fin, que creo que me lo curré bastante, y que me pegué una buena paliza, aunque no está bien que lo diga yo.

Este perfil me crujió bastante


Fueron 105 kilómetros de recorrido, con 3000 metros de ascensión, en 10 horas y cuarto de ruta, para un total de 8 horas de pedaleo.
Sí, son dos horas y cuarto de paradas, pero es que si no, no creo que hubiera aguantado tanto.

Aunque me noto muy cansado después de una ruta así, creo que no llevo mal el entrenamiento de cara a la tremenda prueba que tengo que hacer de aquí a dos semanas.
La VipXtrem de Tarragona será muy dura, por su recorrido, y porque seguro que hará un calor terrible.

Ya veremos cómo se me da. Aún me queda un sábado para acabar de “afinarme”.


Bruno

6 comentarios:

  1. Animo Bruno, que lo teneis chupao,solo queda menos de 2 semanas y luego a disfrutar,animo campeon.

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  2. Gracias Jorge, a ver si es verdad que lo tenemos chupao.
    No sabes qué ganas tenemos de colgar el maillot! Y como dices, luego a disfrutar.

    Saludos

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  3. Diez horas de bici, sólo para "entrenar" ¡¡Qué bruto!!

    Respecto a lo de las marchas en Corbera, me suena vagamente que hicieran alguna otra, aunque no estoy del todo seguro. Qué tiempos...

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  4. Lo peor de todo es que me quedo con la sensación de que tenía que haber hecho más... Esto no puede ser bueno, tengo que volver a mis saliditas de 20-30km, que ya estaban bien.

    Qué tiempos aquellos, eh!! No veas cómo ha cambiado esto de la bici de montaña. ¿O quizás hemos cambiado nosotros?

    :))

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  5. Menuda paliza te has pegao, si es que no puedo dejarte solo, a la mínima te me desmadras.

    Bueno ya solo quedan 8 dias para el gran descanso, por lo menos para mí (o eso espero).

    Te veo fuerte y con ganas, y aunque esta semana te la has tomado de relax, seguro que te vendra bien.

    ¡Ah! y gracias por los piropos me me mandas en tu crónica. Que cabrón.........

    Venga kumpañ, que llevo unos dias muy duros (y no de entrenos precisamente) me marcho al sobre.

    Esto ya esta echo y chupao, jejeje..... Uffff!!!!!

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  6. Sí, estaba deseando que te fueras a tu casa para poder meterme más caña, que contigo me retengo, jajajajaja!!!!

    Je,je, ya sabes que siempre intento dejarte muy bien con mis comentarios...

    Esta semana creo que me habrá venido bien para que el cuerpo descansara un poco. Este sábado lo sabré seguro.
    Y de cara a la burrada del día 10, no sé si estoy tan fuerte como dices, pero habrá que darlo todo, que creo que va a ser jodidilla.
    Luego ya descansaremos, cumpany... o no. Que me parece que tú descansando no descansas.

    Bueno, recupera fuerzas, que sólo nos queda un último esfuerzo. A ver si la semana que viene te es más propicia.

    Cuídate, por lo menos hasta el día 10!

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